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Basilio Martín Patino, réquiem por la historia del cine español
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por charo alonso

Basilio Martín Patino, réquiem por la historia del cine español

Actualizado 13/08/2017
Charo Alonso

"Hoy que nos falta Basilio Marín Patino tenemos que reivindicar su persona, su obra, su verdad, su forma de encarar la realidad con valentía, con independencia, con alegría"

Pedimos la reivindicación oficial de la obra y de la persona de Basilio Martín Patino, la pedimos a las autoridades y a las gentes de bien de esta Salamanca en la que nació en 1930 en Lumbrales el reconocimiento inmediato de quien transformó la historia del cine español y sobre todo, fue una persona absolutamente íntegra y que llevó, a lo largo de su larga carrera, el nombre de la ciudad y sus gentes siempre en la lente de su corazón.

Ha muerto Martín Patino y es una mañana de sol y fiesta, como fue fiesta del cine el jueves pasado, en el que se llenaron dos salas de cine para ver una película salmantina. Ya lo dijo Javier Tolentino, nuestro mayor periodista en la radio pública, en Radio Tres: no podía darse de nuevo el caso de un cineasta salmantino de talento al que se diera la espalda no exhibiendo su trabajo. La acogida masiva, entusiasta a la película de Jonathan Cenzual Burley, "El Pastor", fue para mí una fiesta dedicada a Martín Patino. El triunfo de la voluntad, del talento, de esa fuerza sobria del paisaje castellano, del paisanaje difícil que ya recorriera en 1966 el cineasta en "Nueve cartas a Berta". El paseo de los personajes de Cenzual por la Plaza me recordó una escena de esa película magistral de Patino que fue machacada por la censura y considerada la puerta de la modernidad. Patino era así, exquisitamente educado como los hombres del campo de Salamanca, parco en palabras, dueño de una voluntad de acero. Hijo de maestros, nace en Lumbrales, estudia en Salamanca y en ella inicia un Cine Club y una revista "Cinema universitario" que daría lugar a las célebres "Conversaciones de Salamanca". Luchar contra la dictadura con la tenacidad de quien no quiso someterse a la industria y se decantó después por un tono documental en el que cantar canciones después de una guerra o diseccionar a los verdugos. Martín Patino sabía muy bien cuál era su oficio y su forma de sortear las vergüenzas del poder y de una industria acomodaticia. Amante de las máquinas de hacer cine y sueños, los suyos estaban firmemente anclados a su tierra ?solo hay que ver Octavia o espejos en la niebla"- y a sus convicciones. Las mismas con las que rodó su último proyecto, Libre te quiero, en las calles de un Madrid ilusionado con la acampada de Sol, con el ansia de libertad, de cambio. Nada en el había cambiado.

El pase de la última película de Patino en la calle de Salamanca, ahí en Carmelitas, ante un público atónito que no creía en aquella explosión de alegría y de libertad, tuvo un hálito de despedida. Era un julio alegre de cine salmantino auspiciado por el mayor de los valedores de Martín Patino, Javier Tolentino, el hombre sabio de cine y de radio a quien Basilio conoció muy joven y envió a El Adelanto a que publicara sus escritos sobre cine. Tolentino nos dijo, a Elena Martín, a Inma Cid, a los que le acompañábamos que había hablado con Pilar, la esposa de Basilio y que este se encontraba mejor y que había recibido la noticia del pase callejero de su película en su Salamanca. Una Salamanca que a menudo le dio la espalda oficial, una Salamanca que, sin embargo, el jueves fue al cine a aplaudir a una película de Salamanca.

Tuve la inmensa suerte de conocer a Martín Patino en uno de los lugares de la provincia nuestra que sí tiene memoria, amor, dedicación a la cultura y fuerza. El 21 de agosto, hace dos años, Monleras invitó a Basilio a la proyección de "Espejos en la niebla", uno de los proyectos documentales más originales y hermosos del creador. Con él, Ignacio Francia, Macu Vicente y los expertos en Inés Luna Terreros Alfredo García Vicente y Eladio Sanz disfrutaron de la hospitalidad de Juan Jesús Delgado y de la sabiduría de Carlos Mezquita. Era una noche de fiesta, de celebración de la película de un Patino que nos sonreía, apretaba amorosamente las manos y se abismaba en la mirada del otro, ojos azules llenos de afecto, silencio hermoso y pleno. No le hizo falta hablar, solo mirar, agradecer, estar? como estaba la autora de la película documental sobre su persona, Virginia García del Pino, como estaban tantos amigos y admiradores de la obra del cineasta salamantino. Todos entregados a su persona, a su mirada azul, a su palabra callada, al mimo con el que Pilar, su esposa, le guiaba y le explicaba quiénes éramos cada uno de nosotros. Entonces, sentado a la mesa del afecto, en presencia de su amiga, de su colaboradora Macu Vicente, me miró, me sonrió y me abrazó. Todo se volvió azul a mi alrededor y cuando regresé a mi sitio estaba llorando, aún inmersa en esa mirada que lo había registrado todo? desde las calles de una Salamanca en blanco y negro, hasta la luminosa alegría de un Madrid pleno de voces. Memoria y reivindicación comprometida con la historia. Verdad que no puede olvidarse mirando para otro lado. Amor al cine allá en la filmoteca, de la mano de quien también nos ha dejado huérfanos, Pérez Millán.

Hoy que nos falta Basilio Marín Patino tenemos que reivindicar su persona, su obra, su verdad, su forma de encarar la realidad con valentía, con independencia, con alegría. Y esta Salamanca lenta, de fiestas patronales y olvido institucional debe recordar más que nunca a uno de sus hijos privilegiados. Hoy la linterna mágica está apagada, hoy la Filmoteca está de luto, hoy quisiera decirle a Javier Tolentino, a Charo García Diego que no somos una tierra que olvide a sus genios, sino que los hacemos nuestros. Por eso fuimos al cine a ver "El Pastor", por eso hoy lloramos a Martín Patino. Por eso estamos huérfanos de paraísos perdidos, de cartas a Berta, de canciones silenciadas y gloriosamente libres de verdugos y de caudillos. Hoy somos todos Martín Patino. Y sigo viendo sus ojos azules, sintiendo su mano apretada. No nos falta memoria ni palabra, no nos falta paisaje ni historia no silenciada. Porque libres nos quiso?

Charo Alonso / Fotografía: Fernando Sánchez Gómez.

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