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Gebira,en el comienzo de la Mariología
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(para A. Piñero)

Gebira,en el comienzo de la Mariología

Actualizado 09/07/2017
Redacción

Gebira,en el comienzo de la Mariología | Imagen 1 Varias veces he tratado en este portal de la obra de Antonio Piñero, colega y amigo, a quien quiero mostrar de nuevo mi más profunda admiración y agradecimiento por la obra histórica, literaria y filológica que viene realizando en torno los evangelios y a los principios del cristianismo.

Todos los lectores de RD conocen y muchísimos siguen las aportaciones filológicas e históricas que Antonio Piñero viene ofreciendo a los lectores, en gesto generoso e impagable de comunicación científica de su labor universitaria.

Este es el último curso en el imparte su enseñanza en la Universidad Complutense de Madrid, y con esa ocasión (y con la ocasión de sus años), amigos y colegas le hemos ofrecido nuestro homenaje en un libro titulado In mari via tua. Philological Studies in Honour of Antonio Piñero (Almendo, Córdoba 2015), donde colaboré con el trabajo que aquí reproduzco (págs. 617-630).

Vaya aquí de nuevo mi homenaje de admiración y gratitud, por lo que escrito y publicando, por lo que ha enseñado y sigue enseñando en su página webb y en RD.

(cf. http://www.tendencias21.net/crist/In-Mari-Via-Tua-Homenaje-10-de-mayo-de-2016_a2200.html).

Me ha parecido bueno ofrecerle, con esta ocasión, las primicias de un trabajo que vengo realizando sobre "el comienzo de la mariología", es decir, sobre el fundamento histórico de la reflexión cristiana sobre la madre de Jesús, a quien algunas iglesias (en especial la de Jerusalén) han reconocido y honrado como gebira, es decir, como madre del Crucificado.

Gebira,en el comienzo de la Mariología | Imagen 2

Este reconocimiento de María como gebira forma parte de la cultura y de la vida de los pueblos de oriente (que han reconocido y siguen reconociendo) el valor de una mujer que ha sido y es madre de un hombre de cierta importante , y en especial después que ese hombre ha muerto.Pienso que está visión de la madre de Jesús como Gebira esté en el fondo de la escena de la Visitación (cf. Lc 1, 43).

Tengo la impresión de que la Iglesia posterior ha olvidado este humilde y profundo reconocimiento de la madre de Jesús como gebira, un signo que está en la base del inmenso edificio mariológico posterior de la teología y devoción de los fieles cristianos, un edificio que pierde su fundamento si se olvida de esta base.

Pienso que en este lugar donde la Madre de Jesús aparece evocada como gebira podemos encontrarnos filólogos y teólogos, desde diversas perspectivas de historia, de cultura y de creencia

Gebira. En el comienzo de la Mariología

El Prof. Antonio Piñero ha sido y sigue siendo entre nosotros un pionero en el estudio de la filología y de la historia bíblica, y sus trabajos tienen gran importancia para el conocimiento del cristianismo primitivo.

En ese contexto, como testimonio de amistad agradecida, quiero ofrecerle estas notas histórico-teológicas que pueden ayudarnos a situar a la madre de Jesús en el contexto de las iglesias primitivas y del despliegue del Nuevo Testamento.

1. Jerusalén y Galilea, la primera Iglesia

El movimiento de Jesús ha seguido vinculado a su misión prepascual de Galilea, con su anuncio profético-escatológico del Reino de Dios, su enseñanza sapiencial y su acción carismática, centrada en gestos milagrosos, que se concretizaron en la acogida y curación de los enfermos y expulsados. Estos elementos (cf. Mt 4, 23; 9, 35), constituyen la base galilea de su memoria eclesial y le definen como profeta, maestro y sanador . En ese contexto podemos añadir que su propuesta fue al menos parcialmente escuchada y recibida, de manera que muchos parecían dispuestos a iniciar con él un camino de reino. Pues bien, entre ellos no se hallaba María, su madre, ni tampoco sus hermanos, como atestigua Mc 3, 31-35 y 6, 1-6. Esa "falta de fe" de María (cf. Jn 7, 1-9) ha de entenderse como opción mesiánica distinta de la de Jesús, dentro de una familia de intenso compromiso "nazoreo", en una línea de esperanza davídica .

Con ocasión de las fiestas de Pascua, Jesús subió a Jerusalén, para ofrecer allí su proyecto de Reino. Le siguieron los Doce, algunas mujeres y otros simpatizantes. Todo parece suponer que su propuesta fue aceptada por algunos, pero rechazada por los sacerdotes del Templo, que se sintieron amenazados por las consecuencias sociales y sacrales de su mensaje. Podemos pensar que la propuesta de Jesús fue discutida y que las autoridades del Templo actuaron por miedo (cf. Mc 11, 15-15; 14, 1-2.57). Algunos discípulos le traicionaron y negaron (cf. 14, 43-50.66-72). Intervino también la autoridad romana que condenó a muerte a Jesús por las implicaciones político-sociales de su movimiento. Pero algunos, incluso ajenos a su grupo, se pusieron de parte de Jesús, y entre ellos pueden estar los primeros judíos 'helenistas', que definirán de un modo poderoso la visión posterior del movimiento de Jesús .

