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Felices los pequeños
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TEATRO

Felices los pequeños

Actualizado 08/04/2017

SAELICES EL CHICO | La Iglesia de San Benito acogió en la tarde del sábado la representación de 'Teresa, la Jardinera de la Luz'

Saelices el Chico, pequeño pueblo de la provincia de Salamanca, a pocos kilómetros de la frontera portuguesa, lleva implícito en su nombre, esta gran afirmación, que proveniente de las Sagradas Escrituras da un cambio radical a la arraigada creencia de que la felicidad está en las antípodas de lo humilde, pobre o sencillo. Valores como la justicia, honestidad, pobreza de espíritu, compasión o incluso sufrimiento, son el punto de partida con el que Jesús de Nazaret empezó sus enseñanzas por esos caminos, con las Bienaventuranzas del sermón de la Montaña. Dejaba así, un mensaje que cambiaba el mundo.

Hubo una mujer que muchos siglos después, caería rendida ante la figura de este Hombre de esencia divina, que supo trascender esa humanidad para explicarnos que el Dios que le enviaba a este mundo estaba en toda su plenitud en lo más pequeño. Para Teresa de Jesús la idea de sentirse hija de Dios la hizo tan inmensamente feliz, que vio claro que caminando de la mano de su Hijo, encontraría el sentido de una vida, que quiso colmar de plenitud. Y lo hizo, como en otro tiempo su Amado, al lado de los sencillos, humillados o tristes. Los valores y capacidades que adornaron su existencia fueron muchos y variados, y todos los puso al servicio de la tarea que ella eligió, segura de la verdad que quería transmitir.

Felices los pequeños   | Imagen 1No es difícil rendirse a los encantos de nuestra monja carmelita del XVI. Sin embargo la Historia, sitúa a veces a sus protagonistas más señeros en posiciones un tanto equivocadas que los alejan, no sólo de la auténtica realidad de sus vidas, sino también del resto de la Humanidad que de estas historias particulares y concretas pueden sacar partido. Es el caso de Teresa, que contemplada siempre en su faceta de santa mística, o reina de la paradoja, nos ha llevado a construir en torno a ella una muralla tan grande como la de su ciudad abulense, pero carente de la admiración que ésta nos suscita, y que hacía que la contempláramos en la distancia, o más bien en las alturas. Pero esta mujer, fue ante todo, eso precisamente, una mujer, que al ver la realidad del siglo que le tocó vivir, en el que desfavorecidos y ante todo, el ámbito femenino, eran eclipsados por el hálito de poder que envolvía a los ricos y poderosos, tomó las riendas de su vida para cambiar esta situación.

Concentrar su experiencia vital en tan sólo una hora, pasando por los momentos y aspectos más significativos de su trayectoria personal y espiritual, no es tarea fácil. Sin embargo, cada vez que la obra de teatro "Teresa, la jardinera de la luz" llega a nosotros, asistimos maravillados a esta especie de "milagro" que consigue este montaje. Esto no se puede negar, no sólo por el número de representaciones alcanzadas, que en Saelices el Chico son ya 143, sino porque el guión que Denis Rafter nos ofrece, permite en tan poco tiempo, que tengamos una visión de Teresa de Jesús muy distinta a la más difundida, y ante todo muy cercana a nuestra condición de hombres. Que fue una figura de gran talla intelectual y espiritual es innegable, pero antes que nada hay que situar por encima de todo, su condición de mujer. Y esto no resultaba fácil dado que su carácter, conocimientos e intereses chocaban frontalmente con el "modus vivendi" de su tiempo. Y encima era una simple monja?

El acierto en la elección de los espacios escénicos, viene de la mano del productor Javier de Prado, que vio en los altares de las iglesias, los escenarios más oportunos para la obra. No sólo porque se puede remontar a los espectadores a los orígenes del fenómeno teatral, que surgiera en estos espacios hace tantos siglos, sino porque reúnen por sí mismos, toda la fuerza de las vidas de los que por allí han pasado. Y la de Teresa de Jesús era arrolladora, y en este gran trabajo del grupo teatral Lazarillo de Tormes, nos sentimos en sintonía con la humanidad divina que se pone ante nuestros ojos y toca lo más profundo de nuestro ser.

