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El amor físico y espiritual en la poesía de Alencart
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DESDE ITALIA

El amor físico y espiritual en la poesía de Alencart

Actualizado 14/08/2017
Redacción

La profesora, traductora e hispanista Stefania Di Leo, reflexiona sobre la antología 'Una sola carne', editada por Diputación de Salamanca

Entiendo que el gran poeta Alfredo Perez Alencart, en su libro 'Una sola carne', habla del amor así como la tradición griega nos lo enseña abordando los temas del Eros: habla del deseo, del amor, de la pasión. El significado que Alencart atribuye es el concepto griego de filia: es decir amistad, el apego (la filosofía, la filantropía), a menudo traducido con el concepto de agape en el Nuevo Testamento. En las cuatro partes del libro: 'Amoris causa', 'Justamente así', 'Mujer de la mañana' y 'Esquirlas', el poeta de hecho se aproxima a la visión del filósofo Platón, en El banquete, donde siempre encontramos la palabra Eros, que en la lengua clásica simplemente define el amor humano entre un hombre y una mujer, sin ninguna connotación peyorativa.

Por lo tanto, la obra de Alencart opera un dualismo en relación con el concepto de amor: deja una palabra (Eros) por sólo crear otro (ágape). El concepto de amor del que habla Alencart se acerca mucho al ágape del Nuevo Testamento, pues el poeta no se limita sólo al amor espiritual, sino también habla de amor físico: la fuente de Alencart es indudablemente la Biblia, en donde el termino agapao nos especifica cuánto amó Dios al mundo (Juan 3:16). A menudo, en los versos de Alencart hay referencias al Nuevo Testamento, el amor nunca es autónomo, es un don de Dios, el amor, el verdadero, es siempre un don y fruto del Espíritu. Alencart asimila el concepto de la Biblia, según el cual el amor no tiene fin (1 Corintios 13).

Lo que sorprende en el amor es su fragilidad, su carácter efímero y pasajero, cuando el amor es autónomo, frágil, y cuando el amor es ágape, en la gran alianza con Dios, cuando se trata de un carisma-regalo como se dice en 1 Cor. 7,7. El amor también está asociado a la trilogía inseparable, junto con la confianza y la esperanza (1, Corintios 13). También de la Biblia, de Proverbios y del propio Cantar, Alencart usa metáforas y figuras poéticas propias de la lírica de Oriente Medio, como en el poema Gacela mía, por ejemplo, o cuando habla de estallantes resurrecciones: "Por la casa de los pájaros, a la sombra de un bosque primigenio, / me fue desvelado el secreto, / el frotado barro de las estallantes resurrecciones...". Cuando el poeta analiza el amor carnal da un esbozo del amor pasión: "?relámpago tras relámpago / de la sexualidad/ que deja navegar nuestros cuerpos / amándose / en ardua pertenencia...", en donde la escena poética parece nítida.

Alencart tiene mucho de poeta clásico cuya Ars Amandi tiene inspiración en la poética de Ovidio. Pero también para el autor peruano-salmantino el amor es un hecho inmediato y trascendente, y se puede enmarcar en el cuadro erótico sagrado. Así como en Ovidio se enumeran afectos, sensaciones, emociones, conceptos, todo un imaginario propio que participa en una tradición secular. En cuanto a la forma, la valiosa antología Una sola carne presenta una variada forma métrica epitalamios, odas, himnos, elogios, salmos, no pocos inclasificables y dramáticos, dialógicos y performáticos, prosa poética?

Inevitable se presenta, al menos para mí, la comparación entre la concepción de la mujer amada de Alencart y la mujer-ángel, la Beatriz de Dante, pues la del poeta de Salamanca se convierte en gracia divina. "¡Ay, cómo alabo / esta gracia divina procurándome / amparo!". Según afirman los críticos más importantes de Dante, como Karl Vossler, el amor en Dante ha sido determinado por un motivo religioso, casi homenaje a la Trinidad y divinidad. Sin embargo, a pesar de que la mujer desciende un grado en el panteón cristiano, puesto que la Trinidad se restringe a Padre, Hijo y Espíritu Santo, no deja de recibir su porción de divinidad, que se muestra en su máximo esplendor a través de la figura de la Vírgen María. Es María por lo tanto la cumbre de la deidad en la mujer en el cristianismo pero, afortunadamente, el poder divino no solo se queda en ella sino que se reparte a otras mujeres; estas mujeres, algunas de corte bíblico, pasan a la humanidad a través de la figura de las santas. Es gracias a estas figuras que la literatura es capaz de deificar a sus mujeres sin caer en una herejía contra la religión que profesan, así como lo hace en sus versos Alencart. Es debido a esta realidad de la mujer trascendental, que tras asentarse el cristianismo y entrar en Europa en la Edad Media, aparece en la literatura una figura que representa a la mujer angelical.

