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Odiseo (IV) Siembra vientos y... ya verás
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Odiseo (IV) Siembra vientos y... ya verás

Actualizado 01/07/2017
Fructuoso Mangas

El caminante, Odiseo, llega a la isla de los vientos. Una vez en tierra, es recibido con honores por Eolo, el dios de los vientos, que se los regala metidos y contenidos en un gran pellejo de toro y bien atado para que no escapen y pueda tener así un viaje tranquilo y sin tormentas. Pero sus compañeros, por curiosidad, por probarlo todo y por avaricia creyendo que es un tesoro abren el pellejo y salen todos los vientos de tierra y mar provocando una tormenta enorme que acabó con casi todos. Desde aquel momento el viaje de vuelta sería más difícil.

Ahora media humanidad, la que no tiene que espabilar cada día para comer y beber, anda envuelta en la Frivolidad del todo vale y del yo me lo decido todo: es la consabida siembra de ingenuos vientos de mortales tempestades.

Es una viejísima tentación y ya Job, el protagonista de aquel dramático y bellísimo relato que recoge su experiencia, avisa con gravedad (Job 4, 8-9) "Por lo que he visto, los que cultivan la maldad siembran la miseria y eso es lo que van a segar". Y antes, hace veintisiete siglos (¡nada menos!), el profeta judío Oseas (8,7) dice como quien avisa: "Sembraron viento, torbellino segarán"

Muchas veces en la historia de los caminantes, y hoy también, como en el caso de Odiseo, se desatan los vientos y nos amenazan las tormentas que nosotros mismos provocamos. Escuche y vean: yo siembro el viento de la frivolidad y la tontería; yo siembro avaricia y ganas de probarlo todo; yo siembro sin medida sexo, dinero y droga; yo siembro total libertad en todo; yo siembro que los hijos son una lata y la maternidad un estorbo, yo siembro una subfamilia nueva y entierro la vieja; yo siembro los vientos del desprecio a las viejas normas y a las viejas virtudes; yo siembro el todo vale y lo que importa es lo que me gusta; yo siembro prepotencia y desprecio; yo siembro el descuido de Dios y el abandono de todo signo religioso?

Los vientos están sembrados y, señoras y señores, la tormenta perfecta está servida. Y en muchos casos acabará en desastre. La lista de tormentas y de sus correspondientes desastres ha sido larga en todas las épocas y no es menos larga en la nuestra. Desde el descrédito de la familia y el abandono político y social de la maternidad se llega a la inevitable caída de matrimonios y nacimientos; desde la rebaja de disciplina y de exigencia académica se llega a un enjambre de indocumentados sin rigor ni conocimientos; desde la rutina, la repetición y el abandonismo en los planteamientos pastorales se llega hasta la pérdida de seguidores y de fidelidades; desde la rebaja moral en la dedicación de muchos políticos que sólo parecen buscar sus intereses se llega a la indiferencia política y a la indignación social; desde el abandonismo y la mala preparación de muchos padres que sólo consienten y van detrás sin educar ni acompañar se llega al descontrol y a la ruina de mucha gente adolescente y joven? Y así docenas y docenas de vientos sueltos y de tempestades a la vista. Es tiempo de naufragios.

Uno de nuestros males, y al decir nuestros me refiero a España, es que hemos olvidado la historia, esa vieja y denostada maestra de la vida. Y la historia repite generación tras generación que la vida es un eco, que lo que envías es lo que regresa. Puro boomerang. Y el golpe es tan contundente como inesperado. Y por pura imprevisión o por impura ignorancia.

Y en este punto es muy interesante esa expresión tan marinera de contra viento y marea. Y es una declaración de principios. Nos recuerda que, una vez que los vientos andan sueltos, no hay que dejarse llevar por ninguno por fuerte que sea y sería bueno recordar esto cuando como sucede hoy los vientos de las modas y modos de vida parecen irresistibles. Pues no señor, resistir contra el viento. Y aunque empuje la marea, por inmensa que parezca hay que evitarla a golpe de remo y timón. Se puede decir, y nunca mejor dicho que en este caso, que Odiseo, el caminante, logró volver a Ítaca contra viento y marea? Por eso sigue siendo referente válido después de tantos siglos. Por eso es un clásico.

Y como aviso para navegantes confiados hay que decirlo a los cuatro vientos.

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