No es este un verano muy propicio para tener sabañones. Ni siquiera estos flojos inviernos que nos preceden. Aquellos sabañones que tanto picaban y enrojecían lóbulos de orejas y dedos y que tanto temor nos metían en invierno. Ahora el confort se ha instalado en las casas y los inviernos se quedan en inviernillos de la señorita pepis. El verano se adelanta, viene con olas de calor tempranas (las únicas olas que conocemos los de tierra adentro), con sequías casi bíblicas, con cosechas raquíticas, y noches insomnes de no bajar de treinta. Algo pasa.
Eso que es bien evidente que pasa no se lo creen algunos jefes como Trump. Y se niegan a tomar medidas. Bien está que desde un fatalismo moderado e historicista, nos intentemos convencer y expliquemos que el mundo está así desde que es mundo. Que se acalora y se enfría cuando parece venirle en gana. Que esta Tierra no es del todo estable y tiene estos altibajos. Y unas especies animales sustituyen a otras en la dominancia y por tanto en la supervivencia. Que nosotros con sabañones o sin ellos somos una mera contingencia en este planeta. Y que aunque intentemos parar esto, esto no se deja parar. Y otra conclusión es que somos muchos. Pero muchos. Demasiados. Y el medio en el que estamos se defiende y protesta, que no hay para todos. Que las ciudades son demasiado grandes. Y no se explotan los recursos debidamente. Que esa progresión geométrica en que nos multiplicamos no estaba prevista a comienzos de siglos anteriores. Y que duramos y duramos con duracell o sin él. Y nada es eterno ni está garantizado.
Yo añoro nuestros molestos sabañones de invierno porque eran síntoma de naturalidad. Que el invierno era invierno (y el verano, verano, claro, con calores pero en su debida medida y tiempo). Y dudo mucho más que estos cuerpos serranos del medio oeste y del norte que nos gastamos, estén especialmente diseñados para transformarse en beduinos de la noche a la mañana y resistir tantos calores (aunque nos metan el aire acondicionado hasta dentro de la misma jaima). Dudo mucho que resistamos. Al menos a medio plazo.
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