Felices los pequeños   | Imagen 2Poemas de amor a Dios, cartas demandando justicia, vida cotidiana con sus hermanas de convento, o largos y agotadores viajes fundando nuevos monasterios para su reforma carmelita, nos dan idea de la magnitud de alguien que pisaba fuerte en esta vida para poder volar hasta un Cielo donde esperaba encontrar el más sublime de los amores, el de un Dios hecho hombre que también hizo camino y abrió el suyo, en el que acompañó, como Él, a los más pequeños. En la sencilla y sobria iglesia de san Benito de Saelices el Chico, el mes de abril se inicia con la puesta en escena en su altar, de "Teresa, la jardinera de la luz". Ante un bello Crucificado, flanqueado por su santa Madre Inmaculada y el santo que da nombre a la parroquia, san Benito, vuelve a surgir la magia de llevar este montaje a sitios pequeños y alejados de caminos conocidos. Este hecho radica en ver cómo sus moradores se sienten orgullosos de poder ofrecer el mejor de sus espacios, la iglesia, por ser el más compartido por todos.

Lazarillo de Tormes, ha conseguido en todos y cada uno de ellos, al margen de sus dimensiones, valor artístico o antigüedad, trasladarnos a la atmósfera del XVI que envolviera a Teresa. Muchos son ya los que saben que el atrezzo que aporta este grupo es sencillo y austero, pero consigue su propósito ambiental: ubicarnos en la iglesia del convento de Alba de Tormes en los previos al fallecimiento de la madre carmelita. Un púlpito donde se instala por encima de nuestras cabezas un padre dominico inquisidor que amenaza el buen nombre e integridad de la moribunda, unos hábitos que en nada desdicen los de las carmelitas de aquel tiempo, elaborados con auténtico paño de lana de oveja, la estameña, y la envoltura acústica propiciada por las notas que salen de un órgano que bien podría ser el del maestro Salinas, configuran la escena. Los acordes renacentistas de la música parecen llegar de la Catedral Vieja de Salamanca, donde el instrumento original no desmerece en nada a la réplica que aparece en escena, y que al igual que el vestuario parten del bien hacer de algunos de los componentes del grupo. La felicidad se asienta en las pequeñas cosas bien hechas y compartidas. La mirada que Teresa de Jesús puso en el mundo, iluminaba también todo lo que ella hacía y su huella ha dejado una marca imborrable. Este proyecto teatral, que partió con sencillas, pero comprometidas aspiraciones con la calidad y difusión, se ha mimetizado con una historia de autenticidad llena de palabras sencillas pero contundentes.

En Saelices el Chico, a muchos kilómetros de la capital salmantina, pero al lado de la linde con el país vecino, de nuevo se rompen las fronteras entre los hombres. Los habitantes de este pueblo conocen bien el valor del esfuerzo. En medio de una "lucha" nacida de intereses creados por gentes ajenas a las raíces de la zona, han sabido renunciar a la explotación de la mina de uranio sita en la localidad, para volver a un tipo de economía ancestral como es la ganadería y agricultura. Quizá se hayan perdido beneficios económicos, pero han sabido aceptar que hay cosas tóxicas que perjudican nuestras vidas y que hay que saber erradicar. La belleza del entorno del pueblo atrae en sí misma a otras gentes que disfrutan de sus beneficios. Zona rica en agua, dibuja un paisaje donde el río Águeda cursa bajo un precioso puente de origen romano, como lo son las ruinas halladas en el centro de la población y que dan cuenta de otra civilización, que muchísimos años atrás, sí que marcó una huella profunda que todavía deja estela en nosotros. Hay valores universales imposibles de borrar. Los espectadores de Saelices el Chico se sintieron en esta bella tarde de primavera, grandes y dichosos al verse inmersos en el relato de una vida de mujer que supo llegar feliz a la vida de los más pequeños a base de grandes cualidades humanas que la hicieron inmensamente divina para la eternidad. "Teresa, la jardinera de la luz" es capaz de recordárnoslo en todas y cada una de sus representaciones, y siempre de forma única y diferente.

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