Es ya todo un clásico de la Semana Santa, un juego que ya por tradición e historia va en el ADN del espíritu peñarandino más genuino y un año más ha vuelto a hacerse realidad este Viernes Santo. El juego de las Mecas se ponía en marcha en el Centro Social, dándole vida, como no podría ser de otra manera, al grueso lápiz originario y la histórica libreta que recoge una a una las actas de cada reunión anual.
A las cinco en punto de la tarde, cerca de una veintena de participantes, encabezados por Ángel Gómez Tabernero, presidente de la mesa y uno de sus miembros más veteranos, comenzaban a poner en práctica el juego.
Las Mecas se ponen en marcha lanzando los dados para ir sumando los puntos. Cada jugador realizara continuas tiradas para sumar entre 24 y 31 tantos. Entonces se planta. Si se pasa, ha perdido la ron
da y la jarra de limonada denominada "lamentación".
El jugador que se pase de los 31 puntos, o que se plantó en los 24 o más, pero el resto de jugadores le superaron, pierde la "lamentación", pagando una ronda de limonada para todos y recibiendo las burlas del resto de la mesa. Durante la jugada siguiente, tendrá delante de él un cirio alumbrando, alertando de que ha perdido la tirada.
El juego viene repitiéndose desde el año 1979, pasando por etapas en las que peligraba su continuidad ante la falta de jugadores. Pero los secretos de este original juego autóctono, como aquellas recetas familiares auténticas, han ido trasladándose de generación en generación hasta llegar a nuestros días, en los que no solo parece estar más que consolidado sino que recibe a más participantes y curiosos año a año.