Última carta a Berta (homenaje a Basilio Martín Patino)

Después de pasar una vida salmantineando por las pantallas cinematográficas, nos ha dejado la claqueta de su décima carta a Berta entre los "artilugios para fascinar" que entregó a la Filmoteca de Castilla y León, el más rebelde de los creadores del séptimo arte, para irse con su querido Juan Antonio a descansar eternamente en las páginas históricas de la cinematografía española.

Fue Basilio hombre sencillo en toda su grandeza, popular en las pantallas y desconocido en los salones de terciopelo, asequible a todas las manos que pidieron estrechar la suya, discreto en sus palabras, sabio detrás de las cámaras, destacado guionista, investigador tenaz, documentalista honrado, creador excepcional, pulsador romántico de la historia y hombre de guerra en ficticia paz de posguerra.

Con la muerte de Martín Patino se va una leyenda nacional de la cinematografía, dejando imágenes testimoniales merecedoras del Premio Goya que le negó la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, y el ministerial Premio Nacional de Cinematografía, vetado por razones inexplicables para expertos y profanos.

Lumbralense alejado del cine comercial, cantó coplas clandestinamente en las pantallas después de la incivil guerra; se dirigió con imágenes a sus queridísimos verdugos; y puso al Caudillo donde nadie fue capaz de hacerlo en tiempos de sequía libertaria, permaneciendo sus imágenes ocultas en el cajón de los deseos hasta que el dictador pasó a peor vida.

Anarquista entre los hábitos religiosos de sus hermanos; fundador del cineclub de la Universidad salmantina donde se licenció en Filosofía y Letras antes de obtener el título de director en la madrileña Escuela Oficial de cine; y quitasueños de los censores franquistas, incapaces de doblegar su lucha por la libertad que todos anhelábamos.

Cerrando su obra con el documental "Libre te quiero" en homenaje a las revueltas ciudadanas del 15M y dejando en la crestería de la plateresca fachada universitaria el birrete de doctor honoris causa, Basilio Martín Patino abandona en silencio sus ochenta y seis años de compromiso social sin prevenirnos de su partida, con la misma discreción que tuvo en la vida, llevándose la poesía de la cámara, la ética en la conducta, el talento creativo y la humildad de los pocos sabios que en Salamanca han sido, quedando en la memoria colectiva el imborrable recuerdo de compromiso y verdad.