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Enseñar al que sabe
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representación teatral

Enseñar al que sabe

Actualizado 01/07/2017
Redacción

la Universidad Pontificia ha querido ceder la hermosura y grandeza de este espacio para la puesta en escena, de 'Teresa, la jardinera de la luz'

El Real Colegio del Espíritu Santo de la Compañía de Jesús, ubicado en Salamanca, y más conocido en esta ciudad como La Clerecía, es un compendio de historia, arquitectura, arte y cultura en general. Corría el año 1617 cuando se inició su imponente construcción, que además de su iglesia, incluía el Colegio y Residencia para la Orden Jesuita. Ha sido ésta una de las más significativas e influyentes órdenes religiosas en todo el mundo, cuya profunda huella intelectual, espiritual y humana es imborrable; en ocasiones "incómoda" para muchos. De hecho, fueron expulsados de nuestro país, allá por el siglo XVIII, siendo rey Carlos III.

Perdernos en los avatares de la construcción de este monumental y emblemático edificio salmantino, así como en la complicada singladura de su Orden regente, los jesuitas, nos introducen en un túnel del tiempo difícilmente abarcable por lo sinuoso de su recorrido. Sin embargo un foco de luz significativo en la historia de esta edificación ha sido el hecho de que en la primera mitad del siglo XX, 1940, concretamente, se convirtiera, cedida por la Diócesis de Salamanca, en Sede principal de una universidad católica privada, que instituida por Pío XII, recibiría el nombre de Pontificia. Se pretendía recuperar los estudios de Derecho Canónico y Teología, desterrados de las universidades en los periodos liberales del siglo XIX, y que fueron grandes puntales en los albores del siglo XIII.

El estilo Barroco imperaba en el período en el que se acometieron las obras de La Clerecía, y grandes arquitectos, pintores y escultores formaron parte de una larga lista de artistas que pasarían a la posteridad por la calidad de sus trabajos como éste al que nos referimos. Gómez Mora, García de Quiñones, Mato, o Juan Fernández y Juan Rodríguez son algunos ejemplos. Y ahora, al ver las torres que se recortan sobre el cielo coronando su artística fachada, intuimos la belleza de la iglesia con su espaciosa y no menos monumental sacristía que nos esperan dentro. El llamado Patio de Estudios al que se puede acceder también desde la calle, es el núcleo central que irradia armonía al resto del Colegio que tantos años de sabiduría encierra y que en la actualidad es un canto al futuro como el de los vencejos que llenan su cielo en las tardes de primavera y verano.

Recién estrenado éste del 2017, la Universidad Pontificia de Salamanca ha querido ceder la hermosura y grandeza de este espacio para la puesta en escena, de "Teresa, la jardinera de la luz". Ha sido el colofón a su curso académico, y la ha convertido una vez más, en anfitriona de todos los salmantinos, ofreciéndoles como siempre la oportunidad de participar en cualquier evento de carácter cultural, humano o abierto a las enseñanzas que a todos nos competen, factores de los que bien puede presumir desde su fundación. Porque ya en sus comienzos, La Compañía de Jesús tuvo también una clara orientación educativa de alto nivel, como ahora lo tiene la Universidad Pontificia, que haciendo honor a su nombre ha sabido tender "puentes" entre los saberes eclesiásticos con los que comenzara y otros más cercanos a la sociedad laica, que hacen frente a nuestros tiempos, y que comparte con la universidad pública.

Con esta mirada retrospectiva, hecha "de puntillas" a esta Institución, podemos ver la gran carga de energía humana que encierran sus muros, no sólo por la riqueza externa, fruto de la destreza y creatividad humanas, sino por la sapiencia impartida y recibida a lo largo de los siglos. Fueron estos los motivos que llevaron al productor de "Teresa, la jardinera de la luz", Javier de Prado, a elegir determinados espacios sacros o históricos, como escenarios idóneos para el montaje. El hecho teatral es otra forma de docencia en la que se produce un juego de imágenes entre actores y público a la luz de unos personajes que son el reflejo de todos. Somos más sabios si nos reconocemos iguales en los demás. Nunca es tarde para aprender otras cosas, porque en la universidad de la vida la mayoría puede alcanzar un "sobresaliente cum laude". Teresa de Jesús así lo hizo. A pesar de su categoría intelectual y teológica, obvió el mundo de hombres que creyéndose superiores oprimían a los más vulnerables de su tiempo, en particular las mujeres, y se lanzó al "camino de la vida", para entregar la suya en favor de todos como lo hizo Jesús de Nazaret. Esa fue su gran enseñanza.

Desde otra perspectiva vemos la realidad más cercana de una mujer a quien creíamos subida en los altares, lejos de nuestro mundo, inaccesible en su sabiduría. En la obra de teatro la conocemos a través de otros, de sus hermanas carmelitas que la defienden ante un dominico inquisidor que no ve porque no sabe mirar dentro de la oscuridad que la época le impone. Y como decía el jesuita B. Gracián, contemporáneo de La Clerecía que: "lo bueno, si breve, dos veces bueno", el gran Denis Rafter, ha conseguido con un guión de apenas una hora, poner ante nosotros facetas de esta monja que nunca hubiéramos sospechado.

Dos universidades de Salamanca han puesto en escena este proyecto teatral que partiera del V Centenario del Nacimiento de Teresa de Jesús en el 2015. Dos son también las representaciones en las que el grupo Lazarillo de Tormes rebasa la barrera de la 150, para ofrecer en la Pontificia la 152. En dos ocasiones ha sido reconocida doctora, "honoris causa" por Salamanca y Ávila, y "doctora de la Iglesia" en cuyo seno católico murió feliz, después de ser inculpada por la Inquisición. Estos "guiños" le hubieran gustado a la carmelita, cuyo año de nacimiento también repite el 15 (1515), pues tal y como el texto de Rafter nos la presenta, poseía un gran sentido del humor. Trabajando a fondo con todo el elenco de Lazarillo de Tormes, se llevó a cabo una investigación exhaustiva en la vida, obra y personalidad de Teresa que acabó dando a luz un resultado que ha llevado a "reaprenderla" y "reconocerla" a todos los que se "la sabían", a la vez que ha dado la oportunidad a muchos más de ratificarse en la sabiduría que tiene la vida en lo humilde y valiente.

Los hábitos del XVI que visten los actores, junto a un púlpito y la réplica exacta del órgano del maestro Salinas, que en nada desmerece al auténtico, sito en la Catedral Vieja de nuestra ciudad, son capaces de hacernos olvidar el entorno en el que nos encontramos y situarnos inmediatamente en la iglesia del convento de Alba de Tormes, donde Teresa agoniza. Son las postrimerías del XVI, y el anecdotario de la vida de la santa pasa ante nuestros ojos a través de vellos cuadros escénicos engarzados en la narración de los hechos, sus poemas de amor a Dios, o sus propias ideas y pensamientos, que fueron el único poder que ejerció para defender a quien fuera menester. Así lo hizo con el jesuita Jerónimo Gracián, en una carta al rey Felipe II. La nuera de este monarca, Margarita de Austria, mandó construir La Clerecía en desagravio por el encarcelamiento de otro jesuita, el fundador Ignacio de Loyola, ordenado por la Inquisición. Un siglo antes, Teresa venía al mundo. La lección aprendida a la luz de una nueva perspectiva sobre ella, se remató con sus propias palabras, que han quedado para la posteridad, para todo aquél que quiera ver la Divinidad en el Hombre. Son los versos que se encontraron el día de su muerte y que resonaron como la mejor de las lecciones magistrales: "Nada te turbe? Aunque todo se pierda, sólo Dios basta".

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