Es posible que la madre de Jesús estuviera en Jerusalén en ese momento de fiesta (habría subido para cumple la ley de peregrinación judía, quizá para "ver" la suerte de su hijo). Sigue siendo posible que ella estuviera entre las mujeres que Mc 15, 40 sitúa ante la cruz de Jesús (como ratifica Jn 19, 25-27). Pero no es seguro que estuviera allí como creyente; pudo haberlo hecho simplemente como madre. Sea como fuere, la muerte de Jesús fue un acontecimiento desencadenante, que marca la nueva experiencia pascual de la Iglesia.

Los primeros "creyentes" oficiales, aceptados por la tradición cristiana fueron galileos (como supone de Mc 16, 1-8; cf. Mc 26, 69 par; Hch 1, 16; 2, 7; Hch 9, 31; 13, 31) y, sobre todo, aquellas donde se supone que Pedro y los restantes discípulos vieron a Jesús resucitado en Galilea, iniciando desde allí la misión eclesial (cf. Mc 16, 7-8 y la reinterpretación muy posterior de Mt 28, 16-20) . Los primeros seguidores de Jesús se llamaron nazarenos (nazoreos) o galileos y allí, en el entorno donde Jesús había realizado la mayor parte de su anuncio de Reino, siguieron manteniendo su misión, como portadores de su mensaje. Algunos, en especial los Doce elegidos por Jesús para simbolizar el retorno y cumplimiento de las doce tribus de Israel pudieran haber residido en Jerusalén, esperando el pronto retoro de Jesús resucitado

Actualmente resulta muy difícil fijar los contenidos del mensaje y las formas de vida de estas comunidades, pues parece que no lograron convertirse en auténticas iglesias, separadas del judaísmo, en el sentido helenista del término. De todas formas, ellas transmitieron el mayor tesoro del recuerdo de Jesús, y así continuaron ampliando y actualizando su movimiento (anuncio de Reino, enseñanza, acciones carismáticas y exorcismos), como fermento de evangelio, pero sin hacerse "confesionalmente" cristianas, pues siguieron vinculadas al judaísmo, como un movimiento de reforma intrajudía. Como he dicho, algunos representantes de esas comunidades galileas (los Doce) se asentaron con seguridad en Jerusalén, esperando allí la llegada de Jesús y la irrupción del Reino de Dios .

‒ Marcos transmite una tradición y teología posterior, influida por los cristianos helenistas (Pablo) y por una misión universal de Jesús (cf. Mc 13, 10; 14, 9), de manera que es muy crítico con la comunidad de Jerusalén, tal como él la ve centrada en la madre y los hermanos de Jesús, que quieren prenderle y llevarle a la buena "casa de Israel" pensando que está loco (3, 20-21.31-35), pensando que ellos siguen vinculados a una tradición nazorea particular, y que no no entienden ni aceptan el carácter universal del mensaje de Jesús .

‒ Tradición de los Dichos (Q), ausencia de la madre. Esa tradición ha empezado interpretando a Jesús básicamente como un profeta y maestro sabio, en la línea de Mc 6, 2: "¿de dónde le viene esta Sabiduría...?". La sabiduría de Jesús no tiene ni padre ni madre en este mundo, pues supera las estructuras familiares antiguas, las normas sociales codificadas por la ley de Israel, situando a los hombres y mujeres de su entorno (especialmente a los pobres) ante la libertad y la gracia de Dios. Lógicamente, en ese contexto, la Madre de Jesús apenas ocupa lugar: no existe una mariología del Q, que pueda inscribirse en las primeras tradiciones antiguas de la iglesia. En ese fondo se entiende el tema de la ruptura familiar de Jesús que la tradición de Q ha destacado (igual que Marcos), en un contexto que parece autobiográfico: la opción por el Reino supera el tipo normal de fidelidades familiares, que son fundamentales en aquel contexto israelita .

2. Iglesia judeo-cristiana de Jerusalén

Como indican los textos anteriores, el movimiento de Jesús ha suscitado divisiones y rupturas de parientes. En ese contexto se entiende el surgimiento y riesgo del grupo eclesial de los seguidores judeo-cristianos de Jerusalén, con Santiago y los 'hermanos' de Jesús . Eso significa que al principio hubo tendencias y tensiones en la Iglesia, de manera que lo que podríamos llamar el "cristianismo" no ha empezado con una sino con varias "iglesias". Pues bien, en contra la historia originaria, Lucas (el autor de Lc-Hech) ha "creado" una visión ideal y unitaria de los orígenes cristianos, conforme a su propia teología. Por eso ha prescindido de aquello que no cabe en ese cuadro, con las comunidades de Galilea y el desarrollo de la primera iglesia judeocristiana de Jerusalén.

(a) Así habla de la primera "Iglesia" de Jerusalén, centrada en torno a Pedro y a los Doce, sin hebreos, helenistas o galileos (Hch 1-5).

(b) Después habla de la misión helenista, que se abre a los gentiles, especialmente por medio de Pablo (Hch 6-14).

