Los villarinenses cumplen con su tradicional cita en el Teso de San Cristóbal

Decenas de vecinos e hijos del pueblo de Villarino celebraron como cada Lunes de Pascua la tradicional fiesta del Teso de San Cristóbal, celebración en la que hornazos y asados comparten protagonismo con la amistad, el paisaje y la naturaleza, y este día un excelente Sol con una temperatura más propia del verano que de primavera.

Adelantada a las 11.30 horas por obligaciones parroquiales, la ermita de San Cristóbal y Santa Lucía acogía la misa que daba paso al convite de chochos y aceitunas, regados con fresca limonada, ofrecido por el Ayuntamiento de Villarino.

Desde primeras horas de la mañana El Teso veía ocupado cada rincón con sillas y mesas de campo y sombrillas para hacer frente a una larga jornada festiva. Familias unidas en torno a los manteles repletos de hornazos, empanadas, tortillas, embutidos y otras viandas, además de vino de Las Arribes hecho con Bruñal y Juan García, daban vida a esta ancestral fiesta en este santuario rupestre salpicado por flores de lirios y 'avispinas', pequeña orquídea arribeña.

Y en lo alto del Teso, sobre el último suspiro del Tormes, oteando Portugal y Fermoselle, y las tierras de la Ramajería, la Peña del Pendón, mole granítica de varias toneladas de peso que dicen un día sirvió para ajusticiar a los reos, volvió a balancearse para cumplir así la tradición del Pendón, sin bandera ni carrasco anunciador, pero con el corazón de quienes se criaron escuchando sus historias y leyendas.

Sin duda un sitio mágico plagado de señales de otros tiempos, de nombres como el Balcón de Pilatos que ponen aún más intriga a un lugar en el que en este día surgiría el baile, primero bajo los sones de la gaita y el tamboril de Daniel, y más tarde con una pequeña orquesta que animaría la fiesta.

FOTOS: Manuel Temprano, Juan Grande y Miguel Corral