Salamanca, un desierto absoluto
Entramos en el verano con unos calores sofocantes. Parece que los efectos del cambio climático no dan tregua, pero Berkeley continúa con su campaña de destrucción de la Dehesa salmantina (y algunos diarios locales, como en el que escribo, hacen su agosto. A río revuelto...ya saben). Tal vez sea la solución a la situación desértica que vive la ciudad, en todos sus aspectos, o tal vez sea síntoma de que algo estamos haciendo realmente mal. Al desierto físico se suma la sangría demográfica, se calcula que en torno a 2.500 personas al año se ven forzadas a emigrar de la provincia; y esto sucede al menos desde 2010. Cuando las barbas de tu vecina veas cortar...ya saben, que se vayan preparando esas casi 30.000 personas paradas. Las cifras son demoledoras, y las da el Instituto Nacional de Estadística (INE), no es que me las invente para exagerar. Pero al Ayuntamiento no le importa, para el grupo municipal del Partido Popular lo peor de la crisis ya ha pasado y vivimos en una ciudad "culta y limpia". Se nota que pasean poco por los barrios. Les recomiendo que se repasen el informe del INE que dice que el 50% de los contratos que se hicieron en Salamanca entre enero y abril de este año duraron menos de un mes. Nos hemos convertido en jornaleros y jornaleras de la hostelería, trabajando a demanda (por horas o por días, pagándose en muchos casos menos de a cinco euros la hora) ¿Imaginan lo difícil que es así llegar a juntar mil euros? No te digo nada llegar a fin de mes. Y se atreven a decirnos que nuestra ideología es propia del siglo XIX. Yo me atrevo a decirles que a las condiciones laborales de ese periodo es a las que quieren llevarnos, por eso tal vez sigamos leyendo a Marx, ese señor de barbas que nos hablaba de la centralidad del trabajo y de cómo estos señores que nos gobiernan lo utilizan para enfrentarnos los unos a los otros a través del paro. Y dicen que no hay, que no es que no quieran dárnoslo. Ese trabajo que nos roban, obligándonos a emigrar o a vivir en condiciones de miseria. Pero yo me fijo en la gente que me rodea y veo contratos de media jornada que en realidad duran hasta diez y doce horas. Eso es una jornada completa. Veo que muy pocos de los que consiguen firmar un contrato a jornada completa trabajen menos de diez horas diarias. Y la paga de las horas extra, que son como los billetes de 500?, que en mi barrio les llaman los Bin Laden porque todos sabemos que existe (o eso parece) pero nunca nadie les ha visto. Es la estafa redonda, el capitalismo charro. Igual que las prácticas no remuneradas, que también cubren puestos de trabajo. Este capitalismo charro no tiene más expectativas que postergarnos a esto, y no les va mal si, después de todo, aquí nadie dice nada. Seguiremos creyendo que el turismo nos va a sacar de este secular atraso, como en la película de Berlanga, Bienvenido Mr. Marshall.
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