(c) Solo en este contexto, y sin aviso previo, supone que la iglesia de Jerusalén está presidida por Santiago, hermano del Señor, que no tiene dificultad en situarse dentro de las corrientes del judaísmo nacional de Jerusalén (Hch 12, 17) .

Pues bien, estos modelos de Iglesia que Lucas presenta de forma sucesiva se han dado quizá desde el comienzo o simultáneamente, como supone 1 Cor 15, 3-8 hablando de la resurrección,, lo mismo que Hch 15 y Gal 2, 1-14 hablando del 'concilio' de los apóstoles (año 48-49) :

− La comunidad de Santiago, en Jerusalén, asume la sacralidad judía del templo y de la nación, reinterpretándola desde Jesús. Ella está formada sólo por cristianos de observancia judía, que empezaron viniendo de Galilea, pero se instalaron en Jerusalén, donde recibieron nuevos miembros que Hch vincula a los grupos sacerdotales (Hch 6, 7) y fariseos cristianos (Hch 15, 5). La relación de parentesco con Jesús parece importante en esta comunidad formada por judíos cristianos. En este contexto se puede hablar de la madre de Jesús como "gebîra", señora mesiánica. Para ser miembro de esa comunidad, un pagano tendría que hacerse al mismo tiempo judío (circuncidarse etc.).

− La misión helenista se inspira en una visión escatológica distinta (que aparece ya en Hch 6-7), suponiendo que la muerte de Jesús ha superado las viejas diferencias sacrales simbolizadas por el templo y las leyes de pureza nacional judía; por eso, el evangelio puede extenderse a los gentiles, que son aceptados en el gran cuerpo renovado de Israel. En este contexto se puede hablar de una "concepción virginal de Jesús", superando un tipo de maternidad puramente judía de María.

− La misión paulina empieza vinculada a la helenista, pero lleva hasta el final su tendencia universal, creando iglesias pagano-cristianas, donde no se exige la observancia de la Ley judía. Sus iglesias no son ya comunidades de judíos helenistas que admiten en su grupo a los gentiles, sino comunidades de paganos que se hacen cristianos de un modo directo. Ciertamente, ellas pueden aceptar también a cristianos de origen judío, pero ellos tendrían que aceptar las normas de vida pagana (comidas compartidas, leyes de pureza).

Conforme al testimonio de 1 Cor 15, 7 y al conjunto de la obra paulina, confirmada de algún modo por Hch 1, 13-14 (y 12, 17), podemos suponer que la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén, reunida en torno a Santiago, no ha nacido por escisión o separación, ni a través de un posible "golpe de mano" de los parientes de Jesús, sino por una experiencia pascual de Santiago y de esos familiares de Jesús, que han establecido en Jerusalén su propia iglesia, entre el año 30-33 d.C. No han vuelto a Galilea como Pedro y los doce (cf. Mc 16, 7-8), para continuar allí el tipo de misión de Jesús, sino que han fundado un nuevo tipo de "sacralidad mesiánica", en torno al templo, esperando, sin duda, el próximo retorno de Jesús como Hijo de David, mesías escatológico .

3. Gebira. La madre del "señor"

Conforme al testimonio tardío, pero exacto, de Jn 7, 1-9, los parientes no habían aceptado la misión mesiánica de Jesús en Galilea, pero le "vieron" tras su muerte y le aceptaron como mesías de Israel. Nos gustaría saber la relación que tenían con la madre de Jesús y la posibilidad de que su visión pascual estuviera vinculada al 'luto' funerario por la muerte de su hermano, pero carecemos de datos para precisarlo . También nos gustaría conocer mejor sus vinculaciones con Pedro y los Doce (las comunidades de Galilea), pero tampoco tenemos testimonios más precisos de ello.

Sea como fuere, esos parientes de Jesús han reinterpretado sus relaciones con las leyes del templo y con la vida social de Israel, diciendo que él no ha venido a destruirlas, sino a plenificarlas. Pero, al mismo tiempo, ellos han mantenido relaciones de solidaridad con los otros cristianos (galileos y helenistas). No se han rechazado unos a otros, de forma que tanto Pedro como Pablo han podido acudir a Jerusalén (para estar con Santiago) y Pablo ha querido volver allí con su "colecta", para expresar sus lazos con la comunidad que es "madre" o centro de referencia de todas las iglesias (cf. 1 Cor 9; Rom 15; Hch 21-22). En este contexto puede hablarse de la madre de Jesús como gebîra y se han escrito sus genealogías davídicas.

1. María Gebîra. La Madre del Señor (cf. Lc 1, 43). María parece vinculada a la comunidad de los judeo-cristianos de Jesús, y tanto Mc 3, 31-35 como Hch 1, 13-14 suponen que ella forma parte de la iglesia dirigida por Santiago y los parientes del Señor en Jerusalén. Es muy posible que haya venido a convertirse en una figura importante para el grupo, como parecen exigirlo las tradiciones de la gebîra o Señora-Madre de las tradiciones reales de Israel. La historia y cultura israelita más antigua avala esta visión: el hombre es fuerte como guerrero y gobernante, la mujer como madre, pues en cuanto esposa, ella estaba a merced del marido que podía expulsarla de casa (cf. Dt 24, 1-4).

