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Historia Universidad de Salamanca (final)
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Historia Universidad de Salamanca (final)

Actualizado 23/05/2017
Isaura Díaz Figueiredo

A partir de ese año, la Facultad de Derecho fue perdiendo peso en favor de la Facultad de Filosofía y Letras, mientras que la Facultad de Medicina mantuvo su posición predominante. Las principales razones de esta redistribución del cuerpo estudiantil entre facultades fueron el incremento de la población estudiantil femenina, que mostraba una mayor preferencia por las enseñanzas de la Facultad de Filosofía y Letras, y el aumento del número de estudiantes extranjeros, fundamentalmente iberoamericanos, que demandaban principalmente estudios en Medicina.

Desde 1955 hasta 1970, la Universidad de Salamanca aumentó su proyección internacional, solo equiparable a las de la Universidad Central de Madrid y la Universidad de Barcelona, también universidades de referencia en la época.

Entre 1955 y 1965, la matrícula de alumnos extranjeros se triplicó, registrándose posteriormente un ligero descenso hasta 1970. En conjunto, el número de estudiantes extranjeros se duplicó al pasar de 371 estudiantes en 1955 a 773 en 1970. Una media del 80,5 % de los estudiantes extranjeros procedían de Iberoamérica y demandaban principalmente estudios en Medicina (el 78,3 % de los alumnos extranjeros acudían a esta facultad).

El auge de la Facultad de Medicina se debió en gran medida al logro de un cierto prestigio a nivel nacional gracias a la creación de nuevos centros y escuelas profesionales como el Instituto de Investigaciones Clínicas, la Escuela Profesional de Oftalmología y la Escuela Profesional de Obstetricia y Ginecología, y a la necesidad de profesionales y especialistas en este campo en Iberoamérica.

El 11,4 % de los alumnos extranjeros acudían a la Facultad de Filosofía y Letras, fundamentalmente al Curso Superior de Filología Hispánica puesto en marcha en 1950 y que dio comienzo a la tradición de enseñanza del español en Salamanca que perdura hasta la actualidad. Estos alumnos procedían en su mayor parte de Europa (principalmente Reino Unido) y Estados Unidos.

Al margen de las enseñanzas conducentes a títulos oficiales impartidas en las facultades, el principal motor de atracción de estudiantes extranjeros fue el Curso de Verano para Extranjeros organizado por la Facultad de Filosofía y Letras desde 1964, con un plan de estudios similar al del Curso Superior de Filología Hispánica que incluía estudios en lengua, literatura, historia, geografía, arte y pensamiento de España.

El curso fue muy bien acogido y el número de estudiantes aumenta año tras año.

NOTAS:

PLAN DE ESTUDIOS CABALLERO

Al producirse la caída de JOVELLANOS como ministro de Gracia y Justicia, fue sustituido en su puesto por José Antonio Caballero, que en seguida, a diferencia del famoso asturiano, iba a adquirir una posición firmísima en el Gobierno de la Monarquía. Al principio, colaboró estrechamente con Urquijo, encargado de la Secretaría de Estado, en la política regalista, e incluso antirreligiosa y cismática que desarrolló éste. Pero tuvo la habilidad de que la caída de Urquijo no le arrastrara a él, a pesar de provocarla precisamente la política seguido contra el Papado, sino que, por el contrario, su posición salió decisivamente consolidada de tal crisis, de forma que ya permaneció en su puesto hasta el final del reinado. Su larga gestión fue beneficiosa para la instrucción pública, pues, dentro de los asuntos propios de su Ministerio, le dedicó una atención preferente. Lograría, sobre todo, llevar por fin a buen término la elaboración de un Plan General de reforma de las universidades, consiguiendo así hacer así lo que ni los gobernantes de Carlos III lograron llevar a cabo, y que vería la luz precisamente en las postrimerías del reinado, en 1807, circunstancia desgraciada que frustraría, en parte, su eficacia práctica.

Caballero remató toda su labor en pro de la instrucción pública con un Plan general para todas las universidades españolas, consiguiendo dar cima a este ya viejo proyecto. Este "arreglo" o reforma de las universidades perseguía dos fines claros:

a) El primero de ellos era la supresión de todas aquellas que, por sus escasas rentas, no podían sostener dignamente sus enseñanzas. Se consideraba inútil todo otro intento de reforma que no partiera de esta medida radical, como lo había demostrado el fracaso de las reformas dictadas en el reinado anterior, no existiendo en el país, además, ninguna necesidad de que hubiera tantas universidades, dado el escaso alumnado que a ellas acudía, mal del que se venían quejando ellas mismas desde hacía tiempo. El título de la Real Cédula que contiene el Plan es suficientemente expreso:

"Real Cédula de S.M. y señores del Consejo por la cual se reduce el número de universidades literarias del Reyno; se agregan las suprimidas a las que quedan, según su localidad, y se manda observar en ellas el Plan de estudios aprobado para la de Salamanca en la forma que se expresa" (Madrid, 1807)

b) Una vez lograda la reducción de las universidades a un número más razonable, el "arreglo" propiamente dicho de la enseñanza universitaria estaba dirigido a lograr la uniformidad en una serie de aspectos importantes en los centros que quedaban, lo que tanto por las Universidades como por Estado, era deseado vivamente como única manera de sacar a los estudios del estancamiento en que se encontraban.

