DANCING BEETHOVEN: Un documental para no perderse

DANCING BEETHOVEN: Un documental para no perderse

En tiempos bélicos, conservadores, racistas,ahogados por falta de idealismos, la frescura, elegan cia,inteligencia y arte de la última película de Arantxa Aguirre refresca y vitaliza a los espectadores. El que tome la sabia decisión de ir a verla, sentirá, mientras contempla tantas historias diversas tejidas en una sola, dos reacciones: una, que volverá a sentir en su corazón la esperanza frente a nuestro planeta y nuestra malherida especie y otra que la belleza es la otra

potente guia en las oscuridades que nos rodean.

El gran logro de A. Aguirre es haber aplicado la misma estructura de diversidad-unidad que Beethoven realizó en la Novena Sinfonía y Maurice Béjart y su sucesor en la creación del ballet sobre la Novena, a su película. A partir de esta decisión todo en "Dancing Beethoven" fluye, entre paralelismos, metáforas, historias individuales y colectivas.

Espacial y temporalmente Aguirre sitúa su filmación del proceso de creación de esta grandiosa Novena en cuatro ciudades y estaciones: la primera en el invierno Suizo de Lausanne, con una escena inicial que sugiere la realidad de una muerte que sale al encuentro. (Como a Beethoven en su depresiva y joven estancia en Heiligenstadt). La segunda en la primavera de Tokio, presentando a los artistas japoneses, bailarines y músicos, que van definiendo con sus actos y palabras qué es la alegría ( ese sentimiento que Beethoven intentará atrapar a lo largo de su dolorosa vida, sin darse cuenta de que en su interior existía junto a su gran fuerza creadora). La alegría de sentir la fuerza, el amor a la lucha, la capacidad de actuar, de crear; así definen los japoneses la alegría. El cuerpo en movimiento del primer bailarín del Ballet de Lausanne encarnará, como quizás ningún adulto lo haya hecho nunca ( ni siquiera los Papagenos de tantas Flautas Mágicas) esa Alegría que Béjart-Beethoven han esculpido y que la cámara de la directora recoge bellamente.

El tercer capítulo vuelve de nuevo a Lausanne, en verano. Historias individuales de embarazos de bailarinas, entrevistas entre algunos padres e hijos, historias individuales reales y a la vez metafóricas ( la gestación de la obra Béjart-Beethoven a la que estamos asistiendo) se alternan con la evolución y trabajo grupal de bailarines y músicos de tantas culturas y nacionalidades. El esfuerzo de los bailarines africanos, la progresiva integración de los distintos grupos danzantes, la atractiva peculiaridad de la danza cuando la voz humana, el coro, toma protagonismo en el cuarto movimiento de la Sinfonía. "¡Alegría!", proclama y repite el coro, "Todos los hombres son hermanos" escribe Schiller y los bailarines convierten en cuerpos en movimiento ese ideal.

En el cuarto y último capítulo el trabajo, el proceso, vuelve a un Tokio otoñal, maduro. Los ensayos están finalizando, la obra, gigantesca toma forma. Con el fondo del Himno a la Alegría escuchamos a un Zubin Metha que nos habla de su infancia feliz, de un padre que no cesa de hacer música en casa, de una vida, la de él,como la de su padre, consagrada a la música, presidida por la alegría.

Dios y el diablo actúan en el mismo espacio, nos dice la voz de la "bebé Béjart", ya adulta, cerrando el proceso creador de una obra imperecedera, magistralmente filmada por esa gran creadora que es Arantxa Aguirre.