Pero, muerto el marido, y defendida por sus hijos, ella se vuelve muy importante en la familia . Parece seguro que Jesús no se casó, pues un tema como el matrimonio era en aquel tiempo algo público. Pero aunque lo hubiera hecho, su mujer en cuanto tal no habría tenido autoridad, pues la autoridad no le venía como esposa (un marido podía tener varias), sino como madre. Parece claro que Jesús no tuvo hijos, pues si los hubiera tenido la madre de esos hijos hubiera tomado la autoridad en la iglesia judeocristiano.

Pues bien, en esa línea, descubrimos por Lc 1, 43, que a la muerte de Jesús algunos "cristianos" conceden autoridad (como madre del Señor, gebîra) a su madre María (Cf. 1 Rey 15, 13; 2 Rey 10, 13; Jer 13, 18). Como he dicho, el varón israelita se vuelve importante (gbr) por lo que hace. La mujer por los hijos que engendra. Pues bien, de esa manera, por razón de su hijo Jesús, el Mesías, los parientes del Jesús, pretendiente mesiánico, mesías resucitado, han considerado a su madre como gebîra o Señora. Este puede ser uno de los primeros signos de "veneración" mariana. La madre de Jesús aparece como gebîra o Señora en el fondo de las narraciones de Mt 2 (Jesús está en sus manos); en esa perspectiva pueden entenderse también Lc 1, 43 (¿de dónde a mí que venga a visitarme la madre de mi Señor) y Jn 2, 1-11 (donde parece que María acude a su calidad de madre para pedirle a Jesús que actúe, como indicándolo qué ha de hacer).

2. Jesús, hijo de David, genealogías mesiánicas. Esa comunidad, centrada en los parientes de Jesús, en Jerusalén, ha empezado dando bastante importancia al mesianismo davídico, en una línea nacional judía. Así parece reconocerlo Pablo, al menos de manera táctica, en su saludo de Rom 1, 3, cuando define a Jesús como "hijo de David según la carne", para añadir que "ha sido constituido Hijo de Dios por el Espíritu, en la resurrección de entre los muertos". Según eso, el origen davídico de Jesús, que se da por supuesto, pertenece al nivel de la carnalidad, entendida no en un plano de fragilidad humana, sino de poder genealógico. Pablo admite esa genealogía Jesús, hijo de David en perspectiva "carnal", es decir, por descendencia de varón, pues las genealogías sólo se cuentan y valoran en línea de varones, pero añadiendo que ella no tiene sentido salvador; lo que define a Jesús como salvador es su origen pascual, por la resurrección, como hijo de Dios.

Es muy posible que la tradición de Mc 12, 35-37, aceptada de modo reticente por el autor del evangelio, nos sitúe en el mismo contexto. Los que apelan al mesianismo nacional, diciendo que Jesús es Hijo de David, se sitúan en un plano imperfecto. El Jesús mesiánico y resucitado pertenece a un plano superior, pues David, autor simbólico del Sal 110, 1, le llama mi Señor, y Dios, verdadero protagonista de la historia, le hace sentar a su derecha, como mesías y juez definitivo. Esta es la cita del salmo: "Dios el Señor (=Dios) a mi Señor (=el mesías Jesús): ¡siéntate a mi derecha...!" (cf. Mc 12, 36) sólo de un modo reticente ese título mesiánico de Jesús, al ponerle por encima de David.

No conocemos directamente las pretensiones davídicas de la familia de Jesús y de la iglesia primitiva de Jerusalén, pero es claro que jugaron un papel importante en la cristología de la comunidad de Jerusalén. En esta perspectiva, la madre quedaría integrada dentro de una familia davídica, determinada por la línea masculina: ella tiene valor como esposa de un descendiente de David y, sobre todo, como madre mesiánica de Jesús. Evidentemente, los cristianos de esta comunidad han considerado a Jesús como Hijo de David a través de su padre. Desde esta perspectiva se han establecido las genealogías, conservadas y transformadas en línea distintas, pero convergentes por Mt 1, 1-17 y Lc 3, 23-36 .

En este contexto de crítica y desbordamiento del origen genealógico de Jesús se inscriben (y se superan) los relatos de la concepción virginal de Jesús por el Espíritu, pues la tradición helenista que está al fondo de ellos invalida los argumentos básicos de la iglesia de los parientes de Jesús, con sus pretensiones genealógicas. Nos gustaría conocer mejor la vida de esa iglesia, pero no conservamos ningún testimonio directo de Santiago o de alguno de los miembros de su grupo, ni tampoco un evangelio escrito en esa perspectiva. Solamente conocemos la teología de esa iglesia por las referencias exteriores de Pablo y Hech, por la elaboración de algunos elementos de su piedad en el evangelio de Mt y por algunas posibles alusiones de Jn. Sea como fuere, los parientes de Jesús y los fieles de la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén mantuvieron una "misión" propia, y en algún sentido opuesta a la Pablo, como indica no sólo 1 Cor 9, 5, sino toda la polémica de Gal y 1 Cor contra los judeocristianos (cf. Hch 15, 3; 21, 18) .

