González interviene a través de un vídeo en el que pide a Sánchez "una estrategia que nos devuelva el carácter de primera fuerza política de España", mientras que Zapatero señala que el PSOE "siempre tiene que estar dispuesto a poder ganar unas eleccion
Los llamamientos a la unidad después de meses de enfrentamiento abierto y la reivindicación de la izquierda caracterizan las primeras horas del 39º Congreso Federal del PSOE. Los socialistas se mueven en el Palacio de Congresos de Madrid en un ambiente que no es de euforia aunque sí de satisfacción, al menos por el fin de la 'guerra civil'.
Pedro Sánchez fue recibido en el salón del plenario a los gritos de "presidente, presidente", mientras su rival en las primarias, Susana Díaz, seguía la escena con cara circunspecta, aunque aplaudió, de la fila 12 en medio de la delegación andaluza, la más numerosa con más de 200 delegados. Alfredo Pérez Rubalcaba y José Luis Rodríguez Zapatero, los antecesores en la Secretaría General, también estaban en primera fila aunque tampoco desbordaban entusiasmo. También ocupaba un lugar preferente Joaquín Almunia.
Pero el espíritu de la reunión ha quedado mejor reflejado en las palabras del presidente del Congreso Federal, Luis Tudanca, que en el lenguaje corporal distante de los exsecretarios generales hacia Sánchez. El líder de los socialistas castellano-leoneses ha dicho que son necesarias "todas las manos" y que todos los socialistas juntos y sin excepción remen "en la misma dirección". Frases que han sido premiadas con una rotunda ovación.
Felipe González fue el único exsecretario general ausente en la inauguración del congreso, pero envió un breve vídeo, menos de un minuto, de saludo al millar de delegados. El exlíder del PSOE y expresidente del Gobierno se encuentra en Colombia participando en el proceso de desarme de la guerrilla de las FARC, y se ha excusado por excusado por ausentarse "por vez primera en mucho tiempo" de un Congreso Federal del partido. González ha deseado a Sánchez que acierte en la "estrategia" para volver a hacer del partido la "primera fuerza" política "porque España lo necesita y también la socialdemocracia europea".
El expresidente ha deseado "todo lo mejor" a los delegados y a "su secretario general", aunque no citó el nombre de Pedro Sánchez, al que ha deseado que "tenga la mayor capacidad de acierto". Ha sido un mensaje frío y casi de compromiso, al decir de la mayoría de los delegados que se han agolpado después el gigantesco hall de entrada del Palacio de Congresos.
Tras una larga sucesión de saludos e intervenciones de invitados, ha empezado el trabajo en las comisiones que analizarán las enmiendas a la ponencia. No se esperan grandes batallas ideológicas porque los textos han llegado al cónclave muy negociados por el equipo de Sánchez y la gestora que dirigido el PSOE desde octubre. Quizás el apartado de la plurinacionalidad de España suscite alguna controversia.
Contundente victoria
Si hace solo un mes alguien hubiera dicho a un socialista que el 39 Congreso Federal iba a ser el más pacífico de la historia reciente del partido, la carcajada se habría oído a kilómetros de distancia. Y, sin embargo, así está siendo. Se acabaron las largas madrugadas negociando la composición de la dirección. Ya le habría gustado a Felipe González, Alfredo Pérez Rubalcaba -que en 2012 pasó nueve horas en vela negociando la suya- o al propio Pedro Sánchez, en 2014, haberlo tenido tan fácil. Su contudente victoria en unas primarias en las que competía contra todo el aparato del partido le ha allanado el camino. Ya no debe nada a nadie y eso le ha permitido tener manos libres. Los puestos clave están designados.
El que será su secretario de Organización, José Luis Ábalos, lo explicó con claridad ayer. El secretario general tratará de cohesionar al partido con su acción diaria, pero su criterio a la hora de confeccionar la ejecutiva no ha sido la integración de quienes trataron de evitar su victoria sino la «eficacia». También la fidelidad. Hace tres años, no le quedó más remedio que pagar sus deudas a todos aquellos que, con Susana Díaz al frente y con el objetivo de evitar la victoria de Eduardo Madina, le habían servido en bandeja el liderazgo del partido. Hasta siete barones se colocaron. En esta ocasión, no hay ni uno solo. Se ha rodeado de gente de la que se fía.
