El escritor Enrique Viloria reflexiona sobre 'A bordo de un bardo de una a otra orilla del mar', poemario del colombiano García Maffla, dedicado a Alencart
En cifra de historia y exilio.
Entre nieblas y mártires y nombres.
Aún plegaria en reclamo
Que haciendo siguen hoy el claro limo
Para un no morir:
Lo humano más que lo humano.
* * *
Pareceré un extraño
A todos los que pasan por mi lado.
Jaime García Maffia
'A bordo de un bardo de una a otra orilla del mar' (Hebel Ediciones, Santiago de Chile 2017, con ilustraciones de portada y contraportada Luis Cabrera Hernández, e imágenes interiores a todo color del gran escultor de Popayán, Edgar Negret), es el más reciente poemario del filósofo y poeta colombiano Jaime García Maffla (Cali, 1944), dedicado al poeta peruano?salmantino, Alfredo Pérez Alencart.
El bardo caleño no oculta su admiración por los poemas muy humanos del bardo amazónico-mesetario. Y razón no le falta, el poeta Pérez Alencart asume lo humano como motivación amplia y suficiente para desplegar una emoción plural en la que el hombre - él mismo, el otro - asume un papel protagónico en su dispar y prolija poesía. Apuesta sin más el poeta por el ser humano, haciendo efectivo el viejo proverbio latino: nada de lo humano me es ajeno. Esa humanidad evidente e inmanente en su obra poética se manifiesta en variadas dimensiones.
El su ya vasta obra poética, Alencart ha venido ofreciendo rotundos y justicieros versos para denunciar la injusta e incomprensible situación por la que atraviesan hombres y mujeres relegados por una sociedad que se aleja definitivamente de lo humano para privilegiar el tener por encima del ser: mitayeros, obreros, buhoneros, inmigrantes del Magreb, okupas, desempleados, mineros, canoeros, barrenderos, oficinistas de poca monta, sudacas, domésticas, sin papeles, estudiantes sin recursos, estafados, echados a la calle, en fin, esa variopinta realidad humana que viene cimentando un sistema en el que la vida vale por lo que se tiene o se deja de tener. Poesía social la han llamado algunos para intentar diferenciar lo indiferenciable.
García Maffia se suma a la causa ecológica de su amigo protector de selvas, ríos y gentes, escribe:
Antiguas horas
Lo mismo que ancestrales,
Desde la oscuridad a la iluminación:
Aguas de un río
Y lindes de una piedra
Aquende, allende el Atlántico.
Que en la navegación hay ángeles
Y en las palabras
Ecos de voces y de cantos de aves.
El día entre encuentros y pérdidas,
Entre flechas y nombres y una vela de armas
Así entre lianas que rozan alguna Flor de Loto,
Se es sin objetos, se es sin posesiones,
Aunque en la historia y la naturaleza
No - ser ya se transforma en dibujo de otra forma de ser.
Así lo ha entendido cabalmente nuestro poeta amazónico, su poesía se transforma en plaza pública, en manifestación multitudinaria, en corte internacional de justicia, donde las angustias y las esperanzas, las alegrías y las tristezas, de estos condenados de la tierra son versificadas para que esa sed de equidad beba de la tinta de Pérez Alencart.
Pérez Alencart asume también lo humano que porta nombre y apellido concreto y diferenciador. De esta forma, más allá de los anónimos rostros que bien pudiesen llamarse Pepe, Paco, Ibrahim, Yosef, Dimitrius, Marcela, Evarista o Micaela, el poeta privilegia también una larga lista de amigos, colegas y allegados que han nutrido sus vivencias y sus querencias. Considerable y diversa sería la enumeración en la que poetas de toda estirpe, pintores de diversas corrientes, académicos de amplio reconocimiento, colegas de aventuras editoriales y de plegarias dominicales hacen efectivo lo expresado por el poeta: "La amistad es un imán encantado / donde los seres se instalan / mientras el mundo gira / y gira". La poesía de Pérez Alencart es un extraordinario mesón donde se realiza el banquete propiciatorio y se brinda con un vino con etiqueta, pero sin ceremonias.
No puede ocultar el poeta la devoción que siente por lo más humano de lo humano: los suyos, aquellos que le dieron y le siguen dando vida, ese al que le dio vida para que su propia vida fuera más vida. Abuelos, padres, hermanos, tíos, primos, tíos abuelos, y su adorado unigénito, son convocados al más humano de los festejos: la celebración de la familia. La poesía de Pérez Alencart es un colorido álbum de fotos donde todos posan para que el poeta los lleve de la imagen estática a la letra viva.
La mujer, la esposa, el bienvenido complemento del hombre, le permite al escritor ser con ella. Jacqueline le brinda savia nutriente, le transmite amorosos consejos y advertencias, en fin, se hace uno con él para que el binomio amoroso, confirme a rajatabla que el ser humano es la pareja. El poeta enamorado lo admite sin remilgos: "Princesa: te ovillas en mí / y me enseñas a ser cada vez más humano, / no pretender alcanzar ningún tesoro, / a ser sustancia de hombre, raíz profunda".
La poesía de Pérez Alencart es también un entrañable lecho, desnudo de sedas, encajes y almohadones de plumas, donde sólo reluce el cuerpo desnudo de su amada. El bardo colombiano ? entrañado en tanto amor, comunica:
Sí,
Pero ellos te develan.
En landas de un olvido para ser
Recordando lo mismo que
Lo amado el amar incesante
Al amo ya lo amado
En lugares, encendidos y paisajes,
Al mismo tiempo del mundo y del alma
De aquello absolutamente Otro
En nosotros?
El poeta caleño se acomoda en el muelle de sus costas sobre el Mar Caribe, esperando ? sosegado y sin sobresaltos - el regreso de la carabela que condujo al comodoro peruano a radicarse - ya no en El Dorado americano que bien conoce y ha transitado -, sino en la muy Ciudad Dorada, capital del Tormes y urbe de los saberes. Rememora el éxodo de su admirado colega? y navega con su bardo amigo:
Por la dorada Salamanca
Viaja una Nao
A ella vino a la vuelta del Perú
Como amiga que es hoy de la Santa María
La piedra
Es el agua que cae en la piedra
Y ya desde su selva luminosa
Lejana es y cercana para el para el navegante Capitán
Que sortea tantos acantilados vueltos para él claustros
Enrique Viloria Vera