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La memoria de los ‘desterrados’ republicanos en el SO de Salamanca: La Alberguería de...
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SECUELAS DEL FRANQUISMO (XI): EXILIOS Y EMIGRACIÓN (4)

La memoria de los ‘desterrados’ republicanos en el SO de Salamanca: La Alberguería de...

Actualizado 06/04/2017
Silvia Herrero Mateos

La documentación procesal revela la existencia de exilios de corto recorrido, fugados a causa de la hostilidad local, en La Alberguería

Es de suponer que, si pueblos importantes donde hubo una represión masiva, como en La Alberca, la ocultación de la memoria es un hecho, en otros más pequeños y menos represaliados la negación aparente del pasado se habrá producido más fácilmente: localidades en que no se ha identificado más que una sola víctima mortal (Cabrillas, Casas del Conde, Castillejo de Dos Casas, Puebla de Yeltes, Tenebrón) o en las que tampoco se ha comprobado una "limpieza política" sistemática. Pero no hay que excluir nunca la existencia de una memoria familiar y local soterrada, que todavía pueda aflorar en cualquier momento, como ha sucedido en varios pueblos de la Raya (La Alberguería de Argañán, Aldea del Obispo, Casillas de Flores, Espeja, Navasfrías, Puebla de Azaba, Villar de Ciervo). La información oral puede dar pistas para otras investigaciones o completar la que ya se tienen por la documentación procesal.

Los republicanos "elegidos" para la represión en toda la comarca de Ciudad Rodrigo y la Sierra buscaron la salvación en alguna forma de "exilio" temporal, aunque desde el principio cualquiera de las opciones ofrecía escasas garantías de éxito (Iglesias 2016: II.8, "topos y desaparecidos"). La huida a otros lugares vecinos resultó catastrófica, debido a que los forasteros eran considerados "desafectos" por el hecho mismo de serlo, conforme a las instrucciones de los mandos militares de la sublevación. La emboscadura en los montes ofreció a los represores un excelente motivo para fabular sobre la existencia de grupos armados de oposición al Movimiento y así poder eliminar a sus adversarios sin piedad, aunque estaban desarmados, según pudieron comprobar (a pesar de lo cual siguieron con la misma fabulación). El exilio cercano en Portugal, aunque también peligroso por la connivencia de las autoridades portuguesas con los sublevados antirrepublicanos, ofrecía más seguridad, pero la salida solo estaba realmente al alcance de los pueblos fronterizos y por ello sus vecinos fueron los más propensos a recurrir a ella; pero también con diversa fortuna, según la fiabilidad de los amigos transfronterizos.

Alberguería de Argañán (La)

La documentación procesal revela la existencia de exilios de corto recorrido, sin salir del país, fugados a causa de la hostilidad local, en La Alberguería. Uno de ellos, Alfredo Canillas Rodríguez, había sido concejal republicano en La Alberguería y era maestro interino en Ciudad Rodrigo cuando lo denunció el médico José Espáriz por esos motivos y la acusación añadida de anteriores actividades de contrabando ("Croniquillas", 13/09/16). Fue procesado y cumplió condena, pero desde entonces se pierde su rastro, aunque su familia seguiría fiel al ideario izquierdista, pues un sobrino suyo tendría cierto protagonismo en el PSOE en los años ochenta. El otro fugado había sido un sindicalista, después soldado "nacional" y finalmente mendigo: Argimiro Lorenzo Mateos. Sin duda su caso, en apariencia singular, es representativo de aquella España arruinada y miserable, al término de la guerra, en la que pululaban los que trataban de huir de su pasado izquierdista y del hambre. Por ello quizá no resulte superfluo detenerse en algunos detalles recogidos en las diligencias que se le instruyeron por la vía jurídica militar cuando ya hacía más de medio año del término de la guerra (Dil.8578/39).

