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La Fuente de San Esteban, el amor a la tierra de José Antonio Sayagués
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homenaje al actor

La Fuente de San Esteban, el amor a la tierra de José Antonio Sayagués

Actualizado 11/06/2017
Charo Alonso

Familia, vecinos, gente que le conoció de niño, le admira de hombre y le hace un miembro más de los suyos

Calor y fiesta. El Precorpus en La Fuente de San Esteban tiene cigüeñas en la iglesia, fiesta en la calle y en el hogar del jubilado, júbilo de verdad para recibir a un hijo de la tierra que, como bien dice Manuel Rufino García, alcalde de La Fuente, ha llevado el nombre de su pueblo a esa ventana que se abre en todas las casas gracias a la magia de la ficción.

José Antonio Sayagués, a quien Manuel Rufino evoca en la Fonda de su tía Isabel, niño que descubre el mundo de la mano de su primo Celes está en su pueblo para presentar no solo un libro, sino su memoria toda. La de un niño que se hizo hombre de teatro y al que hay que homenajear desde el teatro, por ello, la organizadora de este acto en el que se presenta el libro Semblanza de un cómico, la escritora Isabel Bernardo, ha preparado con el grupo de teatro La Fuentona un delicioso entremés con el que agasajar al hijo del pueblo, al actor famoso que se asoma a la televisión para "estropearnos la siesta" y llenar sus guiones de alusiones al habla y las gentes de Salamanca. Teatro para un hombre de teatro, que los sueños sueños son y somos muchos los que soñamos con ese hombre bueno de la tasca de nuestros recuerdos, el Pelayo inteligente, vivo, humanísimo creado por José Antonio Sayagués.

Es Isabel Bernardo esa alegría y energía con la que transmite al público lo que ama con pasión y rigor. En este Su pueblo, mi pueblo, nuestro pueblo está José Antonio Sayagués, que si en Salamanca tiene su alma y su casa parte de su memoria la tiene en el aire de su memoria donde vive su primera musa, Gloria Sayagués, su madre, la hija de los carboneritos, Bernardo resume el libro autobiográfico del actor como un prodigio de sutileza que cuenta las cosas sin decirlas, con ese infinito respeto que, según la escritora y articulista, es propio de la gente de esta tierra plena de tradición, dignidad, respeto y tesón.

El mismo con el que ha trabajado el mundo de la cultura Pilar Fernández Labrador, a quien Bernardo dedica palabras emocionadas: Hecha toda ella para la política cultural, testigo del cambio que anunció un tiempo nuevo. Testigo crucial de la larga trayectoria del director del grupo teatral Garufa, Pilar Fernández Labrador se dirige al público desde un discurso exquisito, sabiamente preparado y absolutamente sentido: Tanto amó Sayagués el teatro que ha convertido a su pueblo en un gran teatro, porque solo a partir del sentimiento se llega al arte. José Antonio Sayagués nació actor y supo dar rostro, voz y sentimiento a todos sus personajes.

En medio de un silencio reverente, Pilar Fernández Labrador, con esa voz pausada de actriz que fue, se declara sorprendida por el prodigio de la pluma del actor salmantino, quien supo dedicar vida y energías a un arte efímero, arte que contiene a las demás artes, ese teatro que recorre pueblos y ciudades recibiendo el poco apoyo de las instituciones que ella representaba. Evoca doña Pilar esas dificultades, el tesón de los grupos teatrales que recorrieron la provincia en aquel programa de "Salamanca en vivo" y la ayuda que siempre le prestó nuestro protagonista, al que propone como hijo adoptivo de La Fuente de San Esteban. Palabras sentidas y emocionadas que dan paso a quien viviera tantos estrenos de Sayagués en el grupo Garufa, el profesor, el actor Ignacio Pérez de la Sota, quien declara que se siente un maletilla ante tantos primeros espadas y afirma que Sayagués no fue solo su maestro en el arte del teatro, sino en el de la vida.

Es la palabra de Pérez de la Sota siempre cercana, precisa, breve y apasionada. Por eso insiste en la generosidad, la dignidad, la honradez y el empeño a veces poco compartido de Sayagués por llevar el teatro al último pueblo para que todo el mundo tuviera derecho al teatro. Un teatro que, ya recordó Isabel Bernardo, empezó a ver en la plaza de La Fuente de San Esteban, un teatro que, gracias a la televisión, ha conseguido llevar hasta el último de los rincones. Y es la televisión y su mundo fascinante de glamour que no lo es tanto, lo que evoca con gracia y talento el último de los oradores.

Miguel Ángel Torres, médico de formación, hombre de múltiples talentos y de variada carrera profesional, se acercó al mundo de las series como figurante y evoca, con infinita gracia, los decorados provisorios, los cables sueltos, las estrellas que te hacen el trabajo fácil ?como el propio Sayagués- o tremendamente difícil. Es la anécdota, la risa que antecede a la intervención, de nuevo contundente, de Isabel Bernardo: Aquí estamos, aquí está su pueblo, no tenemos alfombra roja, somos gente muy sencilla, pero tenemos orgullo, agradecimiento, respeto y ganas de oírte. Palabras ante las que Sayagués, emocionado, agradece de pie, los ojos llenos del recuerdo de esa madre que descansa entre las encinas: Cuando alguien ama a la tierra, la tierra le atrapa. Mi pueblo fue mi primer teatro del mundo y en él vi a aquellos cómicos del viaje a todas partes que, luego lo he sabido, representaban obras de Calderón cuando yo era un niño que corría estas calles y que asustaba a mi tía porque me gustaban el trueno y las tormentas.

Tiene la evocación de José Antonio Sayagués la cercanía del que sabe que habla desde el corazón a los corazones de los suyos. Familia, vecinos, gente que le conoció de niño, le admira de hombre y le hace un miembro más de los suyos. Gente que le escucha, le aplaude como ha aplaudido a cada uno de los participantes en un acto pleno de emoción y de sonrisas.

Un acto de amor, de teatro, de memoria, de recuerdo y de futuro. De reconocimiento del éxito, del trabajo y de la magia de una televisión que nos entrega, todos los días, el regalo de un personaje que es pueblo y que ha sabido convertirse en uno de los nuestros. De la mano de quien fue siempre un hombre de teatro total, un hombre convencido de la verdad de su arte y de su propuesta. Una historia inacabada convertida en ese libro que celebramos desde el calor y el cariño. Brillan los ojos emocionados de todos, afuera la fiesta arrecia, colorida, generosa, y el acto termina como las buenas obras, con un aplauso entregado. Porque no se merece menos, este hijo del pueblo, actor, actor sobre todas las cosas.

Texto de Charo Alonso / Fotos de Fernando Sánchez Gómez.

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