Presentación, en medio del calor y de la filigrana de las columnas del Palacio de Figueroa, la segunda novela del periodista salmantino
No eran las cinco de la tarde, pero casi, una nutrida representación del mundo del toro salmantino y un cartel de primeras espadas en El Casino de Salamanca para presentar, en medio del calor y de la filigrana de las columnas del Palacio de Figueroa, la segunda novela del periodista Paco Cañamero.
Una historia que, para Isabel Bernardo "No es una historia de trenes, sino de cruces", la poeta, uno de los miembros más destacados de la comisión de cultura de esta institución, plena de acontecimientos esta semana grande, fue presentada por el conductor del acto, el periodista Carlos Mateos como una presencia necesaria "Ya que todas las historias acaban siempre en poesía". Un Carlos Mateos que supo llevar el acto con fluidez, con enorme entrega y que definió a Paco Cañamero como un autor "Cuyo estilo ha sobrevivido al estilo".
Biógrafo de personajes tan importantes como El Viti, Julio Robles o Vicente del Bosque, autor de ensayos sobre tauromaquia y periodista, Cañamero vuelve a la novela tras su relato novelado La niebla del invierno, que asiste a los últimos años de Julián Sánchez, El Charro, para narrar una historia pegada a los caminos de hierro, esos que Isabel Bernardo, desde su cercanía con La Fuente de San Esteban, reconoce como parte de la vida de los habitantes de este pueblo. Por eso, la poeta salamantina recordó al actor José Antonio Sayagués, oriundo de La Fuente y también enamorado, como todos los de la tierra, de esos caminos de hierro por los que llegaban los cómicos de la legua. Isabel Bernardo, a quien le cupo la suerte de leer el manuscrito de su paisano, insiste en esa añoranza de la vía férrea perdida desde hace tiempo que nos unía a Portugal, recorriendo los paisajes de un iberismo que recuerda, perfectamente documentada y que dedica a un ilustre miembro del Casino, el rector Miguel de Unamuno, quien tanto recorría las tierras iguales de Portugal y España.
Tiene Isabel Bernardo la prosa certera y documentada de quien sabe entregarse a lo que le gusta. Por eso destaca en estas páginas el amor, el odio, la muerte y la vida, el recorrido desde San Sebastián hasta San Martín de Trevejo que hace el protagonista. Para la poeta, no se trata de una novela de trenes, sino de cruces, vidas que se entrelazan en torno al viaje durante una década convulsa, la de los ochenta, viva y poderosa.
Caminos que, para el periodista taurino, la voz más destacada del Canal Toros, Chapu Apaolaza, no pueden sino recorrerse desde las descripciones preciosistas de un tiempo muy determinado. "Cañamero tiene la lentitud del que mira la vida con el suficiente reposo y la suficiente sencillez para poder reproducirla" y que convierte el viaje en tren no en mero tránsito sino "en una actitud". Voz compañera en tareas de periodista, Apaolaza tiene la generosidad y la elegancia torera de reconocer en Cañamero a un amigo, a un maestro y a un hombre que fotografía con palabras. Palabras que recoge como un brindis el autor y que agradece con la humildad de quien tiene la bonhomía y la amistad como divisa permanente. Porque Cañamero es muy amigo de sus amigos y muy consciente de que, tras numerosos libros biográficos y ensayísticos, su asignatura pendiente era la novela, esa ficción que, según Carlos Mateos "Es una mentira bien contada que nos lleva a la verdad" parafraseando a Marío Vargas Llosa, también muy aficionado a los toros.
Para Cañamero, la época de los ochenta, marcada por el primer Sabina, por los cambios, la droga, la dureza de ETA y el fin de una época, también es la del fin de un tiempo que corría mansamente por las vías del tren y que, siempre, acababa transbordando en Medina del Campo. Estación emblemática, la de Medina era el cruce de todos los caminos de una época, que describió con precisión y poesía Isabel Bernardo. El tiempo de los trenes llenos de llegadas ilusionadas, abrazos, risas y nostalgias cuando la máquina emprendía de nuevo la marcha. Idas y venidas que inspiraron al escritor, observador siempre, y que acabaron convertidas en una ficción en la que se cruzan los destinos, las vidas, los amores y esos finales que Paco Cañamero quisiera siempre felices. No hay más verdad que desear un final feliz, una faena cuajada, y no hay más certeza que recordar que la vida es un viaje y que siempre? acabamos haciendo transbordo en Medina, eso sí, con un libro de la mano para inclinar la vista y dejar el paisaje al otro lado de la ventanilla y leer a Paco Cañamero.
Charo Alonso
Fotografías: Carmen Borrego