El sacristán de Santibáñez de Béjar y zapatero de profesión Mariano García García denunció a Argimiro, porque no le agradaron los modos y dichos con que pedía limosna en aquella localidad el día 25 de octubre de 1939:

Que sobre las 4 de la tarde de hoy estando el declarante en su casa trabajando en la zapatería, llegó un hombre como de cuarenta y tantos años de edad a pedir a su puerta; y al contestarle con "Dios le ampare" respondió que bien amparado iba, con mucha soberbia, diciéndole el compareciente que Dios era el único que podía ampararle, a lo que replicó el mendigo que había estado tres años con un fusil en la mano y que ahora se veía sin trabajo, cosa que habíamos conseguido con defender a España y que ojalá que volviera otra vez la guerra a España, que antes sería él fusilado que la defendiera. Seguidamente se marchó a casa de Jacinto Hernández, procediendo el compareciente a detenerlo en compañía de Marcelino Blázquez y Cesáreo García, diciendo Agustina la esposa de Jacinto que se había cagado en la puta madre de Franco; oyendo el declarante la voz de Franco, pero no la otra frase y vio hizo exclamación Agustina al oírlo; procediendo entonces a la detención y lo ingresaron en el calabozo, cuya llave dio el alguacil del Ayuntamiento y seguidamente dio cuenta a las autoridades (Dil. 8578/39).

Las primeras diligencias revelaron que Argimiro, de 43 años de edad, formaba parte del Sindicato Provincial de la Construcción en 1937, en calidad de albañil, pero el domicilio que decía tener en Salamanca no lo ocupaba desde hacía tiempo, ni era allí conocido de ningún vecino, según informes del secretario provincial de Falange, Ángel Borrego Valle, y del inspector jefe de la Comisaría de Investigación y Vigilancia de Salamanca. El denunciado presentaba, pues, las características de un tipo social poco apreciado en aquel contexto, transeúnte sin domicilio y sin trabajo, impresión que los primeros informes de La Alberguería no corroboran del todo, pues si bien el jefe local de Falange y el alcalde señalaban eufemísticamente que la conducta de Argimiro, ausente del pueblo hacía tiempo, "no fue de las mejores", le hallaban la atenuante de que había sufrido perturbación mental e incluso había estado recluido en un manicomio. Pero el informe de la Guardia Civil de Fuenteguinaldo no deja mucho lugar a dudas, pues el guardia Manuel González Bordallo, encargado de las investigaciones, le hallaba al denunciado un pasado más que sospechoso: ausente de Alberguería desde hacía siete años, emigrante en Francia, donde seis años antes quizá hubiera abandonado a su esposa, Mercedes Dionisio González (portadora de los mismos apellidos que el jefe local de Falange), con una numerosa prole de seis hijos, y, durante la contienda civil había estado en el frente de Extremadura, por Madridejos (Toledo), donde había prestado servicios de espionaje para "los rojos".

Este último detalle podía haber pesado bastante en el destino de Argimiro, que el 4 de noviembre de 1939 había ingresado en la prisión provincial. Sin duda, a falta de tener fortuna, el denunciado tenía algo de suerte, a la que él ayudó un poquito con astucia, a pesar de su presunta enajenación mental. En efecto, su versión de los hechos, al contrario de lo que le atribuía el denunciante, está llena de consideración hacia Franco y su España, con frases, más que correctas, casi reverenciosas, presentándose como el agredido verbalmente y sin olvidar de añadir que durante la guerra civil nunca había abandonado la "Zona Nacional":

Que el día [25] de octubre llegó al pueblo de Santibáñez de Béjar, y que la necesidad le obligó a pedir limosna, al efecto se dirigió a las casas a la entrada de la carretera, llamando en la primera, le contestó una voz que asegura ser de mujer con la frase "Dios le ampare, y se han terminado los gandules", contestando el declarante que el Generalísimo Franco ha dicho que debía de socorrerse a todos los necesitados (?). Dijo que no [había pronunciado la frase de que "se cagaba en la puta madre de Franco"]. Manifiesta que continuó pidiendo sin pronunciar frases malsonantes, llegando a una casa más abajo, de donde le contestaron con la frase "Dios le ampare", a lo que replicó el declarante "nos ampararemos con el hambre". Continuó hacia delante hasta que oyó voces que lo llamaban, deteniéndose, acercándose los que le llamaban e invitándole a que fuese con ellos al Ayuntamiento, donde le dejaron en un cuarto hasta el día siguiente, que le tomaron declaración (?). Que durante todo el tiempo se ha encontrado en la Zona Nacional, dedicándose unas veces a la conducción de ganado, vareando aceituna en la provincia de Toledo, sin que en ningún momento fuera detenido ni molestado (declaración del denunciado Argimiro Mateos, Salamanca, prisión provincial, 23/12/39, Dil. 8578/39: s. f.).