En esa línea resulta fundamental la aportación de Lucas que recoge numerosas tradiciones judeocristianas en Lc 1-2 y al comienzo del libro de los Hechos, en una línea histórica, que muestra gran simpatía por los judeocristianos, en especial por María, la madre de Jesús, cuya verdadera "historia" como figura y signo de fe comienza precisamente ahora. No sabemos cuando murió, pero debió hacerlo en un momento en que la comunidad judeo-cristiana, dirigida por su hijo Santiago, hermano de Jesús, estaba bien consolidada, quizá después del 41-44 d.C. (cuando Pedro abandona la Iglesia de Jerusalén) y antes del el 62 (cuando Santiago fue asesinado); murió después de haber realizado una tarea simbólica importante como "gebîra" (madre mesiánica y figura de la Iglesia).

Sólo así se explica la importancia que ella ha tenido en las iglesias posteriores, y la función que ha realizado en ellas, como veremos estudiando los evangelios. Su recuerdo dejó una huella intensa en la vida de la Iglesia judeo-cristiana de Jerusalén, y de allí pasó al resto de las iglesias, de formas diversas, como seguiré indicando. Debió morir en Jerusalén, pues las tradiciones que la vinculan localmente con el Discípulo Amado (cf. Jn 19, 25-27), añadiendo que murió en Éfeso, carecen de fundamento. Una tradición antigua, propia de las comunidades judeo-cristianas de Jerusalén (¡no de las helenistas), sitúa su sepulcro en el lugar que ahora ocupa la basílica de la Dormitio Maríae, junto al torrente Cedrón, cerca del lugar donde se supone que estaba el Huerto de los Olivos. No es imposible que ella hubiera sido enterrada allí .

4. La novedad judeo-helenista

Podemos suponer que los llamados "helenistas" (Hch 6) habían venido a Jerusalén para celebrar las fiestas de Pascua o Pentecostés, de manera que pudieron ser testigos de los últimos acontecimiento de la vida, juicio y muerte de Jesús, dentro de un contexto judío marcado por las esperanzas proféticas y los anuncios de renovación escatológica (cf. Hch 2). Sabemos que muchos habían venido a vivir a Jerusalén desde la diáspora, por motivos básicamente religiosos, porque esperaban un movimiento mesiánico o buscaban una forma nueva de experiencia de Dios en la ciudad del santuario. Hch 6, 9 supone que podían tener sus propias sinagogas o lugares de estudio y oración. Evidentemente, traían sus propias ideas sobre Israel y su misión entre los gentiles.Pues bien, algunos de ellos pudieron ponerse en contacto con Jesús y con su grupo (como supone quizá Jn 12, 20). Pero la novedad viene dada por su experiencia pascual y por su forma de entender y expresar la experiencia pascual En este contexto se inscribe la conversión y trayectoria posterior de Pablo (quizá el 32 d.C., a los dos años de la muerte de Jesús). La misión helenista hizo posible el establecimiento del cristianismo con su propia identidad, a partir del trasfondo judío:

‒ Muerte de Jesús, fin del templo. Estos cristianos retomaron la crítica de Jesús contra el templo (cf. Mc 11, 15-19), desarrollando una interpretación judía muy especial de la historia, que veía el templo como signo de rechazo contra Dios (cf. Hch 7, 44-50). Pero su novedad no está en su crítica del culto del templo (cosa que podían hacer otros judíos), sino en relacionarla con la muerte de Jesús, quien de esa forma asume y sustituye (niega y supera) los valores anteriores de sacralidad legal judía. A su juicio, la novedad de Jesús se condensaba en su muerte pascual (resurrección), que supera el culto del templo.

‒ Nacido de mujer (Gal 4, 4). Pero ellos entienden a Jesús no sólo como aquel que muere por los hombres, sino también como el Hijo que Dios ha enviado a este mundo, nacido de mujer. Ciertamente, en un sentido, el nacimiento de Jesús como hijo de David pertenece al plano de la ley, entendida como "carne" (cf. Rom 1, 3-4). Pero él nace en otro plano, como Hijo de Dios, enviado divino, superando así el nivel de la "ley judía". En ese contexto, el dato más significativo no está en decir que Jesús "nace de Dios", como ser divino, sino en seguir diciendo que él nace de María, según la carne.

A partir de aquí ha podido surgir bastante pronto (aunque después de haber muerto María) el simbolismo teológico (theologumenon) del "nacimiento virginal", que sirve para superar la visión "genealógica" de su origen, describiendo ese nacimiento (que Rom 1, 3-4 aún presenta como propio del plano de la carne, en línea nacional judía) como expresión de la filiación divina de Jesús. Ese signo de la "concepción por el Espíritu" traduce en formas helenistas, cercanas a las empleadas por Filón de Alejandría (filósofo judío del tiempo de Jesús), la experiencia de un nacimiento mesiánico que desborda el plano genealógico y nacional del judaísmo. Según eso, Jesús no es Mesías (Hijo de Dios) por haber brotado "semen de David" (en forma biológica), sino por haber surgido por obra del Espíritu de Dios.

