Si los tontos volasen, jamás veríamos el sol. Por suerte, o por desgracia, sólo tenemos que aguantarles en la barra del bar, en la máquina de café del curro y en esas cloacas en las que las ratas anónimas se regodean como los puercos en sus propios lodos. Exacto, en las redes sociales.
Con el inicio del Ramadán un par de obispos católicos, españoles y ejemplares; de esos pastores a los que les ha tocado en suerte gobernar, enseñar y santificar inmensas diócesis con minúsculas comunidades católicas en sociedades musulmanas. De esos. Tuvieron la osadía de felicitar el noveno mes del calendario islámico, los treinta días más importantes para los seguidores del profeta Mahoma. Y lo hicieron en Facebook. La tormenta que se desató fue similar a la que arrecia con gran aparato de relámpagos y truenos en todo el país porque el ayuntamiento de Madrid -con el dinero de los madrileños (católicos, musulmanes, agnósticos y de los de todo credo y condición)- se ha propuesto acabar con la ignorancia que hay en la raíz del odio al islam. Más que nada porque en la villa y corte se han multiplicado los ataques, violaciones y vejaciones a personas que se acuerdan de su dios, de Alá, cinco veces al día. Especialmente con los musulmanes más débiles y reconocibles, con las mujeres que llevan velo y los niños que las acompañan. Demencial. Hablamos de palizas con graves consecuencias. El año pasado más de medio millar de agresiones en nuestro país por este motivo. Con tres asesinados.
La estupidez es muy peligrosa porque se esconde tan bien que el estúpido no sabe que lo es. Nada que ver con los que somos gordos y calvos, que enseguida nos cercioramos del asunto. Lo peor de los gilipollas es que todo el mundo sabe quiénes son, menos ellos.
En nuestro país, con una herencia católica muy intensa y reciente, tenemos la desgracia de contar con una población que arrastra, quizá, el mayor desconocimiento religioso del planeta. Y no es una hipótesis sin contrastar. Aquí confundimos la trascendencia del ser humano con ir a misa. Y la fe con los curas. De verdad, que no. Que somos muy zoquetes. Que la trascendencia es inherente a todo ser humano. Que la fe es mucho más que el catolicismo. Y que hay que separar de una vez por todas el Estado de las iglesias. De la católica en España, de la judía en Israel, de la budista en Thailandia o de la musulmana en Qatar. Y sí. Es cierto que les sacamos siete siglos de experiencia a los que este mes celebran el Ramadán. 622 años, para ser exactos. Desde la hégira de Mahoma que da inicio a su calendario. Pero de ahí a vilipendiar a dos obispos que conviven con musulmanes por felicitarles el Ramadán del mismo modo que sus vecinos les felicitan por Pascua o por Navidad? de ahí a echar pestes contra Carmena y sus concejales porque pretenden normalizar la vida de los vecinos de la capital sin distinción de credo?
Es curioso, pero los gilipollas que hablan mal de estos dos santos varones no tienen ni idea de lo que es vivir en un país musulmán ni -muchísimo menos- de la esencia del Evangelio de Jesús y lo que dicta el magisterio católico al respecto. Es paradójico, pero los estúpidos integrales a los que no les cabe la ropa en el cuerpo con las medidas de la alcaldesa de Madrid no suelen vivir en la ciudad. Y digo yo: Manolete, si no tienes ni idea, ¿para qué te metes?
En fin, que aunque no veamos el sol y las ratas sigan inundando las cloacas de las redes sociales, no me cansaré de predicar que la fe es un regalo y que los que hemos tenido la suerte de recibirla, la tenemos que cuidar. Recemos a Jesús como hijo de Dios o como profeta de Alá.
Lo dicho: Ramadán mubarak, feliz Ramadán.
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