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El afilador y los ‘Bozales de gato’
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ESTAMPAS SALMANTINAS

El afilador y los ‘Bozales de gato’

Actualizado 12/06/2017
Redacción

Aunque es difícil observarlo, el oficio del artesano ambulante que afila los objetos que cortan todavía pervive a duras penas

El afilador y los ‘Bozales de gato’ | Imagen 1Con el tradicional aviso a través del sonido de su caramillo, con esa inconfundible melodía tonal de grave a aguda, el buen hombre todavía ofrece sus servicios de afilar cualquier objeto que corte. Los tiempos evolucionan y ahora van acompañados de motocicleta en vez de la bici. Un oficio que pervive a duras penas pero que da de comer todavía a alguna familia de nuestro entorno.

Los bozales de gato

En el pasado esta estampa se podía apreciar en las calles y plazas de nuestros pueblos, que recorrían con frecuencia aquellos afiladores procedentes de tierras zamoranas y orensanas, portando en sus mochilas otros artilugios de venta. En algunos casos, como en los pueblos al norte de Las Villas, los lugareños cuentan que, además de afilar cuchillos y navajas, eran portadores no El afilador y los ‘Bozales de gato’ | Imagen 2solo de recados de unos pueblos a otros sino también de 'Bozales de gato', en referencia a los preservativos, según el argot local de algunos pueblos.

El afilador ha sido un artesano ambulante muy presente en la pintura o en la literatura. Recogemos un fragmento de 'La corte de Carlos IV (1873), del escritor Benito Pérez Galdós.

"Mira Gabrielillo -dijo incorporándose y apartando de la rueda las tijeras, con lo cual cesaron por un momento las chispas-; tú y yo somos unos brutos que no entendemos palotada de cosas mayores. Pero ven acá: yo estoy en que todos esos señores que se alegran porque han entrado los franceses, no saben lo que se pescan, y pronto vas a ver cómo les sale la criada respondona. ¿No piensas tú lo mismo?".

En las últimas fechas, esta estampa se ha apreciado en varias calles salmantinas, ante la sorpresa de muchos de sus vecinos.

EL VIEJO AFILADOR

(José Luis Puerto)

El viejo afilador llegaba por otoño

En pobre bicicleta de abandono oxidada

Con un exiguo fardo de soledad repleto

Con ceniza en los ojos de una apagada lumbre.

Y al morir de las hojas sonaba su instrumento

Que caía en las calles anunciando su vuelta

Que caía en los pechos ya de amor embotados

Por hondas melladuras del corrosivo tiempo.

Bajaban las mujeres de las oscuras casas

Llevándole tijeras, petallas o cuchillos

Castigados en ásperos usos de la pobreza

Y el desgastado filo de duros corazones.

Y el viejo afilador hacía girar la rueda

Y aguzaba los cortes y aguzaba los pechos

Con mansa lentitud como un caer de hojas

Que en giros amarillos al corazón llegaran.

Y curiosos los niños en corro rodeábamos

Al hombre que en un poyo su merienda sacaba

Y gozosos veíamos su lata de sardinas

Abierta cual tesoro para engañar el hambre.

Al volver los rebaños y los hombres del huerto

Cansados del trabajo de recoger los frutos

El viejo afilador marchaba en el crepúsculo

Y en lentas pedaladas se perdía en la noche.

Se perdía en la noche su mirar de ceniza

Hasta que en otro otoño por el pueblo volviera.

En las gentes quedaba embotado su pecho

Mellado el corazón y la vida apagada.

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