El público volvió a manifestar su entrega y admiración ante esta obra dedicada a la vida de la popular santa
Nacida, como tantos otros eventos culturales, para formar parte de la conmemoración del V centenario del nacimiento de Teresa de Jesús, la obra de teatro 'Teresa, la jardinera de la luz', no sólo ha rebasado con creces el tiempo cronológico del centenario, sino que ha llegado a un número de representaciones difícilmente alcanzable. En la tarde del 27 de mayo de este 2017, y en el cercano pueblo a la capital charra de San Pedro de Rozados, el grupo Lazarillo de Tormes ha ofrecido su actuación 150 para un emocionado público, que conocedor o no de esta singular puesta en escena, volvió a manifestar su entrega y admiración ante tan especial montaje.
Hemos otorgado al número 15 una simbólica, a la vez que simpática nomenclatura, "la niña bonita". Y no deja de resultar curioso como este número parece envolver a la figura de Teresa de Jesús. Su año de nacimiento fue 1515, y la hemos vuelto a recordar de forma significativa, después de 500 años, el pasado 2015, como haciendo un guiño a la duplicidad del 15. Por eso para Lazarillo de Tormes llegar con "Teresa, la jardinera de la luz" a la actuación 150 ha supuesto comprobar con satisfacción como su "niña bonita" ha ido creciendo, madurando y convirtiéndose en una "gran mujer", como la que realmente fue aquella en torno a la cual gira esta obra de teatro. El 15 y la centena se reúnen para hablar, una vez más, de una historia llena de frescura y madurez, la de una Teresa que brilla con luz propia en innumerables facetas que nos iluminan su auténtica realidad. Y sin embargo en su época, otra "santa", La Inquisición, casi apaga una luz tan sospechosa como fuera la suya, con otra menos enriquecedora, la de la hoguera.
El grupo Lazarillo de Tormes ha ido viendo y viviendo el proceso evolutivo de "Teresa, la jardinera de la luz" con la alegría y expectación con que se ve crecer a un ser que tienes en tus manos desde sus comienzos. Ya desde los primeros momentos de la preparación de la obra, su guionista y director escénico, nuestro ya conocido dramaturgo irlandés Denis Rafter, contó con la colaboración de todo el elenco de actores del grupo de teatro, para investigar en la vida, obra y "milagros" de una Teresa, persona ante todo, que pasó por el mundo eligiendo los caminos que quería recorrer, y en los que pisó fuerte. Conocieron a una Teresa niña, adolescente, mujer adulta, religiosa e intelectual, y ante todo subversiva con las férreas barreras que la sociedad varonil de su época establecía. Su humana inteligencia, desarrolló su capacidad de seducción e intelectualidad; su profunda e inquieta alma la llevó a dejar su corazón en manos de un Jesús de Nazaret del que se enamoró. Y con todos estos datos surge este trabajo que descubre a una monja carmelita tan humana, que lo convierte en catequético y pedagógico pues nos acerca la santidad.
Alrededor de una colina, en medio del Campo Charro, un grupo de pequeñas casas blancas se arraciman en torno a su iglesia del XVII que conserva una peculiar espadaña con dos filas de arcos que realzan sus campanas, y que parecen producir los sonidos que éstas emiten. Dentro de esta iglesia, que lleva el mismo nombre del pueblo, san Pedro, oímos también las voces de unas mujeres vestidas con hábitos de paño de estameña, que llegan cansadas de un largo viaje para acompañar a su madre enferma en tan difíciles momentos. Sin embargo entran cantando un Kyrie Eleyson al compás de las notas que salen del órgano que el maestro Salinas toca dentro del recinto. Al pie del altar al que se encaminan, un púlpito realza la figura de un padre dominico inquisidor, que las espera en lo alto, para iniciar un debate acusador sobre su madre, para el que ellas no están preparadas. Son como las casas pequeñas y blancas, llenas de vida, de San Pedro de Rozados, situadas en torno a la iglesia que marca sus existencias, y de la que se espera una acogida de madre.
La puesta en escena siempre es la misma, sus personajes también, así como las palabras que escuchamos en un duro enfrentamiento lleno de vida, lucidez y verdad. Sin embargo para todo aquel espectador que la ha visto varias veces, la obra siempre parece única y distinta. Ha ido evolucionando a lo largo de sus representaciones, porque cada una de ellas llega al público con la fuerza y matices que éste percibe y la profesionalidad a la que sus actores, a pesar de ser aficionados, han conseguido elevarla. En el más adecuado de los escenarios, cualquier altar de cualquier iglesia, rápidamente conseguimos imbuirnos de la atmósfera del XVI, que la situación vivida en escena requiere, y que está impregnada de toda la energía secular que estos recintos aportan. En boca del productor Javier de Prado, de quien partiera la idea, las iglesias son los marcos teatrales por excelencia porque recogen lo más esencial de nuestras vidas, a la vez que da la oportunidad a cualquier localidad de ofrecer este recinto para disfrutar de un hecho de tal altura cultural como es el teatro.
El término "rozados" hace alusión a un terreno que se limpia de hierbas y rastrojos, bien por el hombre o por las reses que lo pastan, para ser aprovechado como campo de cultivo. San Pedro ha sido una zona de trigo, pero cuenta también con dehesas para criar ganado de casta. Así mismo no podemos olvidar su enclave dentro de la ruta de la Plata, por donde tantos peregrinos han pasado hacia el Camino de Santiago. Muchos siglos conformando una historia hecha con los pasos de muchas gentes, de lo que dan fe los "miliarios" romanos que nos señalan las distancias. "Teresa, la jardinera de la luz", llega también a este pueblo en su bonito aniversario de esta su 150 representación, ofreciendo como siempre la oportunidad de que el teatro llegue a todos. Lo hace para presentarnos a una persona que dio sus frutos en vida como las ricas espigas de este Campo de Salamanca, gracias a una fuerza semejante a la de sus reses bravas, pisando muchos caminos donde dejó otras tantas huellas como los de tantos viajeros que por San Pedro de Rozados han pasado. Esta "Niña bonita" lo celebró con estas gentes sencillas, presentando el mejor de sus perfiles de gran mujer, gracias al buen hacer de Lazarillo de Tormes. San Pedro de nuevo abre sus puertas a Teresa, que sigue caminando, y como todos los caminos llevan a Roma, más adelante quiera tal vez abrir las de su casa en el Vaticano.