En esa línea se había movido, como he dicho, Filón de Alejandría, que hablaba de un nacimiento virginal-espiritual, pero con una diferencia. Según Filón lo que nacía de forma "virginal" (por el poder de Dios) eran las virtudes en el alma de los justos. Ahora, en cambio, el que nace es un hombre, el mesías de Dios. El tema podía hallarse evocado por el mismo Pablo cuando afirma que Abrahán tuvo dos hijos, uno que nació según la carne (de Agar, la esclava), otro que nació según la promesa (de Sara, la libre; cf. Gal 4, 21-5, 1). Es evidente que ese nacimiento a partir de la promesa-espíritu no niega el aspecto "biológico" del nacimiento de Isaac, pero lo sitúa más allá de la "carne", en el nivel pascual del Espíritu (cf. Rom 1, 3-4). Dando un paso más, una visión helenista que se vinculará pronto con tradiciones judeo-cristianas de Santiago y que será asumida y reinterpretada de formas distintas por Mt 1-2 y Lc 1-2, afirmará que Jesús ha nacido "por obra del Espíritu".

Estrictamente hablando, lo que está en juego no es el nacimiento biológico de Jesús, sino la presencia creadora de Dios, que se manifiesta haciendo que su Hijo divino nazca, por medio de su Espíritu (su gracia) en la misma dinámica del nacimiento humano, tal como viene a realizarse por medio de María. No sabemos dónde ha surgido esta tradición del nacimiento virginal de Jesús, por obra del Espíritu. Quizá en la misma comunidad judeo-helenista de Jerusalén, quizá en alguna comunidad posterior, en el entorno de la misión helenista (en una línea cercana a la de Pablo), pero ha tenido un éxito inmenso en gran parte de las comunidades cristianas posteriores. Éstos son algunos de sus elementos más significativos.

− Dualismo espiritualista, irrupción del poder trascendente de Dios. Estrictamente hablando, esa tradición sólo ha podido surgir en un contexto como el helenista (judeo-helenista) donde se supone que cada nacimiento surge a través de una acción espiritual muy intensa de Dios. Estrictamente hablando, esa "irrupción" del Espíritu de Dios no anula la intervención del varón, sino que puede suponerla, pero ella se expresa de un modo tan hondo e intenso que la acción humana del varón (de la dinastía de David) queda en la sombra, o incluso puede no ser necesaria. De esa forma se evita la mediación genealógica de la familia de David y del pueblo judío en el despliegue del mesianismo.

− Ruptura de las generaciones, universalismo humano. El nacimiento 'genealógico' de Jesús en la línea de David corría el riesgo de encerrarle en los cauces de la ley y de la nación judía, como ponían de relieve los judeo-cristianos de Santiago quienes, a la luz del mensaje y destino de Jesús, habían sacado la conclusión de que debían insistir aún más en el cumplimiento de la Ley nacional. Al afirmar que Jesús ha superado ese nivel, naciendo por obra del Espíritu, de María Virgen, esta tradición se pone al servicio de un nuevo orden humano, en línea de salvación universal. Ciertamente, María es judía (y Jesús nace dentro del judaísmo), pero de un modo universal, como salvador de todos los hombres.

− La madre de Jesús, superación del riesgo gnóstico. Tomado en sí mismo, el helenismo podía conducir a un espiritualismo como el de Filón, en el que sólo importa la vida interior, o a una forma de gnosis, donde la madre y el nacimiento biológico carecen de importancia. Pues bien, en contra de eso, la iglesia ha mantenido en su confesión la palabra 'nacido de María virgen', para destacar así la humanidad de Jesús. En ese sentido, la apelación a María como madre de Jesús (por obra del Espíritu Santo) sirve para destacar la carnalidad de Jesús, su cuerpo histórico (su "carne"). Paradójicamente, ella, la virgen, es una expresión privilegiada de la carne humana, pero en sentido personal y universal, como seguiremos viendo en Mateo y Lucas.

− La madre de Jesús. Narraciones evangélicas. Al llegar a este nivel, debemos añadir que una cosa es confesar que Jesús ha nacido por obra del Espíritu (superando así la genealogía de los varones y la ley) y otra es articular esa confesión en un relato. Eso es lo que han hecho, de un modo ejemplar, en formas distintas pero convergentes, Mt 1-2 y Lc 1-2. Sus relatos no pueden entenderse en forma "dogmática", como han pensado muchos teólogos posteriores, sino en línea histórico-salvífica, mostrando de forma simbólica cómo Jesús no ha empezado a ser salvador en un momento posterior, a través de su mensaje especial y de su muerte, sino desde su mismo nacimiento, por obra del Espíritu Santo en María Virgen.

Ni Mateo ni Lucas han querido narrar el nacimiento virginal de Jesús por sí mismo, sino que lo han puesto al servicio de algo que para ellos es más importante (la filiación salvadora universal de Jesús) y así lo han hecho poniendo de relieve la exigencia de conversión de José, el hijo de David (Mt) y la experiencia creyente de María (Lc). Tanto el uno como el otro reinterpretan de modos distintos, pero convergentes, la misión y figura de María como "gebîra" (Señora Mesiánica), asumiendo, criticando y superando la visión de los judeo-cristianos de Santiago .

