El mágico y fugaz espectáculo espacial solo se contemplaró hoy de manera parcial en el Oeste peninsular y las Islas Canarias
Cada año se producen dos o tres eclipses solares totales, pero observarlos y disfrutarlos no está al alcance de todos los terráqueos. «Sólo son visibles desde zonas muy concretas de la Tierra», explica Ricard Casas, investigador del Instituto de Estudios Espaciales de Cataluña (IEEC). «La gran diferencia con los eclipses lunares -que también se repiten unas tres veces al año- es que son visibles en todo un hemisferio completo», precisa el experto ante la inminencia del primer eclipse solar total que se registra en los últimos cien años en Estados Unidos. Un fenómeno que fue tan mágico como fugaz.
Ha sido la primera vez que se pueda disfrutar de este fenómeno en 99 años, ya que el último se observó en 1918. Comenzará a las 10:15 de la mañana por la costa oeste -nueve horas más en España-, cruzará en diagonal hacia el este a través de doce estados, entrando por Oregón y saliendo por Carolina del Sur, en la costa opuesta. No llegará a tres minutos (2 minutos y 40 segundos).
En España sólo pudo contemplarse de manera parcial desde algunas ciudades y se inició a las 20:45 horas en la península y a las 19:50 horas en Canarias. «La duración del eclipse fue de 160 segundos, menos de tres minutos», concreta Casas.
Un eclipse solar se produce cuando la Luna se interpone entre el Sol y la Tierra y el astro rey queda oscurecido, tapado por completo. El experto explica que «la Luna está mucho más cerca de la Tierra que el Sol y, al ser más pequeña y debido a la distancia, puede ocultar absolutamente el astro». Si la Luna sólo oculta a la gran estrella que nos da la vida por una parte -por arriba o por abajo- estamos ante un eclipse parcial.
Desde España la ocultación fue parcial y Casas adelanta que «no se verá muy bien». «Cuando el Sol comience a ocultarse empezará el eclipse y el anillo solar estará muy bajo sobre el horizonte», aclara. Por lo tanto, sólo pudo verse con mayor precisión desde las islas Canarias y la zona oeste de la península, aunque también parcialmente. «Se verá como una pequeña mordida sobre el disco solar», anticipa el experto.
No recomienda este investigador observar el eclipse sin protegerse los ojos. «Hay que mirarlo con gafas especializadas», dice. Quienes lo observen con aparatos de astronomía «deben utilizar un filtro para sus telescopios», recuerda. «No se puede contemplar con unas gafas de sol normales», advierte.
Nueve años de espera
En otras partes del mundo, como la zona norte de Sudamérica, México, Canadá, Groenlandia, Islandia, Irlanda y Escocia, han tenido que conformarse, al igual que en España, con ver el fenómeno de manera parcial. En la península tendremos que esperar hasta el 12 de agosto de 2026 para presenciar otro eclipse solar total y que cruzará en diagonal todo el país.
Estos espectaculares fenómenos astronómicos se pueden prever con precisión gracias a que los investigadores conocen el movimiento de la Tierra y de la Luna. De esta manera, gracias a esos parámetros y al cálculo con potentes ordenadores, conocer la fecha y la hora de cualquier eclipse es tarea fácil. «Cuanto más lejos más errores puede haber, pero prácticamente lo podemos calcular sin problemas», asegura Casas. La NASA tiene previsto realizar una cobertura exhaustiva sobre esta ocultación solar, que también se podrá seguir segundo a segundo a través de su página web.
Superstición y leyenda
Antes de los grandes avances de la ciencia explicaran los eclipses, los humanos recurrían a las supersticiones para justificar cualquier fenómeno meteorológico o astronómico como las variaciones drásticas de las temperaturas, las lluvias torrenciales, las sequías y, desde luego, los eclipses. En la antigüedad, cuando el cielo se oscurecía en pleno día el pánico se adueñaba de las comunidades y los razonamientos eran de lo más variopinto. Desde que un dragón se había comido al gran astro hasta que el culpable era un vampiro o u demonio.
En esas épocas oscurantistas y supersticiosa, los chinos golpeaban tiestos y cuencos para asustar al dragón que se había tragado al sol y reclamar de nuevo su luz. Los aborígenes australianos confiaban en un chamán que lanzaba piedras sagradas al súcubo devorador de soles.
Fuente: El Norte de Castilla