Lo mejor de las redes sociales es la herramienta de bloqueo. Te viene un zumbado, o una plasta, y te tocan la moral: bloqueo. Que tienes un mal día y no te apetece hablar de fútbol en tu perfil personal: bloqueo. Que en tu perfil profesional te dejan en ridículo afeándote tu cambio de criterio por intereses espurios: bloqueo. Que te dan un zasca en toda la dignidad: bloqueo. Que alguien no piensa como tú: bloqueo. Y así, bloqueando, bloqueando, uno acaba teniendo en la pantalla amiga única y exclusivamente lo que le apetece leer y no le molesta lo más mínimo. Una réplica de sus propios pensamientos que sirven para reforzar lo que ya se es, para forjar a machamartillo un modo de entender la vida único. Como si no hubiera nada más allá, nadie distinto.
Lo peor de las redes sociales es la herramienta de bloqueo. Te viene un tipo que piensa diferente, o una tipa que siente distinto, y cuando tratas de explicarle tu ideología o tus emociones: te bloquea. Que alguien tiene un mal día y le haces una broma futbolera en su perfil particular: te bloquea. Que dejas a alguien en ridículo afeándole su repentino cambio de criterio coincidiendo con un beneficio crematístico a su favor: te bloquea. Que das un zasca en toda la raíz a los ultradignos que van por la vida repartiendo carnés: te bloquean. Y así, bloqueado, bloqueado, uno acaba teniendo en la pantalla un vacío casi infinito. Porque a nadie le gusta que le digas la verdad en crudo. Aunque sea argumentando. Ni que seas tan distinto siendo del mismo equipo, incluso votando al mismo partido o rezando a Dios en la misma iglesia. Como si la comodidad de las redes sociales tuviera que ser la misma que la de los viejos editoriales.
Las redes sociales y su herramienta de bloqueo no son en sí buenas ni malas. Como casi todo en esta vida, depende absolutamente del uso que cada uno le dé. Porque las cosas, en sí, no tienen atribuciones morales.
Hoy he tenido una conversación muy interesante con un tipo educado que pensaba exactamente lo contrario que yo. Su modo de entender la vida incluía la violencia para defender algo en lo que yo también creo. Le he explicado que su modo de vivir la fe que compartimos también me afecta a mí y al mundo en el que nos ha tocado vivir. No trataba de convencerle, él a mí tampoco. Y me ha contado cómo y por qué la violencia es parte intrínseca de su modo de vida. Sigo sin entenderlo. Sigue sin entenderme. Seguiré leyéndole en mi TL, en mi muro. Seguirá leyéndome en los suyos. Seguiremos discrepando. Seguiremos dialogando. El contacto con los diferentes nos hace mejores. Estoy seguro. Él casi también.
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