Para llevar a cabo la supresión radical de ciertas universidades, el ministro envió una circular a todas ellas, reclamando una información exacta de las rentas con que contaban, y, de acuerdo con las informaciones que fue recibiendo, con criterio rígido, decidió la supresión de todas aquellas que juzgó con rentas insuficientes para mantener las enseñanzas. Naturalmente, todas las surpimidas eran universidades menores y fueron las siguientes: Toledo, Osma, Oñate, Orihuela, Avila, Irache, Baeza, Osuna, Almagro, Gandía y Sigüenza. Esta circular fue dirigida el 9 de septiembre de 1806 y decía:

"El Rey quiere que cada una de las Facultades que componen el gremiio y claustro de esa Universidad informe con separación del número de cátedras respectivas a su estudio, la dotación de ellas, duración de las enseñanzas y por qué libros se trace ésta; con todo lo demás, que cada una de esas Facultades juzgue conducente en el particular, exponiendo lo que estime digno de informe."

Así pues las universidades fueron consultadas previamente, demostrándose la inexactitud del famoso historiador de las universidades hispánicas don Vicente de la Fuente que lo negaba (2)

Todas las suprimidas quedaban incorporadas a efectos de rentas, etc., a las que permanecían según razón de su proximidad geográfica. Algunas no tuvieron energías ni siquiera para protestar. Sólo unas pocas, como Sigüenza y Oñate, se atrevieron a hacerlo, pero Caballero se mostró tajante e inflexible y llevó a cabo las supresiones sin hacer caso a las protestas, y lo que es más significativo, sin que las protestas encontraran eficaces valedores que hubieran sido capaces de torcer la realidad de la reforma.

Para llevar a cabo la uniformación de las universidades se cogió como prototipo, igual que en reformas anteriores la Universidad de Salamanca

Aunque ha pasado de puntillas, la Universidad de Salamanca en el siglo XVIII constituyó uno de los principales centro o focos de la Ilustración española.

PLAN PIDAL 1845

Con el triunfo de los moderados se hace público el llamado "Plan Pidal", (D. Pedro José Pidal, Ministro de Gobernación) que se inclina decididamente por la enseñanza como derecho estatal: "La enseñanza de la juventud no es una mercancía que pueda dejarse entregada a la codicia de los especuladores, ni debe equipararse a las demás industrias en que domine sólo el interés privado". La asunción por parte del Estado de la función docente se presenta como la única solución al caos reinante. Este real decreto tiene fecha de 17 de septiembre de 1845.

Diez días después, una real orden cesa a todos los Rectores en ejercicio, cuya función asumen los Jefes Políticos, quienes, en calidad de Visitadores y Comisionados regios, quedan encargados de la reorganización de los centros conforme al nuevo Plan, que se pronuncia abiertamente por la centralización. Se califica en él como establecimiento público de enseñanza aquel que en todo o en parte se sostiene con créditos votados por las Cortes en los Presupuestos Generales del Estado, y está controlado por el Gobierno.

Los medios para conseguir la centralización y el control gubernamental, además de la inclusión en los Presupuestos, serían la unificación de los fondos, la integración de los catedráticos en un Cuerpo único, la configuración del Distrito universitario y la uniformidad de textos y programas. Por otra parte, todas las oposiciones a cátedra, así como la obtención del grado de Doctor, se celebrarían en Madrid (Universidad Central), cabeza de las diez universidades que permanecieron en pie a partir de esta reforma.

En cuanto a la enseñanza, el plan de 1845 condena la libertad de textos, que deberían ser aprobados cada tres años por el Consejo de Instrucción Pública. Este control y la dependencia administrativa de las autoridades académicas aseguraban el dominio estatal en la instrucción pública. Como pieza clave de esta reforma se crea, por decreto de 1846, la Dirección General de Instrucción Pública, que se encomienda al inspirador de todo el proyecto, el liberal Antonio Gil de Zárate (1). Lo que viene a confirmar que el adjetivo "liberal" no siempre ha supuesto mayor libertad en el comportamiento político.

Había triunfado, al fin, la idea propuesta en Sevilla hacía más de setenta años por Olavide: la enseñanza como servicio público. Sistematizando toda la legislación publicada desde las Cortes de Cádiz y reuniéndola en un solo texto legal, se emancipaba la Universidad de la vieja tutela eclesiástica, pero no para quedar más libre sino para someterse a otro amo no menos severo, el Estado, que sigue siendo confesional, pero muy celoso de sus derechos. Desde este año toda la normativa procede de Madrid.

Desde entonces comenzó, a pesar de todo, una etapa de esplendor material y científico. En Sevilla, el Gobierno atendió económicamente a las necesarias reformas del viejo edificio jesuita, en el que no había entrado un albañil desde hacía más de medio siglo. Se construyeron tres nuevas clases en el segundo patio, con capacidad para más de cien alumnos cada una. En el patio principal se entarimaron tres clases antiguas y se habilitó un aula magna para dos centenares de estudiantes, más una sala de descanso para los profesores. En las aulas se instalaron asientos individuales para los alumnos, con brazos amplios para tomar apuntes.

Pero el plan de 1845 nació herido de muerte: no logró convencer ni a liberales ni a conservadores. A los liberales y los radicales de izquierda el plan supone un control excesivo del Estado y una limitación de la libertad de pensamiento; para los clericales, estas medidas favorecían la secularización de la enseñanza.

Tras un breve período de secularización, la firma del Concordato con la Santa Sede en 1851 devuelve la enseñanza al dominio eclesiástico. La Iglesia asume la función de vigilante de la ortodoxia en todos los niveles de la educación, como pone de manifiesto el artículo 31 del Concordato:

"Su Majestad y su real gobierno dispensarán asimismo su poderoso patrocinio y apoyo a los obispos en los casos que lo pidan, principalmente cuando hayan de oponerse a la malignidad de los hombres que intenten pervertir los ánimos de los fieles y corromper sus costumbres, o cuando hubiera de impedirse la publicación, introducción o circulación de libros malos o prohibidos."Historia Universidad de Salamanca (final)  | Imagen 1

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