Notas:

(Presento sólo algunas más significativas, tomando como referencia mi Historia de Jesús, Verbo Divino, Estella 2013)

La "falta de fe de los parientes" indica más bien la novedad de Jesús, que se ha enfrentado con la visión mesiánica (nazorea) de su familia, para abrir un camino nuevo, escandaloso, de opción por el reino de Dios a partir de los pobres y excluidos. De manera lógica, en un primer momento, sus familiares (con su madre) no estuvieron de acuerdo con él, no le siguieron. En contra de una visión idealizada e idealista de María, que le presenta como madre tierna y pasiva de un Jesús a quien ve desde el principio como Hijo de Dios, tanto Marcos como Juan nos hacen ver que ella fue una madre y mujer que tenía su propia visión del mesianismo, y que tuvo que enfrentarse con Jesús por ello.

La muerte de Jesús fue un hecho abierto, con repercusiones públicas, que ahora no podemos precisar con más precisión. Gran parte del cristianismo primitivo se inicia con la reacción de los diversos 'grupos de Jesús' ante el 'fracaso' de su muerte. Había venido a Jerusalén como enviado escatológico de Dios, para anunciar el Reino, con su sabiduría y su capacidad carismática, pero el gobernador romano (Poncio Pilato) le condenó a muerte, con la colaboración de los mismos representantes de la ley judía (del templo de Jerusalén) y los romanos.

La interpretación que Lucas-Hechos ofrece de las apariciones pascuales y el surgimiento de la primera iglesia unitaria de los Doce-Apóstoles en Jerusalén, resulta secundaria o por lo menos muy parcial y debemos entenderla desde la propia perspectiva del autor, que 'ignora' (lo mismo que Pablo) la existencia e importancia de estos primeros cristianos galileos (a los que conoce, según Hch 9, 31).

Todo lo que conocemos de las comunidades cristianas primitivas lo sabemos desde la memoria que ellas han dejado de sí mismas en textos posteriores, que asumen y recrean su herencia (especialmente el documento Q y Mc, recreado por Mt y Lc). Durante un tiempo, hasta el 45-46 d.C., a pesar del carácter central de Santiago, Pedro sigue siendo la figura más importante de esas comunidades (cf. Gal 1, 18). Más aún, conforme al testimonio de Pablo (Gal 2, 1-10), reinterpretado por Lucas en Hch 15, a pesar de que ha dejado la ciudad en la persecución del 41-44 d.C. (cf. Hch 12, 17), Pedro sigue también vinculado a la comunidad de Jerusalén, donde le vemos 49-50 d.C. De todas formas, Pedro ha terminado convirtiéndose en misionero cristiano-helenista (y no en un miembro de la iglesia de Santiago en Jerusalén) y es muy posible que algunos otros miembros del grupo de los Doce hayan realizado la misma opción.

Marcos puede y quiere recuperar las tradiciones galileas del mensaje y milagros de Jesús, vinculadas a la memoria de Pedro y de los Doce, a quienes confía la tarea de extender su obra y mensaje (cf. 6, 6b-13). En este contexto se inscribe su referencia a la madre y hermanos de Jesús, vinculados a Nazaret, que aparece enfáticamente como su patria (Mc 6, 1). En ese fondo galilea se inscriben los textos de 'crisis familiar', que vuelve a encontrarse en el Q. Los que siguen a Jesús tienen que dejar padre y trabajo (cf. Mc 1, 16-20), abandonando al padre y al madre, con todo lo que significa la familia de este mundo (con casa y campos), para recibir una familia más amplia, en perspectiva de Reino (cf. Mc 10, 28-30; 13, 12). Por eso el hecho de ser madre o hermano de Jesús en línea biológica carece de importancia.

En un contexto de su vida (cf. Q 21: Lc 9, 57-61 par), Jesús ha podido decir "quien no odia a su padre y a su madre... no puede ser mi discípulo" (Q 56; Lc 14, 26-27; Mt 10, 37-39). Según eso, Jesús ha superado un tipo de relaciones familiares que se cierran en sí mismas, mostrando que la apertura al Reino y el compromiso a favor de los pobres y excluidos de la sociedad está por encima de la pequeña fidelidad al padre o a la madre. Todo nos permite suponer que estas palabras expresan su experiencia personal, su apertura a Dios Padre: "Todo me ha sido concedido por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar" (Q 25; Lc 10, 21-22; Mt 11, 25-27). Dios mismo aparece así como padre-madre de Jesús, origen de su autoridad (todo me lo ha concedido), principio y sentido de todo conocimiento; en ese contexto no se puede hablar de influjo de su madre.

Hch 1, 12-14 supone que la primera comunidad de Jerusalén estaba formada por tres grupos: los Doce, las mujeres y los hermanos de Jesús con su madre. De las mujeres como grupo separado no dice nada el resto del libro. De los Doce como tales tampoco dice luego nada, ni se ocupa más de los hermanos de Jesús como grupo significativo, hasta que cita bruscamente a Santiago (Hch 12, 17), como representante de la iglesia de Jerusalén, de la que Pedro tiene que huir, a causa de una persecución. Es evidente que el autor de Hch supone conocida la importancia de Santiago.