La mujer-ángel tiene su propia evolución hasta llegar a Dante y Petrarca, quienes son los que la consolidan a través de las figuras de Beatriz y Laura. Podemos encontar en la poesía de Alencart unos rasgos del Dolce Stil Novo que tiene su origen en la tradición anterior, la de la lírica provenzal, trovadoresca. En Alencart el concepto de amor, aunque idealizado, es bastante moderno: "La palabra 'amor' puede calcarse / con papel carbónico, / pero nunca es igual / que sentirlo". En la antología la fusión de amor y poesía con el sentir se unen en un mismo nudo, esta tensión a cables trascendentes a la devaluación de la vida terrenal, porque el verdadero fin del hombre es el más allá. Alencart es un poeta en un mundo que puede ser considerado como un obstáculo para llegar a la salvación, y que puede empujar en un verdadero desprecio de la vida terrena. Esta actitud está presente en muchas obras religiosas de la Edad Media, como la obra literaria de Jacopone da Todi. Un ejemplo de lírica amorosa de Alencart es el poema "Esposa de mi atardecer", en donde El Amado y La Amada juegan un papel importante en los sentidos, recordando la fuente del Cantar de los Cantares. Por otro lado, "A fuerza de sentir, lo amado no atardece", anota Alencart en uno de sus textos aforísticos.

Además del amor, en el conjunto poético de Una sola carne está presente la virtud humana, la bondad y la compasión, la proximidad desinteresada, la lealtad y la preocupación benévola hacia otros seres vivos, y el bien de los demás. Alencart se aproxima a la realidad así como lo hacen los antiguos griegos, en cuatro formas primarias de amor (storge), amistad (philia), el deseo erótico, (eros), finalmente, el amor más puramente espiritual (ágape).

De hecho podemos dibujar una línea amplia de cuáles son los síntomas que, manifiestamente, nos recuerdan que estamos frente al amor, en un análisis psico-físico real. Alencart habla ante la visión de un ser querido (una mujer-ángel) e incluso de sus vidas: "En este campo de amapolas / voy orando por nuestras vidas. // Entreabre tus brazos, / esposa mía (días / y noches, noche / y días". En estos versos, destinados a subrayar la agitación interna de los que aman incondicionalmente, es innegable la proximidad de la descripción de lo que realmente ocurre en nosotros cuando nos enamoramos.

Alencart sorprendentemente dibuja las líneas de un amor sublime y pacificador. Todos sabemos que, en éste como en muchos otros casos, podría entrar en juego el espíritu un tanto idealizado, típico del poeta de todos los tiempos en torno al sentimiento de amor, mientras que el amor que realmente experimentamos sería una pátina de caricia. El amor es el tema central de Una sola carne: a veces un conjunto único de circunstancias externas -de ocasiones- desencadena la memoria y los informes, mientras reconcilia a los amantes. Como en un sufi, Alencart nos introduce -a travès del título- que los amantes además de una sola carne son una sola alma, pero a la vez es un amor terrenal. Una paradoja llena de contradicciones, donde mezclamos la libertad y la fidelidad, la seducción y la emancipación, los ideales y los compromisos, así como sintetizara Pascal Bruckner, el filósofo francés contemporáneo, quien subraya que somos los herederos de una revolución. "La revolución del corazón, heredado del romanticismo y la del cuerpo heredado de los turbulentos años sesenta", dice Bruckner, erudito conocido en Italia por sus numerosos ensayos, entre ellos la tentación de la inocencia, la euforia perpetua y la tiranía de la penitencia. Y concluye: "...no sin muchas dificultades, tratamos de manejar esta doble herencia, pero hoy en día el amor se ha vuelto más difícil. Porque el amor es siempre un ideal inalcanzable, lo que nos obliga a confrontar continuamente con una especie de amor absoluto, sexual y apasionado, que por supuesto en la vida cotidiana resulta inalcanzable".

Pero la antología de Alencart insiste en el Amor que completa a dos que se aman. En otro de sus aforismos podemos leer: "La prueba del amor a tu dama no es un enorme trineo de regalos ni un caserón empapelado de hipotecas: lo es la certeza de que habrán más amaneceres juntos". O también de forma más lírica, en un breve poema titulado "Eva", donde rinde homanje a la mujer amada: "Tú, a ti te hablo, / hembra del hombre, // varona que haces / temblar / a tu otra costilla.// Tú eres la fuerza / del mundo, // mujer / que aguardas / la noche / para preñar de luz / al hombre / que privatizaste / para tu amparo // y deleite".

La poesía amorosa de Alencart, con marcados acentos bíblicos, también se asienta en la realidad cotidiana del amor, con todas sus dificultades de concresión, es cierto, pero también con todos los bálsamos y paracaídas que ofrece cuando dos se esposan de verdad. Por eso termina así un largo y hermoso poeta titulado "Mujer de ojos extremos", dedicado a su musa Jacqueline:

(?)

Yo te beso,

mujer madurada bajo el roce íntimo

de mis días vertiginosos.

Te beso

porque cabes en mis brazos

y giras tu curva esplendorosa

para que te respire

como a la esposa del amor

que está junto a mí

en todas las resurrecciones.

Y es que el propio poeta lo deja bien claro: "Medicinas para el alma son los Salmos. El cuerpo necesita del Cantar de los Cantares".

'Una sola carne' (Ediciones Diputación de Salamanca, 2017, pp. 182. Selección y notas de Carmen Bulzan. Pinturas y dibujos de Miguel Elías).

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