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Un baluarte en estos tiempos confusos y aciagos: ‘Una sola carne’
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VÍCTOR ILICH, DESDE CHILE

Un baluarte en estos tiempos confusos y aciagos: ‘Una sola carne’

Actualizado 05/06/2017
Redacción

El poeta y juez chileno reconoce que cuando se habla de Amor, la canción suena fácil pero resulta difícil de interpretar, algo que logra A. P. Alencart cual director de orquesta

'Una sola carne' (Diputación de Salamanca, 2017, selección antológica hecha por Carmen Bulzan), de Alfredo Pérez Alencart, es un baluarte en estos tiempos confusos y aciagos cuando, al igual que en el tiempo de los jueces de Sansón, cada uno quiere hacer lo que bien le parece. Yo también, lamentablemente, me he impregnado de esta época, pero no me conformo con poco, ni quiero conformarme con este siglo. No me conformo con declaraciones al viento, ni escritas en papel couché ni ahuesado. Ni en páginas web, ni revistas literarias. Anhelo lo que al parecer ha alcanzado nuestro Alfredo: amar y ser amado. Y si es capaz de compartir sus misterios con nosotros, algo de él es de nosotros.

Sí, este conjunto de poemas es un baluarte de la necesidad de comunión con la naturaleza. No exagera si alguien dijera que el amar a una mujer nos convierte en ambientalistas. Muchos quieren conservar la imagen de la mujer, su femineidad, su fuerza, su erotismo, su pasión, su inteligencia, sus emociones, sus ademanes, pero sin amar a las mujeres. Sin sacrificarse por ellas. Sin sufrir, sin morir por y a favor de ellas. Alfredo quiere preservar a la mujer, no una imagen, un sujeto no un objeto, caminar y compartir con una coheredera de la gracia. Qué gracia. La que nos permite vernos en el espejo y admitir nuestro perfecto complemento. Sin artilugios, sin eslóganes, ni pancartas. Sin maquillaje.

¿Hablar de poesía? Eso lo dejo a los expertos. A mí me interesa siempre ser breve, porque el tiempo es escaso, he malgastado mucho y no sé cuánto me quede.

En 'Una sola carne' esa carne y esos huesos tienen nombre y alma. Y nombre de mujer: Jacqueline. Una frase proverbial reza que "de la abundancia del corazón habla la boca" y lo que se escribe también dice mucho, aunque no podemos olvidar que por los frutos nos conocerán, también podríamos decir que nos reconoceremos y nos reconocerán, es decir, nos volverán a conocer. Si todo cambia, no es de extrañar. Y qué mejor, cambiar para bien.

Un baluarte en estos tiempos confusos y aciagos: ‘Una sola carne’ | Imagen 1

Si el objetivo de esta antología fue honrar a la amada, entiendo que el poeta llegó a la meta y seguirá siendo potencia la fuerza de su mujer, y de su mundo.

"Tú eres la fuerza

del mundo,

mujer" (Eva)

Se ha escrito mucho sobre la órbita poética de Pérez Alencart. Lo cierto es que su antología me hizo reflexionar, lavar los platos, sacar la basura, servir la mesa, comprar el pan, decir otra vez en qué y cómo te puedo hacer feliz. Sobre lo erótico, el texto obliga a no salir por el mismo lado de la cama; el amor fraterno es la amistad que como piedra angular nos permite ser vulnerables en la intimidad, y el amor sacrificial son palabras mayores. ¿Estoy dispuesto a morir a mi egoísmo por amor a ti? ¿Y qué gano yo? Podría decir alguien. Yo diría: Una patria.

Qué alivio es tener patria y celebro al poeta por tener la suya. La verdadera patria, diría alguien menos romántico y más práctico. Y qué alivio es explorar con plena libertad esa patria:

"?mi patria verdadera / la encuentro / en el mapa de tu cuerpo" (Patria)

Alivio es la palabra precisa. Si el orgasmo del amor no es un alivio, entonces quienes practican el sexo sin amor sacrificial siguen cargando sus pesadas cargas. Insatisfechos y ansiosos. Siempre conformándose con poco. Siempre vagando sin una patria.

Dice el poeta: "Amar no es / cuestión ligera". Es la pura y santa verdad. Nada de verdades a medias, salvo que tenga medias o un portaligas de luz para volar como polilla a su alrededor? y morir, aunque sea una petite mort. Y si el poeta sentencia que: "Medicinas para el alma son los Salmos. El cuerpo necesita del Cantar de los Cantares". Me declaro culpable, una vez más, sin asco, porque mi cuerpo necesita cantos no tan ceremoniales.

Definitivamente, soy breve. Uno no recuerda libros, recuerda frases, versos, fragmentos y los que he citado en esta oportunidad son los que me han ayudado a lavar los platos, poner la mesa y sacar el tenedor y la servilleta.

Cuando se habla del Amor, sé que la canción suena fácil, pero no es fácil de interpretar. No he llegado a la meta suprema, pero sigo mirando al director de la orquesta. Sigue tocando, Alfredo.

Yo seguiré practicando.

Otoño, 2017

San Vicente de Tagua Tagua, Chile

SOBRE EL AUTOR DEL ARTÍCULO

Víctor Ilich (Santiago de Chile, 1978). Egresado del Instituto Nacional y de la Escuela de Derecho de la Universidad Finis Terrae, en la cual estudió becado. Abogado y Juez Titular del Juzgado de Garantía de San Vicente de Tagua Tagua. Autor de más de una decena de obras literarias, tanto reflexivas como poéticas. Algunas de ellas han sido prologadas y comentadas por destacados académicos como Hugo Zepeda Coll, Thomas Harris y Andrés Morales. Entre sus obras se puede citar Infrarrojo (poemario presentado por el académico, escritor, poeta y miembro de la Academia Chilena de la Lengua, Juan Antonio Massone del Campo, quien le incluyó en una antología de poesía); además, es autor de 'Réquiem para un hombre vivo', poemario dedicado al poeta Juan Guzmán Cruchaga, 'La insurrección de la palabra', 'Arte de un ocaso vital', 'Baladas de un ruiseñor' (poemario erótico romántico), 'Dragón, escorpiones y palomas', 'Hojas de Té', 'La letra mata' (un texto que resucita la palabra), entre otros. También de 'El Silencio de los Jueces', un texto para sazonar el corazón.

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