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El Amor como tabla de Salvación, en A. P. Alencart
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SOBRE 'UNA SOLA CARNE'

El Amor como tabla de Salvación, en A. P. Alencart

Actualizado 16/06/2017
Redacción

El poeta zamorano José Antonio Valle Alonso presentó en Valladolid la última obra del colaborador de SALAMANCArtv AL DÍA

Texto de José Antonio Valle Alonso en la presentación de Alfredo Pérez Alencart en los Viernes del Sarmiento, Valladolid, 26 de mayo de 2017.

Buenas tardes y bienvenidos al acto poético de los Viernes del Sarmiento, que como cada viernes, se viene celebrando en su larga andadura de cuarenta años y 2300 actos colmados de versos y sueños. Hoy, en esta velada, tenemos el placer y la alegría de recibir a un gran poeta. Me estoy refiriendo al lírico poeta y ensayista peruano-español, Alfredo Pérez Alencart, nacido en Puerto Maldonado y residente en Salamanca, su Salamanca del alma, desde hace tres décadas, donde se casó con su amada Jacqueline, llegada de Bolivia, como deja constancia el poeta al inicio de su antología Una sola carne, recientemente publicada.

Hasta aquí

llegó nuestra carabela

y aquí, entre

Lazarillos y Celestinas,

echamos mano del amor.

Alfredo Pérez Alencart es un poeta sincero, por lo que estimo que piensa que la poesía es una responsabilidad que no admite trampas ni razones, pero sí la emoción como libre camino para entender el tiempo, y que solo es auténtica cuando es testigo de nuestra fugacidad. Su poesía ha sido parcialmente traducida a más de 50 idiomas y ha recibido, por el conjunto de su obra, el Premio Internacional de Poesía "Medalla Vicente Gerbasi" (Venezuela, 2009), el Premio "Jorge Guillén" de Poesía (que otorga Juan de Baños y Sarmiento cada curso, y que se le concedió por un brillantísimo recital en una de sus participaciones en nuestros Viernes del Sarmiento, aquí, en esta sala en el año 2012) o el Premio Humberto Peregrino (Rio de Janeiro, Brasil, 2015).

Con Alfredo hemos coincidido por estos caminos literarios de la poesía, en múltiples veladas poéticas y en distintos lugares de nuestra tierra. Debo decir que siempre ha sido una inmensa satisfacción estar en compañía suya, buena persona y excelente poeta: he seguido de cerca su ascensión a los oteros de la mejor poesía con un lenguaje fresco y depurado, poesía diáfana y aparentemente sencilla, como el que camina a lomos de la serenidad con los ojos de la contemplación, poesía colmada de lirismo a su manera personal, su sello, su identidad intransferible; sentida forma de escribir poesía, esa manera de hilar la emoción sugerente y armónica; poesía llena de bellas metáforas, imágenes que llenan la retina del alma hasta la más sentida emoción. Como cuando anota lo suyo con la amada:

(?) Somos dos del después, cercanía

y Dios velozmente iluminando

la espina vertebral ya dichosa,

coronada por su sagrado vencer.

Hálito, huella, hálito, huella? Más.

O también, en la parte final de su muy celebrado poema "Mujer de ojos extremos":

(?) Yo te beso,

mujer madurada bajo el roce íntimo

de mis días vertiginosos.

Te beso

porque cabes en mis brazos

y giras tu curva esplendorosa

para que te respire

como a la esposa del amor

que está junto a mí

en todas las resurrecciones.

Alfredo Pérez Alencart está hoy aquí, entre nosotros, para presentar la antología de poesía amorosa titulada Una sola carne (Diputación de Salamanca, 2017, pp. 194. Selección y notas de Carmen Bulzan; pinturas y dibujos de Miguel Elías), antología nacida al fuego del amor y en la nostalgia presente de esas horas felices que han dejado huella en el recuerdo siempre vivo. Se trata de un amor guardián y compañero fiel de sus alegrías y también de sus penas, de sus victorias y de sus fracasos, en un canto poético, supongo yo, su tabla de salvación, amor llevado a la esencia del lenguaje, la poesía, enarbolada en el mástil del amor que todo lo abarca, amor a Jacqueline, su esposa, y que está aquí presente para escuchar el recital, su canto de amor. Como cuando le dice:

En nadie que no seas tú

acomodo mi cuerpo para la vida

que cae como una hoja

de otro otoño,

encanto

si nos hacemos una sola carne

y somos fuertes

mordiéndonos los labios,

sin límites

por estos páramos distantes?

Finalizo, pero antes de que el autor de Una sola carne pase a leernos sus poemas, no puedo dejar de recordar que Alfredo y yo nos conocimos, hace unos veinte años, por intermedio de Andrés Quintanilla Buey, mi inolvidable, querido y admirado poeta, fundador y responsable de esta gran Obra Cultural que es el Sarmiento, hasta su adiós. Obra que ha continuado mi querida Araceli Sagüillo, Alma Mater actual de estos vigorosos eventos culturales.

Oigamos algunos versos de este bello libro de Amor, de este poemario de amor dedicado a Jacqueline, su Musa exclusiva, su princesa, como la señala en el diáfano poema titulado "Año nuevo", donde ya deja constancia del perdurable amor que sostienen desde el siglo XX:

La orquídea

que te ofrezco hoy,

brotó el año pasado,

princesa.

Es flor cuidada

en el invernadero

de mis entrañas.

Acéptala.

No importa que otros

la estimen cosa

de instantes.

También

la aurora lo es,

pero renace siempre,

como el amor

que te entregué

el siglo pasado,

princesa.

Te escuchamos, querido Alfredo.

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