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La iglesia de Anaya de Alba abre sus puertas a Teresa
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la ora nos traslada al siglo XVI

La iglesia de Anaya de Alba abre sus puertas a Teresa

Actualizado 21/05/2017
Redacción

Nueva puesta en escena 'Teresa, la jardinera de la luz' a cargo del grupo de teatro Lazarillo de Tormes

Siempre se ha dicho que una iglesia es la casa de Dios. Es ahí, por tanto, donde el Padre celestial reúne en torno a sí a todos sus hijos, crean o no en Él. Lo que sí es cierto sin duda es la gran carga emocional que una iglesia encierra dentro de sus muros. Son muchos trozos de vidas, que a lo largo de los siglos han celebrado momentos de felicidad, o han llorado con profundo dolor en situaciones de gran tristeza. En otras ocasiones, asuntos cotidianos se han compartido entre sus añosas paredes, como la alegría por una buena cosecha o el miedo a perderla por falta de agua, que todos pedían a quien quisiera oír. Incluso sabemos que mucha gente ha podido salvar la vida por la acogida sagrada que éstos edificios ofrecían. El resultado final después de tanto tiempo, se convierte en una pila de alto voltaje cargada con la energía de muchas humanidades creadas a partir del mismo barro, pero que han ido aportando granitos de arena de vivencias o deseos comunes.

Nada nuevo bajo la gran bóveda del cielo que a su vez acoge a las bóvedas de muchas preciosas iglesias, que como la de Anaya de Alba, de rico artesonado mudéjar, se convierten en el marco imprescindible para una gran puesta en escena, la que el grupo de teatro Lazarillo de Tormes nos ofrece con 'Teresa, la jardinera de la luz'. Escrita y dirigida por el prestigioso hombre de teatro irlandés Denis Rafter, ha sido concebida para ver la luz y crecer con ella entre los muros de las iglesias. Idea ésta que nacida de su productor Javier de Prado, ha conseguido que este montaje se retroalimente en cada representación, a la vez que facilita el acceso a ella a todo tipo de públicos, pues cada localidad cuenta con este escenario de todos y para todos, la iglesia.

La gran figura de Teresa de Jesús, en torno a la cual gira la puesta en escena, aporta otro gran foco de fuerza inconmensurable, la que llenaba su personalidad, vida y obras. 'Teresa, la jardinera de la luz', ha conseguido acercarnos a la carmelita del XVI, pues el punto de partida de este trabajo ha sido su faceta humana y de mujer, que lo fue ante todo, con una talla espiritual e intelectual que la llevó a los altares de Dios y de los hombres. Su nombramiento como santa, doctora de la Iglesia, y doctora "honoris causa" por las universidades de Salamanca y Ávila, dan constancia de ello.

Estamos ante la confluencia de una serie de elementos que han hecho posible que esta obra de teatro adquiera una categoría de gran altura, a la que ha contribuido la magnífica interpretación de los actores de Lazarillo de Tormes, que a la vista de su trabajo, no se diría que conforman un grupo de aficionados. Escena, texto e interpretación forman, en 'Teresa, la jardinera de la luz', una trinidad indisoluble que ha hecho de esta obra un fenómeno incomparable, que ha podido llegar a todo tipo de espectadores. La luz y verdad del teatro, han conseguido en esta ocasión transmitir la luz y verdad de Teresa de Jesús.

Nadie mejor para abrir puertas, que san Pedro. Así pues, lo hizo con las de su iglesia en Anaya de Alba, para permitir que durante poco más de una hora, los habitantes del pueblo y otros invitados a presenciar esta obra de teatro, pudieran sumergirse en el ambiente que en ella se crea y que nos traslada al siglo XVI, época de la que según documentos conservados, data también esta construcción. Las notas de la música renacentista, salidas de una exacta réplica del órgano que tocara el maestro Salinas, nos trasladan de forma casi inmediata al tiempo y lugar donde los acontecimientos se van a suceder. Unas hermanas carmelitas, cansadas de un largo viaje, y a las que los habitantes de Anaya pueden imaginar mojando sus hinchados pies en la charca cristalina de las afueras, o bebiendo agua de la fuente próxima, suben al altar donde la imagen del Cristo del Amparo, su patrón, es testigo mudo de la defensa que estas mujeres van a hacer ante un enviado de la Inquisición, de una Teresa que tanto le amara y que le convirtió en el motor que moviera su vida. Como bien dice en un momento de la obra una de estas hermanas, "todo lo hizo por Él, por mandato divino". Y el público queda subyugado ante la realidad de una mujer que fue capaz de reformar una orden religiosa, fundar nuevos conventos, escribir poemas de amor y libros de vida, o cartas a los más poderosos.

Cada frase, cada palabra de la obra conmueve, y según avanzamos de la mano de una vida intensa que desgranan, para poder salvarla, otras tantas vidas que llenó, conocemos, o queremos conocer mejor a un ser humano, que eligió su destino, como podemos hacer cualquiera de nosotros. Ni la Inquisición de aquella cerrada sociedad de hombres, pudo con ella. En sus obras y palabras se concentra su verdad, en la gracia y dignidad con que manejaba "el verbo", porque para Teresa "en la palabra está todo", desde la libertad a la compasión.

Anaya de Alba nos evoca también a otra persona de "palabras", su poeta Remigio González Martín, "Adares", al que siempre recordaremos paseando por la plaza de Anaya de Salamanca, regalando sus bellos poemas, cargados de vida como los de Teresa. Una figura peculiar, que como ella, vestido y tocado también con su peculiar atuendo, entendió, y así nos lo manifestó, el "todo" que es la palabra. Ni el uno, ni la otra, mirarían desde abajo a La casa de Anaya o la de Alba. Simplemente vivieron entre los sencillos. Sencilla y única como ellos fue esta representación 149 de 'Teresa, la jardinera de la luz', este 20 de un también revolucionario mayo.

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