El año 49 se reúnen los líderes (Santiago, Pedro, Pablo) en Jerusalén y reconocen la existencia de dos (o tres) tendencias eclesiales: Los judeo-cristianos siguen cumpliendo las normas nacionales de la ley; los pagano-cristianos, quedan eximidos de ella, de manera que aparecen como fieles al Cristo (y a las promesas de Israel) sin hacerse judíos.

Tras la muerte de Santiago Zebedeo y la marcha de Pedro, en tiempos de Herodes Agripa (años 43?44 d.C.; cf. Hch 12), la comunidad de Jerusalén quedó dirigida por Santiago, hermano del Señor, (cf. Hch 15, 13; 21, 18; 1 Cor 15, 7; Gal 1, 19; 2, 9.12). Santiago y su grupo son partidarios de un cristianismo judío, vinculado a Jerusalén y a las tradiciones legales y mesiánicas de Israel. Ellos son plenamente judíos, en Jerusalén y en los demás lugares donde viven, formando así parte de la "federación" de sinagogas; pero, al mismo tiempo, mantienen su comunión mesiánica con los cristianos que vienen de la gentilidad y que no han sido circuncidados, ni cumplen las observancias judías. Ellos debieron sufrir una fuerte conmoción con el asesinato de Santiago (el año 62 d.C.; cf. F. JOSEFO, Ant XX, 197) y, sobre todo, con la guerra judía (del 67-70 d.C.). En esa línea parecen moverse algunos textos de la tradición de Mt, que intensifican la más alta justicia y obediencia a la ley, pero en línea de interioridad (como en las antítesis de Mt 6) y de justicia del Reino (cf. Mt 5, 17-20).

En su origen, las genealogías le sitúan dentro de una descendencia que está determinada por la sucesión de los padres varones, de manera al final de ellas debería hablarse de un nacimiento normal de Jesús, "hijo de José", en clave de genealogía de varones. Jesús aparecía así como "hijo de David" por ser hijo de José, el "nazoreo" (pretendiente davídico). En este contexto, María aparece sólo en un segundo momento, como esposa de José, y después como gebîra, madre del Señor mesiánico, recibiendo así toda su importancia. Los evangelios han citado las genealogías para cambiar su sentido, en un contexto donde se habla ya de una "concepción por el Espíritu", de manera que Jesús no es mesías por ser descendiente de David, sino por haber sido engendrado (en sentido más alto) por el Espíritu de Dios.

Esta iglesia judeocristiana quiso mantenerse dentro del judaísmo, pero eso no impidió que suscitará el rechazo de otros círculos judíos, de manera que Santiago, su representante más significativo, fue asesinado por orden del sumo sacerdote saduceo en torno al 62 d. C. (cf. Flavio Josefo, AJ, 20, 199-203). Ciertamente otros judíos protestaron pero las tensiones de estos judeo-cristianos con otros judíos no cristianos aumentaron. Es muy posible que con la guerra del 67-70 d. C. muchos tuvieran que abandonar Jerusalén, porque su mesianismo era opuesto a la violencia y guerra contra Roma; por otra parte, para ellos, el acontecimiento fundamental de la salvación de Dios ya se había realizado. Aquella iglesia acabó, pero una parte de su herencia ha sido conservada y recreada desde diversas perspectivas.

No es imposible que Jesús naciera en Belén, de donde provenía su familia nazarena, pues unos cien años antes de su nacimiento (104-103 a. C.) hubo una 'rejudaización' de Galilea, conquistada por los reyes asmoneos de Jerusalén, que llevaron colonos judíos a Galilea. Pero esto es una suposición, y los relatos del nacimiento en Belén pueden entenderse quizá mejor en perspectiva teológica.

A modo de bibliografía

Ha estudiado el tema A. Álvarez, María de Nazaret. Visión Bíblica Actual, Nueva Utopía, Madrid 2012.

Cf. R. Bauckham, Jude and the Relatives of Jesus in the early Church, Clark, Edinburgh 1990; "James and the Jerusalem Church", en The Book of Acts IV. Palestinian Setting, Eerdmanns, Grand Rapids MI 1995, 415-480; J. Blinzer, Die Brüder und Schwestern Jesu, SBS, Stuttgart 1967; F. F. Bruce, New Testament History, Doubleday, New York 1972, 195-233; M. Hengel, Between Jesus and Paul, SCM, London 1983.

Sobre la Gebira

Cf. R. de Vaux, Instituciones del AT, Herder, Barcelona 1985, 172-173. Para un estudio más amplio de la gebîra y sus funciones cf. G. Molin, "Die Stellung der gebîra im State Juda" ThZ 10 (1954) 161-175; H. Donner, ?Art und Herkunft des Amtes der Königinmutter im AT", en Fest. J. Friedrich, Heidelberg 1959, 105-145; N. E. A. Andreasen, "The role of the Queen Mother in the Israelite Society": CBQ 45 (1983) 179-194. He desarrollado el tema en La historia de Jesús, Verbo Divino, Estella 2013.

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