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A propósito de la matanza catalana.
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A propósito de la matanza catalana.

Actualizado 26/08/2017
José Ramón Serrano Piedecasas

La forma más proporcionada, más eficaz, y más humana para luchar contra cualquier forma de terrorismo subversivo es la de responder con las armas que suministra el Estado de Derecho. Sobre este tema he escrito con frecuencia y siempre en tal sentido. La democracia y sus formas de gobernanza se fundan: primero, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y, segundo, en la legalidad vigente. No pueden existir contradicciones entre ambos planos normativos. Siendo más precisos, la normativa relativa a la dignidad y derechos inherentes a las personas, recogidos en la Constitución española, deberán ser interpretados a la luz de la Declaración mencionada y de los Tratados internacionales suscritos por el Estado español en tales materias (art.10 CE y numerosa jurisprudencia del TC). ¿Si tales exigencias alcanzan a nuestra ley fundamental, cuánto será respecto al resto de las normas de inferior rango? La legalidad en un Estado de Derecho debe ser legítima y la misma exige, en cualquier circunstancia, el respeto de los derechos humanos. El terrorismo, desde una perspectiva jurídica, se presenta como una conducta delictiva en extremo compleja. En el derecho penal comparado, cualquier definición forense al uso resulta insatisfactoria. Si ponemos el acento en el "terror" nos encontramos con un elemento del tipo muy abierto e inútil para el juzgador. Si se hiciera fijándose, tan solo, en los "resultados lesivos" llevaría al juez a tratarlos dentro del elenco de los "delitos comunes". Por último, si sólo se toma en cuenta la motivación política, inherente a tales comportamientos, deberían ser incluidos entre los delitos contra el orden público o el orden constitucional. Por estas y algunas otras no jurídicas y sí políticas razones, se ha creado un nuevo tipo penal en extremo confuso. En todo caso, el análisis de los elementos que definen tales conductas proporciona algunas pistas a la hora de elaborar una política criminal preventiva. A saber, el aspecto más relevante de tal conducta es el subjetivo: la intención dirigida a subvertir el orden constitucional. De ser así, la respuesta que corresponde es justamente la contraria: reforzar la democracia. Reforzar no se condice con organizar una respuesta punitiva policial al margen del control judicial. De eso, en España, algo sabemos. Sabemos, que las torturas, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzosas, terminaron "justificando", por varios años más, al terrorismo etarra. "La lucha por la democracia, a veces, exige hacerla en las cloacas" Lo decía alguien muy renombrado. La existencia de los GAL fue inicua e ineficaz. Preservar la vigencia del Estado de Derecho tampoco se condice con la llamada "Doctrina de la seguridad Nacional". Esta doctrina se aplicó en el cono sur latinoamericano allá por la década de los sesenta, la del Plan Cóndor, Nixon, Kissinger. Entonces, los enemigos eran los Movimientos de Liberación Nacional, o sea los peces, los peces viven en el agua, ergo: si queremos acabar con los peces dejemos la pecera sin agua. El agua eran los familiares, amigos y allegados de los peces, los maestros, médicos, sindicalistas, curas y monjas que trabajaban en barrios o zonas rurales paupérrimas, los estudiantes díscolos, los profesores comprometidos, los poetas, los escritores, los que pensaban por si mismos? Las oligarquías, con aquellos, hicieron una terrible escabechina. No los vencieron, sin embargo. Los Movimientos latinoamericanos de Liberación exigían una auténtica democracia. Los yihadistas, en cambio, no la buscan para sus pueblos. Son mercenarios. Como tales defienden las ambiciones de otros que están por encima de ellos. Los tales compran armas a los mismos países que sufren tales atentados ("money is money") Y, esos tales, se las suministran a los yihadistas que ponen, como decía, bombas en sus ciudades. ¿Quién puede entender tal galimatías? En todo caso, terroristas serán quienes ponen las bombas, quienes se las suministran y quienes se las proporcionan a los suministradores. Saquen por sí mismos conclusiones. Colofón: Dejemos al agua en paz, dejemos tranquilo a Alá y sus fieles, persigamos (con control judicial) a los descerebrados autores, denunciemos (y expulsemos de Marbella) a los inductores y nunca votemos a los patrocinadores de tal desaguisado. Para esta gentuza ciertos colectivos humanos son simples Stücke, piezas o trozos de alguna cosa prescindible..

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