Anoche lo pasé muy mal; sufro calambres musculares nocturnos y a las tres de la mañana estaba mordiendo la almohada como un desesperado. Me levanté a pasear por el salón. No di luces para no molestar a la familia. Me sentí raro con tanto vacío y silencio alrededor y volví a la cama despacio, con tres kilos de miedo añadido. Cuando nos pasa algo así lo llamamos vulgarmente "subirse la bola". Es un sufrimiento duro, muy intenso pero, a Dios gracias, breve; como un amor platónico mal curado. Busco en casa del sr. Google y me dice que es el músculo isquiotibial el causante de tan doloroso desvarío. Que se produce cuando el cuerpo está en completo abandono y relajo. También le ayudan al mal rato que me hace pasar sus colegas que viven en la calle al lado: el trices sural, el sóleo y el gastronemio. La gravedad de memorizar los nombres está en relación directa con el dolor que provocan: me veo morir.
Y como no tenía mayores cosas que contarles, aquí les dejo en buena conciencia, uno de mis múltiples dolores cotidianos. Tengo más, pero no se preocupen: hay más días que longanizas. ¡Pero es que lo de anoche era para contarlo, que mal rato, oyes!.
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