El paseo fluvial: paseantes maleducados, educados...y otras especies

Imagino que lo que voy a describir en estas líneas que siguen no es específico del Paseo fluvial de Salamanca, sino común a todos los parques, los pocos parques públicos existentes en Salamanca. Si escribo sobre éste, es por conocerlo más y porque en los últimos años el ambiente en él ha cambiado en exceso, para mal.

El primer problema obvio e irritante que cualquiera puede apreciar es el de la falta de limpieza. Pero no porque no se limpie, que se limpia suficientemente, sino porque hay mucho "paseante" maleducado que parece gustarle ensuciar: con el buen tiempo los bancos, los paseos se van llenando desde por la mañana de latas de bebidas, botellas de plástico, papeles, envases de todo tipo. La solución no es limpiar más, sino algo obvio que hemos escrito ya en otras columnas: poner multas a los que ensucian.

¿Por qué en Salamanca las autoridades tienen esa "fobia" a poner multas por ensuciar la vía pública o no respetar otras normas de convivencia? Todos sabemos que muchas ciudades en España han pasado de ser ciudades sucias o poco cuidadas a ser ciudades limpias, sanas en muchos aspectos de medio ambiente. ¿Cómo lo han logrado? Mediante una política de multas razonables a los infractores de las normas.

La relación de una significativa parte de la población salmantina con las normas es sobremanera curiosa: da la impresión de que cualquier norma en esta ciudad está legislada para saltársela o al menos?no tomársela en serio. Un ejemplo de esto es lo que ha sucedido con los padres que llevan a sus hijos al colegio en coche; parece que alguien les ha dicho que a ellos no les afecta ninguna norma de circulación. Seguimos con el Parque fluvial: hace unos meses el ayuntamiento dio la orden de no aparcar en a los coches que lo hacían "con la vista gorda" de la autoridad. Pues bien, los primeros días, exceptuando algún despistado, todos acataron la norma; nadie aparcaba en estos jardines. Poco a poco, sin embargo, empezó a crecer el grupo de los "insumisos", de tal modo que ahora aparcan casi tantos como antes de repetirse la orden de prohibido aparcar. Lo único conseguido es que ahora estos conductores en lugar de estar una hora aparcados, permanecen media hora.

No solo son los coches de los padres de los niños colegiales. Durante todo el día conductores de furgonetas, camiones, de repartos, etc. (por lo que se ve, creen que ellos pueden ser una excepción a la norma ) aparcan en muchos lugares de la ciudad en los que está la señal de prohibición. De tal modo que la ciudad está tan llena de "excepciones" que ya es difícil diferenciar las zonas peatonales de las abiertas al tráfico.

Terminamos este apunte con el tema de los preciosos y numerosos perritos que los salmantinos crían y cuidan. Como bien saben los amantes de los animales, solo hay que observar la conducta del amo/a para saber cómo se comportará su perro: un amo educado, que no deja la calle sucia de excrementos, que no permite que su perro se ponga a ladrar sin límites, tiene un perro "civilizado" que hace las delicias de su dueño y el placer de verle a los demás. Pero un amo que no pone límites a su perro, es un ciudadano que no tiene claro para qué existen las normas de convivencia en la ciudad. Ya podemos predecir cómo será su relación con otras normas.

Salamanca es una ciudad de dimensiones adecuadas, llena de bellos rincones, no industrial: con un poco de respeto a las normas, esta ciudad podría ser una de las más cómodas y atrayentes de toda la nación; es cuestión no de más inversiones, sino de educación ciudadana.