No vano, existen pocas evidencias históricas que puedan demostrar que el apóstol viajara realmente a la Península. "Pese a todos los esfuerzos de la erudición de ayer y de hoy, no es posible, sin embargo, alegar en favor de la presencia de Santiago en España y de su traslado a ella, una sola noticia remota, clara y autorizada", explica Sánchez Albornoz en su obra «En los albores del culto jacobeo».
Con todo, el relato quedó enraizado en la tradición ibérica y en el año 1630, siendo dicho monarca Felipe IV, el papa Urbano VIII decretó oficialmente que el Apóstol Santiago, el Mayor, fuera considerado solo y único Patrón de la Nación Española. «Dios hizo a Santiago, Patrón de España, que no existía entonces, para que cuando llegue el día pudiera interceder por ella y volverla otra vez a la vida con su doctrina y con su espada», afirmó en una ocasión Francisco de Quevedo.
En la Biblia se alude habitualmente a él bajo el nombre de Jacobo, término que pasó al latín como Iacobus y derivó en nombres como Iago, Tiago y Santiago (sanctus Iacobus). Santiago de Zebedeo o Santiago el Mayor fue uno de los primeros discípulos en derramar su sangre y morir por Jesús. Miembro de una familia de pescadores, hermano de Juan Evangelista -ambos apodados Boanerges ('Hijos del Trueno'), por sus temperamentos impulsivos- y uno de los tres discípulos más cercanos a Jesucristo, el apóstol Santiago no solo estuvo presente en dos de los momentos más importantes de la vida del Mesías cristiano -la transfiguración en el monte Tabor y la oración en el huerto de los Olivos-, sino que también formó parte del grupo restringido que fue testigo de su último milagro, su aparición ya resucitado a orillas del lago de Tiberíades.
Tras la muerte de Cristo, Santiago, apasionado e impetuoso, formó parte del grupo inicial de la Iglesia primitiva de Jerusalén y, en su labor evangelizadora, se le adjudicó, según las tradiciones medievales, el territorio peninsular español, concretamente la región del noroeste, conocida entonces como Gallaecia. Algunas teorías apuntan a que el actual patrón de España llegó a las tierras del norte por la deshabitada costa de Portugal. Otras, sin embargo, dibujan su camino por el valle del Ebro y la vía romana cantábrica e incluso las hay que aseguran que Santiago llegó a la Península por la actual Cartagena, desde donde enfiló su viaje hasta la esquina occidental del mapa.
Tras reclutar a los siete varones apostólicos, que fueron ordenados obispos en Roma por San Pedro y recibieron la misión de evangelizar en Hispania, el apóstol Santiago regresó a Jerusalén, según los textos apócrifos, para, junto a los grandes discípulos de Jesús, acompañar a la Virgen en su lecho de muerte. Allí fue torturado y decapitado en el año 42 por orden de Herodes Agripa I, rey de Judea. Los supuestos testamentos relatan que, antes de morir, María recibió la visita de Jesús resucitado, a quién le pidió pasar sus últimos días rodeada de los apóstoles, que se encontraban dispersos por todo el mundo. Su hijo le permite que sea ella misma, a través de apariciones milagrosas, la que avise a los discípulos y, de esta forma, la Virgen se hace presente sobre un pilar de Zaragoza frente al apóstol Santiago y los siete varones, hoy venerado en la basílica de Nuestra Señora del Pilar.
Fueron estos siete discípulos, relata la leyenda, los que, tras escaparse aprovechando la oscuridad de la noche, trasladaron el cuerpo del apóstol Santiago en una barca hasta Galicia, adonde arribaron a través del puerto de Iria Flavia (actual Padrón). Los varones depositaron el cuerpo de su maestro en una roca -que fue cediendo y cediendo, hasta convertirse en el Sarcófago Santo- para visitar a la reina Lupa, O REINA LOBA que entonces dominaba desde su castillo las tierras donde ahora se asienta Compostela, y solicitarle a la poderosa monarca pagana tierras para sepultar a Santiago.
La reina acusó a los recién llegados de pecar de soberbia y los envió a la corte del vecino rey Duyos, enemigo del cristianismo, que acabó encerrándolos. Según la tradición, un ángel -en otros relatos, un resplandor luminoso y estrellado- liberó a los siete hombres de su cautiverio y, en su huida, un nuevo milagro acabó con la vida de los soldados que corrían tras ellos al cruzar un puente, pero no fue el único contratiempo con el que se toparon los varones. Los bueyes que les facilitó la reina para guiar el carro que transportaría el cuerpo de Santiago a Compostela resultaron ser toros salvajes que, sin embargo, también milagrosamente, fueron amansándose solos a lo largo del camino. Lupa, atónita ante tales episodios, se rindió a los varones y se convirtió al cristianismo, mandó derribar todos los lugares de culto celta y cedió su palacio particular para enterrar al Apóstol. Hoy se erige en su lugar la catedral de Santiago.
No fue hasta ocho siglos más tarde, en el año 813, cuando un ermitaño llamado Paio alertó al obispo de Iria Flavia, Teodomiro, de la extraña y potente luminosidad de una estrella que observó en el monte Libredón (de ahí el nombre de Compostela, Campus Stella, 'Campo de la Estrella") Bajo la maleza, al pie de un roble, se encontró un altar con tres monumentos funerarios. Uno de ellos guardaba en su interior un cuerpo degollado con la cabeza bajo el brazo. A su lado, un letrero rezaba: Aquí yace Santiago, hijo del Zebedeo y de Salomé.
El religioso, por revelación divina, atribuyó los restos óseos a Santiago, Teodoro y Atanasio, dos de los discípulos del Apóstol compostelano, e informó del descubrimiento al rey galaico-astur Alfonso II el Casto, que, tras visitar el lugar, nombró al Apóstol patrón del reino y mandó construir una iglesia en su honor. Pronto se extendió por toda Europa la existencia del sepulcro santo gallego y el apóstol Santiago se convirtió en el gran símbolo de la Reconquista española. El rey de Asturias fue solo el primero de toda la marea de peregrinos que vinieron después al Camino de Santiago.
La autenticidad de los restos del apóstol Santiago ha generado, sin embargo, no pocos y encendidos debates y protagonizado meticulosas investigaciones. El inverosímil traslado -por la dificultad que supone ? del cuerpo del discípulo de Jesús hasta suelo gallego es solo una de las muchas lagunas de una tradición que se mueve entre el rigor histórico y las leyendas mágicas. Estudios arqueológicos han demostrado que Compostela era una necrópolis precristiana, pero jamás se han practicado investigaciones científicas sobre los restos que custodian los muros de la Catedral, hasta el punto de que algunos investigadores incluso han atribuido tales reliquias óseas a Prisciliano de Ávila, el obispo hispano acusado de herejía.
Feliz Día de Santiago a todos los gallegos y Paz a España
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