Ha podido hacerlo, en parte, porque se ha inaugurado un nuevo sistema de elección. En puridad, nunca antes los militantes habían designado al líder del partido por voto directo y vinculante. Lo del anterior congreso extraordinario fue sólo un simulacro. Una improvisación provocada por la ola imparable que generó el 15-M y una concesión de Rubalcaba. Los estatutos del PSOE nada decían de un sistema de primarias para elegir al líder y si alguien hubiera querido impugnarlo en los tribunales probablemente habría ganado. Por eso, hasta que no votaron los delegados, Sánchez no adquirió el título de secretario general. Ahora, en cambio, lo es de pleno derecho, y con un apoyo abrumador de las bases, desde el 21 de mayo.
Los críticos tardaron poco en asegurar que no pondrían la más mínima pega al equipo elegido por el restituido líder. En realidad es una suerte de 'quid pro quo'. Un «no vamos a hacernos daño». En breve empiezan los congresos regionales y se trataba de garantizar paz por paz. Pero eso no significa, ni mucho menos, que las heridas de la durísima y visceral batalla interna que ha vivido el PSOE estén cerradas ni que unos se fíen de los otros. Eso, si es que llega, llevará mucho tiempo y mucho diálogo. De momento, no lo ha habido. «Hablé 30 segundos con Pedro tras las primarias; eso ha sido todo», resume gráficamente uno de los presidentes autonómicos que apoyaron a Susana Díaz.
Política de gestos
Esa ha sido la tónica general salvo con el extremeño Guillermo Fernández Vara, que estará al frente del Consejo Territorial, el órgano consultivo del que forman parte todos los líderes territoriales y al que corresponde evaluar las políticas del partido que les afectan. Pero en el núcleo duro de la nueva dirección -que tiene a Adriana Lastra como vicesecretaria general, a Ábalos como responsable orgánico, a Alfonso Gómez de Celis como responsable de Política Institucional y a Patxi López, el único no afín integrado, de la Política Federal- aseguran que Sánchez hará gestos para demostrar que quiere pasar página.
Un buen medidor para ver si eso es así será la elección de los miembros del Comité Federal, el más importante órgano de decisión del partido, congresos al margen, al que los estatutos confieren una labor de control sobre la ejecutiva. Aunque es cierto que puede ver mermados sus poderes si finalmente se tranfieren a la militancia algunas decisiones, como la eventual revocación del líder o los pactos de gobierno, sigue siendo fundamental en la estructura del PSOE. Este fin de semana pueden ser elegidos en torno a un centenar de sus miembros (otra parte dependerá de los congresos regionales) y en los territorios confían en que se haya una representación proporcional al peso de cada federación.
Otro indicador de buena voluntad será el contenido de la ponencia. Y ahí sí que se aprecian ya cambios. En los últimos días, los colaboradores de Sánchez han trabajado junto a representantes de la gestora como Mario Jiménez y Laura Seara para ahormar un texto que pueda concitar el máximo de apoyos. En la tarea, los 'sanchistas' han accedido a pulir algunas de las alusiones más hirientes para quienes han pilotado el partido desde el ya imborrable 1 de octubre de 2016 y para quienes estuvieron en el bando perdedor de las primarias.
De ese modo, parece que quedarán suavizadas las críticas a la abstención en la investidura de Mariano Rajoy, que se eliminarán los reproches sin eufemismos a la dirección interina presidida por el asturiano Javier Fernández y que no se cargarán tanto las tintas contra José Luis Rodríguez Zapatero, al que hacían responsable de la sucesión de derrotas sufridas por el partido desde 2009 por su «acomodación a las políticas de austeridad impuestas desde el neoliberalismo» para gestionar la crisis económica.
Lo territorial, en cambio, no se altera. Pero, en realidad, los no 'sanchistas' admiten ya que con la salvaguarda de la soberanía nacional, que aparece en el texto, les vale. Es más, apuntan que el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado no les parece grave si no tiene implicaciones jurídicas y no implica privilegios. La tensión estará en otros asuntos como la maternidad subrogada, que enfrenta a feministas y al colectivo LGTB.
El Norte de Castilla