De colores, de espirales, de infinitud de formas y profundidades. Somos materia en constante movimiento, somos luz y oscuridad, somos estrellas y universos girando alrededor de la nada. ¿Qué esperamos hacer con todo ese espacio? Con todo ese tiempo que se nos ha dado sin manual de instrucciones. Con toda esa materia inexplorada y esos rincones desérticos y vacíos. Con todo ese color y esos huecos en blanco sin rellenar. Somos galaxias. Y a veces da miedo mirar, mirar todo ese agujero sin fondo y ese delirante yo flotando en el instante. En un mundo lleno de galaxias artificiales cada vez es más difícil mirar en otra dirección que no sea esa pantalla, ese escaparate o esa noticia. ¿Pero y yo? ¿Y tú? Saber que el mundo no solo es hacia fuera, viajar en uno pero sin dejar de volver al exterior.
Hace poco vi la película Into the Wild. Un chico veinteañero de familia acomodada acaba la carrera y decide dejarlo todo e irse a Alaska, antes pasando por otra serie de experiencias preparatorias en la soledad y en lo salvaje de la supervivencia. Basado en hechos reales, se encontraron sus diarios en una caravana abandonada en Alaska, donde pasó varios momentos de su experiencia última. Con sus libros, sus pensamientos, la naturaleza y el fuego. Esta película dentro de ser otra versión alternativa de aquel sueño americano, también es un grito a buscar nuestra galaxia. ¿Por qué un chico que lo tiene aparentemente todo, inteligente, con dinero y con expectativas de futuro, decide un día sin más abandonar literalmente a su familia y sus posesiones para adentrarse en un camino completamente solitario y hostil? Y sobre todo, la decisión de ir solo, la más importante. No decide irse con un amigo, con una compañera, o con un grupo, decide irse completamente solo. Y aunque conoce a personas increíbles por el camino jamás se queda, avanza en una sola dirección, Alaska. O hacia él mismo, o hacia su propia galaxia quizá. Está seguro de su destino, o de su elección. Finalmente, y sin querer desarmar más detalles de la película, llega a una conclusión tan reveladora como certera: "la felicidad solo es real cuando se comparte". Punzante al mismo tiempo porque, alguien que tanto ha huido de la compañía para buscarse a sí mismo descubre que tras encontrarse necesita compartirlo para que los demás sean partícipes de esa verdad y ese regalo vital. Porque esa felicidad, ese viaje, esa vida, esos momentos, fueron más grandes al lado de las personas. Y sin las personas que encontró en el camino antes de llegar a su destino quizá no habría entendido otras verdades que le ayudaron a seguir y comprender el camino.
A veces nos marcamos metas lejanas, incapaces de ver lo que hay a nuestro alrededor, y a la llegada valoramos todo aquello que dejamos atrás. Viendo que aquello era la felicidad que tanto anhelábamos, estaba sonriendo en frente de nuestros ojos. Ese amigo que nos abrazó cuando estábamos tristes, esa vista al mar en silencio, esa postal en el momento exacto, aquel desconocido que nos echó una mano, esas personas que hicieron de nosotros una mejor versión. Esas personas que supieron ver nuestra galaxia a su manera y compartieron parte de sus estrellas con nosotros. Aquellos que nos amaron con todas las consecuencias. Qué obsesionados a veces con perseguir grandes cosas, cuando podemos acumular mil pequeñas, y sentirnos más grandes cada día. Y así somos, galaxias infinitas, que cuanto más aman, más se multiplican. Necesitamos expandirnos, salir de nuestra galaxia sin dejar de explorarla. Dejar de convertir el tiempo y el espacio en cadenas y despegarnos, soltarnos y mirar en otras direcciones. El hombre no nació con capacidad de moverse por casualidad, no solo físicamente sino intelectualmente, emocionalmente, pasionalmente. Somos constante movimiento y solo hace falta pararse para observar la de maravillas que pueden ocurrir en solo segundo. El universo es del mismo tamaño que nuestro espíritu. Y el espíritu pide cambio, pide viajar y buscar, pide quitarse el peso de la comodidad y volar. Pide buscar la belleza en lo simple. Pide amar más que nunca la vida y sus estrellas.
"Nada es más perjudicial para el espíritu aventurero de un hombre que un futuro seguro. El núcleo básico del espíritu del hombre es su pasión por la aventura" (Into The Wild)
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.