Las últimas semanas han sido todo un baño de realidad respecto a la situación que viven los ciclistas en las carreteras, frecuentemente desamparados ante la falta de respeto de muchos conductores, para quienes pasar al lado de un ciclista es como pasar junto a un poste de la luz.
En España, el hecho más grave se dio en Jávea (Alicante) hace apenas dos semanas, cuando una joven que volvía de fiesta al volante, bebida y drogada, invadió el carril contrario, llevándose por delante un grupo de ciclistas, matando a tres de ellos (dos en el momento y un tercero en el hospital días más tarde).
Curiosamente, esta conductora, que dio tras el accidente positivo tanto por alcohol (triplicaba la tasa permitida) como por cocaína, era reincidente, pues en 2013 ya se le había retirado el carnet de conducir por haber dado positivo en otro control de alcoholemia, teniendo también antecedentes policiales por drogas.
Estos hechos ciertamente llevan a plantearse qué eficacia tienen las sanciones en cuanto a escarmiento o aprendizaje se refiere del sancionado, o de si cuando alguien comete algún tipo de delito al volante realiza algún ejercicio de autocrítica, o si es más fácil echar la culpa a la Guardia Civil por haber hecho un control y haberle pillado, en lugar de pensar que ha sido culpa suya.
Por otro lado, pese al eco mediático que tuvo este accidente, esto no evitó que, apenas una semana después, se diese un caso similar en Riudoms (Tarragona), donde otra conductora que iba bebida al volante (cuadruplicando la tasa permitida) arrolló a un grupo de seis ciclistas, si bien esta vez, afortunadamente, no hubo que lamentar víctimas mortales, aunque uno de ellos sí que sufrió heridas de gravedad.
Asimismo, al día siguiente, otros dos nuevos accidentes con arrollamiento de ciclistas protagonizados por conductoras ebrias tuvieron lugar en Navarra, no teniendo que lamentarse ningún fallecimiento y teniendo menos gravedad que los atropellos de Tarragona y Alicante.
Para cerrar la mala racha, este martes, un ciclista más fue atropellado en la provincia de Ciudad Real, por un vehículo que se dio a la fuga, dejando tirado en la cuneta al ciclista, que sufrió la rotura de la clavícula, dos costillas y la fisura del húmero, habiendo tenido que reconstruírsele el codo derecho. Y la pregunta es clara ¿Por qué?
Y es que está siendo un año negro para el ciclismo, y no solo en el caso de España, donde la primera mitad de mayo ha sido criminal, sino que es algo que rebasa los límites nacionales, pues el pasado día 7, en el sur de Francia, fue arrollado por un vehículo el británico Chris Froome, vigente campeón del Tour de Francia, dándose a la fuga el culpable del siniestro.
Y todo ello sucede menos de un mes después de que el italiano Michelle Scarponi, ganador del Giro de Italia en 2011, y que iba a ser el líder de su equipo en la ronda centenaria del Giro que se está disputando estos días, muriese atropellado por un conductor que no respetó la prioridad del ciclista en un cruce.
Demasiadas muertes, demasiados atropellos, y demasiada falta de respeto hacia los ciclistas. Y no sólo ciclistas, pues cuando se trata de conductores ebrios, frecuentemente pagan sus temeridades los conductores que vienen cumpliendo con las normas, y muchas veces paga con su vida quien no tiene culpa ninguna.
Todos estos accidentes deberían hacer reflexionar a la sociedad a lo largo del mundo, y plantearse que las irresponsabilidades propias tienen frecuentemente consecuencias sobre el resto, y cuando son graves, pueden acabar con la vida de otra persona, que puede ser un desconocido o un amigo, la pareja o un familiar, una persona en definitiva, con pleno derecho a vivir.
Personalmente, y como aficionado al ciclismo, quizá la muerte que más me haya afectado, por aquello de estar más familiarizado con la persona, haya sido la muerte de Scarponi. Un ciclista alegre, que contagiaba humor, siempre provocando las risas entre sus compañeros del pelotón y que, viéndolo desde el televisor, también te sacaba una sonrisa cuando hacía alguna tontería o comentario jocoso ante la cámara. Qué triste que sus dos hijos, de 4 años, no puedan disfrutar más de su padre. Qué pena que los amigos, familiares y parejas de los ciclistas asesinados en el accidente de Jávea no puedan gozar más de su presencia. Qué desgarrador que algunos se arroguen el derecho de jugar con la vida de los demás.
Reflexionemos y tomemos conciencia de nuestros actos en carretera. Aprendamos a respetar a los demás como nos gustaría que nos respetasen a nosotros. SOS Ciclistas.
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