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Los coladeros, germen, semilla y forja de la alfarería albense
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SUPLEMENTO ESPECIAL

Los coladeros, germen, semilla y forja de la alfarería albense

Actualizado 03/06/2017
Roberto Jiménez

José Pérez es el último "creador de arcilla" en la villa ducal, una de las partes esenciales y más desconocidas del arte alfarero de Alba de Tormes

La alfarería es una de las señas de identidad históricas de Alba de Tormes y durante muchos años fue una profesión artesana de la que vivían numerosas familias. Hay cuatro factores que marcan esa identidad alfarera: el barro extraído de sus coladeros, el arte milimétrico de los alfareros de la localidad, la decoración característica de las piezas y la creación de la filigrana.

La preparación y elaboración del barro de los coladeros es sin duda alguna uno de los procesos más desconocidos y menos difundidos de la alfarería albense. Hablar de los coladeros de Alba de Tormes es hacerlo de varios vecinos de Alba y en los últimos años de José Pérez, quien a pesar de pertenecer a una de las familias más emblemáticas de alfareros de Alba de Tormes, nunca ha ejercido la profesión. Desde su juventud, compaginaba su trabajo diario con la ardua labor de buscar la tierra y preparar el barro en los coladeros, trabajo que hace más medio siglo ejercían unas cuatro personas con el fin de abastecer a los doce alfares existentes en el año 1953.

Los coladeros, germen, semilla y forja de la alfarería albense    | Imagen 1Actualmente José Pérez tiene 74 años y afirma que "hasta los 60 años vivió la época de mayor productividad del barro en los coladeros". Recuerda a otros que también ejercieron su labor como Victoriano, Alberto, Cepedo y también los hermanos Dueñas, de los que aún Víctor sigue elaborándolo una vez al año. Además de Alba existían otros lugares donde también se extraía buen barro, pueblos de la comarca como Terradillos, Fresno y también la pequeña pedanía de Amatos de Alba.

Del barrero al coladero

La tierra se recoge de diferentes yacimientos, conocidos como "barreros". La extracción se realiza teniendo en cuenta sus variedades y se mezcla en proporciones adecuadas, la mitad de la mezcla se compone de barro rojo o fuerte y la otra mitad del amarillo o"pizarrilla", siendo este último el que facilita que la cerámica no se rompa durante el torneado.

Posteriormente la tierra recogida se vertía en la pila, se mezclaba con el agua y se dejaba ablandar durante un par de horas. Después, una de las partes que más esfuerzo requería, llegaba el momento de batir esa mezcla, durante aproximadamente una hora. Sin duda es uno de los momentos de mayor importancia y también de mayor trabajo, ya que de estos continuos movimientos dependerá la finura del barro.

El siguiente paso consistía en eliminar del barro todas las impurezas, con una criba se limpiaba y se trasladaba de una pila a otra. Allí permanecerá durante una semana, hasta que se evapore todo el agua y se extraiga colocándolo sobre cenizas para que el barro quede limpio de cualquier impureza. El último paso consiste en fraccionar esa masa de arcilla en pellas, que se trasladan posteriormente a la alfarería.

Un proceso en vías de extinción

En la actualidad, la mayoría de los alfareros compra el barro ya preparado, ya que es mucho más económico y mucho más rápido de conseguir. Solamente, los alfareros recurren a la creación del barro en los coladeros cuando realizan alguna pieza decorativa de mayor importancia.

Un barro único

Del barro albense siempre se han hablado maravillas, así lo definió Emili Sempere en 'Ruta a los alfares', donde resalta el valor de estos barros compuestos: "Sus arcillas son de una calidad excepcional, tanto para el modelado como para el secado y el fuego, así como la adherencia de los barnices. Los maestros alfareros de la localidad han sabido sacar el máximo partido de estas tierras, y sólo nos basta ver algunas de las piezas que aquí se elaboran, para comprobar la diferencia".

REPORTAJE FOTOGRÁFICO: IÑAKI SÁNCHEZ


"El trabajo que realizábamos era muy duro y no menos peligroso, ya que existía una serie de cuevas donde los alfareros con frecuencia arrancábamos las betas de esta indispensable materia prima, que a veces, por su propia composición, venía envuelta con fuertes desprendimientos. Perviven en mi recuerdo los asnos del 'Tio Perilla', que caracoleaban al subir las cuestas de aquella especie de mina, cargados con serones de esparto llenos a rebosar de pizarrilla.

Pero en este viaje mis alegres y melancólicos recuerdos, de repente, se tornaron triste y una enorme bruma se apoderó de aquella magnifica mañana cuando aparecieron en mi memoria los nombres de dos alfareros que dejaron sus vidas atrapadas por aquellos terraplenes asesinos.

Me gustaría, desde este escrito aprovechar la ocasión y, con toda mi admiración y respeto hacia ellos y sus familias rendir un humilde homenaje que, por otra parte, merecen mis antiguos compañeros: Narciso Rollán y Matías Cañizal, subrayando de forma especial, que ambas víctimas derrocharon esfuerzo, sacrificio y sudor, incluso dejando su vida en la lucha por el bienestar de su familia y que merecen el mismo respeto y reconocimiento que cualquier otro compañero"

Paco Pérez Correas en la revista La Aceña (Año 2004)

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