Siempre nos llevan las encinas al sentimiento de lo perenne. Eternidad de las encinas. Como madres que en los vientres generosos de sus copas bien abrigadas de ramajes nos protegieran por siempre. Aquí están protegiendo esa minúscula casita que, en su p
Siempre nos llevan las encinas al sentimiento de lo perenne. Eternidad de las encinas. Como madres que en los vientres generosos de sus copas bien abrigadas de ramajes nos protegieran por siempre. Aquí están protegiendo esa minúscula casita que, en su pequeñez, se siente tan segura, rodeada por esa eternidad de las encinas. ¿Estaremos nosotros habitando en esa minúscula edificación? Si fuera así, tendríamos asegurada una protección que nos libraría de tantas intemperies como padecemos.
José Luis Puerto (Texto) / Ángeles Rebollo Hernández ( Fotografía)