Resistir.

Vivimos tiempos llenos de incertidumbre. Los vivimos en todos los aspectos de nuestras vidas. Algunos, entre los que me quisiera incluir, gozan aún de una cierta certidumbre. Diría serenidad. La serenidad que suscita la distancia, la comprensión (el "intelligere") y, para los más sabios, la cercanía de la muerte. El saber, que ya resta poco por hacer y que lo hecho, todo lo hecho, fue asumido. Resta aún, por ejemplo, el seguir escribiendo algunas líneas y poco más. El compartir, desde la distancia y el anonimato, algunas reflexiones, decepciones y esperanzas. Compartirlas con los que aún pasean por las playas desiertas buscando alguna botella varada, traída por la inmensa mar. Y en ella un mensaje que a veces leen y, de alguna manera, contestan. Es suficiente. La cadena no se ha roto. El testigo va pasando de mano en mano. Un grano de arena. Minúsculo. Es suficiente. Esos mensajes anónimos siempre se reducen a una palabra: resistir. Sí, vivimos tiempos oscuros. Los santos se cayeron de sus hornacinas. Todos terminaron por el suelo: los económicos, los políticos, los religiosos. Nos quedamos sin mapas, sin cuadernos de bitácoras, sin brújulas y lo que es peor, sin compasión. Pareciera que el "padecer con" es propio de gente ilusa, sino, oscuramente mendaz. Pareciera que reclamar la justicia social como el valor supremo en un programa de gobierno es propio de una juventud ingenua y carente de experiencia. La vida les enseñara a resignarse, se dicen. Más aún, les enseñará a comer de todo, sin hacer ascos a nada, al prójimo si es preciso. De ahí, que hoy se construyan muros, se alcen alambradas, se recluya a la gente en ghettos y se les esconda detrás de grandes paneles publicitarios. Paneles que hablan, sin embargo, de bienestar, democracia y virtud. La post-verdad parece triunfar en nuestras vidas de manera arrolladora. Ese término, a la postre, significa cinismo. Hay que resistir. "Es la hora de los Petain, más que la de los Hitler" escribía hace días una prestigiosa analista francesa. La suprema hora del "realismo" político. A saber, el uno por ciento de la humanidad acapara el cincuenta por ciento de la riqueza mundial. Estuve ayer escuchando a Mélenchon y leía al término de su intervención un poema de Paul Elouard. No puedo menos de trascribirlo: "La nuit n'est jamais complète/Il y a toujours, puisque je le dis/ Puisque je l'affirme/Du bout du chagrín/Une fenêtre ouvert/Une fenêtre éclairée/ Il y a toujours un rêve qui veille/ Désir a combler, faim à satisfaire/ Un coeur généreux/Une main tendue, une main ouverte/Des yeux attentifs/Une vie, la vie à sa partager. (La noche nunca es completa/Siempre hay, lo digo/Lo afirmo/Al límite del sufrimiento/Una ventana abierta/Una ventana iluminada/Siempre hay un sueño desvelado/Un deseo por cumplir/Un hambre por satisfacer/Un corazón generoso/Una mano tendida, una mano abierta/Unos ojos atentos/Una vida, la vida para ser compartida). Resistir los embates de la Hibris y esperar sin desfallecer constituyen los mayores actos de inteligencia que caben en el ser humano. Mis mejores deseos, y si pudiera mi voto, para Jean-Luc Mélenchon.