Pocos meses después, el día 19 de abril de 1940, conforme a una orden del Gobierno Militar, el detenido fue trasladado de la prisión provincial de Salamanca a la Clínica Psiquiátrica de Palencia (Hermanos de San Juan de Dios), donde estaría tres meses en observación. De allí saldría libre, pero no se sabe si oficialmente enfermo o sano (detalles, en Iglesias 2016: 345, nota 108), como se ignoran otras circunstancias de su vida. Desarraigado, emigrante y ausente de su familia, sería olvidado de ésta. Argimiro Mateos fue uno de tantos españoles que deambularon de acá para allá, sin rumbo fijo y sin dejar otra estela que sus avatares carcelarios y, en su caso, también sanitarios.

En efecto, por lo general, de antiguos presos y detenidos albergallos, así como de sus familiares no se tienen noticias desde la etapa carcelaria: Luciano Álvarez Rodríguez, Daniel Alfonso Acosta, María Hernández González, Gregorio Daniel Pascual Antúnez (Iglesias 2016: 586). A ellos se puede añadir José María Martín Sánchez, concejal republicano, en la comisión de policía urbana y rural, junto con Gaspar González (AMAdA, act. ses., 21 y 23/03/36), a quien apoya en la demanda para que el Gobernador delegue una persona con autoridad para la revisión de cuentas de los Ayuntamientos anteriores (AMAdA, act. ses., 03/05/36). Estuvo detenido en Ciudad Rodrigo 48 horas. Según testimonios, tenía dos hijos sirviendo en el ejército franquista, uno en Toledo y otro en Logroño, y por su influencia dejaron en libertad al padre. Habría sido alcalde durante la República, pero su posicionamiento político resulta bastante ambiguo, a juzgar por el testimonio de una informante, según la cual había ayudado a José A. Primo de Rivera a pasar de Portugal 300 pistolas, habiendo servido de intermediario un teniente de Alamedilla (CasdA 2009).

El conocimiento de la represión cruenta de La Alberguería se conocía por la tradición local y de pueblos cercanos, aunque no ha permitido fijar el número exacto ni, por supuesto, la identificación de todas las víctimas mortales (entre dos y seis). La informante Tina, de ochenta años (AdA 2009), recordaba haber visto media docena de jóvenes subidos en un camión y custodiados por falangistas que cantaban el "Cara al sol" (Carlitos, Samuel y otros) cuando, siendo niña de 8 años, iba a comprar un abanico en la tienda de la plaza, en fecha incierta del mes de septiembre. Según esta testigo entre aquéllos estaba Manuel González Martín, que había sido concejal y se dio por asesinado, sin constancia del lugar de la ejecución extrajudicial y del enterramiento (RCAdA, act. def. 04/03/1940). Sin embargo los rumores también lo consideraron desparecido, nutriendo una leyenda de corte odiseico, según la cual se habría fugado a Portugal y regresado más tarde, pero, hallando a su esposa casada con otro hombre, se habría expatriado definitivamente (Iglesias 2016: II.8). Como es sabido, el tema de la vuelta del marido es uno de los más tratados en la literatura tradicional, no solo en el Romancero (Menéndez Pidal halló no menos de 300 versiones), sino en baladas de otros países (el cantautor Guy Béart lo puso de moda en Francia hace medio siglo: "Brave marin revient de guerre"). Lo cierto es que, al fallecer, Manuel dejaba familia numerosa: esposa (Emiliana Blanco Pascual), cuatro hijas (Rosalía, muerta al poco tiempo, Inocencia, María y Francisca) y un hijo póstumo (Manuel), muerto "de sarampión" a los 6 meses (10/12/1936). A excepción de búsquedas infructuosas atribuidas a sus hijas en Portugal, nada queda en la memoria sobre el destino de esta familia numerosa. Lo mismo ha sucedido con los familiares del otro albergallo identificado como víctima mortal, Gaspar Alfonso González, hallado cadáver en "la dehesa de Fonseca, término de Carpio de Azaba, el día once de septiembre de 1936". Estaba casado con Josefa Córdoba Gómez, con quien tenía dos hijos menores de edad (Fernando y Gaspar). Es todo lo que se sabe de ellos. Menos aún se conoce, por ahora, del entorno familiar de una víctima indirecta de la represión franquista: Agustín Fernández Pascual, fallecido (13/01/42) en el campo de concentración alemán de Dachau (MCU).

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