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El anillo de oro
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El anillo de oro

Actualizado 04/06/2017
CÁRITAS

Sin ellos y los que antes vinieron, no seríamos lo que somos. No seríamos nada.

Un hombre iba por la calle y vio que algo brillaba en el suelo. Era un anillo que parecía ser de oro. Lo cogió y lo examinó detenidamente. Probó a ponérselo en uno de los dedos y le encajó a la perfección. Pero cuando intentó quitárselo no pudo. Parecía estar atascado en el dedo y no había forma de que saliera. Lo dejó estar, pensando que cuando llegara a casa se lo quitaría, y siguió su camino.

Muy cerca de allí se encontró con un grupo de personas inmigrantes, de diversas nacionalidades, que hacían cola en una oficina del gobierno para pedir el permiso de residencia. Al verlos allí aceleró el paso porque no le gustaban y se dijo para sí:

«Esta gente no va a traer nada bueno a España. Ojalá desaparecieran de aquí ellos y sus culturas, y nos dejaran solos con lo nuestro».

De repente, del anillo salió un fuerte brillo, y al momento todas las catedrales, iglesias y conventos desaparecieron de España, al igual que innumerables obras de arte. También desaparecieron innumerables ciudades y pueblos de todo el país, al igual que incontables edificios y monumentos históricos. También desaparecieron todas las acequias de riego del Levante español. Muchas personas también desaparecieron al instante, de la misma manera que muchas cosas más. El propio idioma español se esfumó, dejando sin palabras a los pocos habitantes que quedaban en el país, entre ellos el desconcertado hombre que llevaba el anillo.

La ciudad en la que vivía había desaparecido ante sus ojos como por arte de magia, y se encontraba solo en medio de unas tierras pantanosas. Lleno de miedo, intentó quitarse aquel maldito anillo que no dejaba de brillar. Pero de tanto tocarlo y frotarlo para sacárselo del dedo, salió de él un poderoso rayo de luz que se convirtió en un ser gigante que le dijo con voz grave y profunda:

«Aquí estoy. Pide tu segundo y último deseo y te será concedido»

El hombre creía estar viendo visiones, o soñando la peor de sus pesadillas. El ser gigante volvió a repetir las mismas palabras que le había dicho, esperando una respuesta. Y el pobre hombre, confuso, le preguntó cuál había sido su primer deseo. Entonces, el ser gigante le dijo que había hecho desparecer de España a todas las personas inmigrantes y todas las culturas extranjeras, y sus aportaciones a España a lo largo de la historia, tal y como él había pedido. Habían desaparecido las ciudades fundadas por fenicios, celtas, romanos, musulmanes, entre otros. Dejaron de existir todas las personas que tenían algún antepasado emigrante venido de otro país o región?

El pobre hombre, abrumado por todo lo que estaba oyendo, dijo: «deseo anular mi primer deseo y que todo vuelva a ser como antes».

Y tras un gran destello, así fue. El hombre miró su mano y no vio el anillo. No supo si había vivido un sueño pero sí supo que su país, su cultura y sus tradiciones habían llegado a ser lo que eran gracias a que se habían enriquecido a lo largo de la historia con las aportaciones de otras culturas, otros pueblos y otras gentes extranjeras.

Entonces se levantó y volvió al grupo cercano de personas inmigrantes que hacían fila para obtener el permiso de residencia y les saludó diciendo: «bienvenidos, amigos, estáis en vuestra casa».

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