Fue en el año 1988 cuando me acerqué más a su rincón poético gracias al grupo de estudiantes latinoamericanos que pasé a integrar, el 'Grupo Amauta', en el que algunos de sus miembros como Alfredo Pérez Alencart, lo visitaban con frecuencia
Nada más llegar a Salamanca tuve el primer encuentro con el poeta del Corrillo, Remigio González, más conocido como Adares, quien vendía al aire libre sus libros de poemas, editados en su mayor parte por la Imprenta 'KADMOS'. Y que lograba agotar toda la tirada de cada edición que publicaba.
Era de Anaya de Alba: "Remigio González 'Adares' / nació en Anaya de Alba (Salamanca) / donde desea morir a diferente hora / de su cuerpo. / Mandando su alma al sótano / le gustaría alejarse de la fecha / ya que su cerebro nunca estuvo / en la edad de su cabeza. // Cerca está mi muerte, / lejana ya mi vida. / Ambos caminos fueron / culpables de nacer / distancia y poca". También lo dice en este romance:
"Mi pueblo de Anaya/ tenía una posada/ su primera dueña/ señora Romana. / Guisaba la cena a los que llegaban/ con hambre y con frío/ hasta su posada. / Llegaron plañeros/ trilleros llegaban/ y otros aceiteros/ de cada alcavala. / Se dormía bonito en esta posada techo de vida/ del trueno y del agua. / Qué bello era entonces/ llegar a su casa/ aquellos inviernos/ ... El carromatero/ de carro y de tralla/ posadas arriba/ hoy tan olvidadas. / Y allá en el recuerdo/ de cuantos pasaban/ con frío y con hambre/ por esta posada. / Que homenaje sea/ como el que derrama/ un frasco de amor/ aromas del alma. / Mi pueblo de Anaya/ tenía una posada/ su primera dueña/ señora Romana. / Esta virtud fue mi causa/ y también/ con lo que me he/ criado".
Fue en el año 1988 cuando me acerqué más a su rincón poético gracias al grupo de estudiantes latinoamericanos que pasé a integrar, el 'Grupo Amauta', en el que algunos de sus miembros como Alfredo Pérez Alencart, lo visitaban con frecuencia. También ese verano del 88, vendí artesanía peruana en la plaza del Corrillo junto a otros comerciantes que tenían su puesto junto al poeta, ya que había terminado la beca que me había traído a tierra charra. Allí hice amistad con algunos refugiados iraníes que junto a su familia nos hicieron degustar la cocina de la tierra de los persas. Uno de ellos llamado Karim aún conserva su puesto de artesanía en el mismo lugar, podéis visitarlo y preguntarle por Adares. Siempre lo saludo cuando por allí paso. En esa época se afianzó mi amistad con Adares ya que fue 'mi defensor' cuando surgieron problemas con algunos vendedores que, como es normal, consideraban que el espacio no era suficiente para todos. Allí pasábamos horas charlando, invitándonos a cafelitos en el tradicional café 'El Corrillo'. Por él nos volvimos asiduos a este establecimiento, de los hermanos Carabías, incluso cuando pasó a llamarse 'Musicarte'.
A su plaza del Corrillo le dedicó este poema en su libro Patíbulo, de 1991:
PLAZA DEL CORRILLO
Estoy metido dentro y la plaza me toma como suyo porque en ella comparto mi pecho y mi cabeza, mi sombra y la montaña que ocasione mi palabra. Todos los días le ato las columnas y entre las yendas mi cuerda va sembrando acacias de otro dios. Llego como del cuerpo y cuando escupo esa grava mi vida son sus piedras. Aquí me dejo ver y me conocen las palomas que escribo para el viaje y la suerte del que me visita.
Estoy sólo del mundo las columnas son mías, la Plaza de los siglos donde eduqué mis piernas. Aquí me acribillaron las ideas. Nunca llegué tan pronto.
La luz que aquí ahora dejo fue el sabor ardiente de Salamanca y madre.
Todos somos los mismos y antes de mis huellas
voy dejando mi ayuda.
La Plaza del Corrillo es poderosa.
Cada día que me puede recibir la hago un retrato
para aquí terminar mi loco empleo.
Hasta que me respete la memoria.
He aquí otro fragmento de un poema también dedicado a su plaza estandarte: "... En esta plaza de la buena vida / yo espero entre las nubes / que vuelva el Lazarilllo a Salamanca. / Antes de esta visita / jamás me iré / de aquí". Ambos se encontraron más tarde... Allí había plantado su tienda y cerca estaba su oasis para mitigar la sed, su café 'El Corrillo, al que le ofrece su libro ... Cinco días sin mí (1991). Así dice en la dedicatoria: "Dedicado al café 'El Corrillo'/ juvenil y por dentro musical,/ de Jazz único y siempre ayer/ golpe de Cava".
Volviendo al año 1988, destaco que el Grupo Amauta de estudiantes, en el que también participaban el poeta Alfredo Pérez Alencart, así como Iván Salazar, Ronald López Ordiales, Tito Marro, Marita Oda, Jorge Quintana, Serafín Martínez, Edwuin Vilchez, Gustavo Pacheco, Alfredo Delgado, Salomón Chaluco, entre otros, organizó un sentido homenaje al poeta del Corrillo, en el local de actos de Caja Salamanca, hoy Caja Duero. En el mismo participaron poetas como José Santolaya Silva, Alfredo Pérez Alencart, Gustavo Pacheco y el músico Quini Sánchez. Fue el primer reconocimiento al poeta y su obra llevado a cabo en su tierra. A partir de ahí, en su corazón se asentaron todos los acentos de Iberoamérica. Recuerdo al poeta embargado por la emoción. Incluso escribió un poema y lo dedicó al Grupo Amauta de estudiantes Iberoamericanos, que no logro encontrar... Pero en el poemario titulado La novela de Juan Márquez ... En buscando trabajo hay unos versos que dicen: "... Yo recordé a Lima y otorgué lo ancho que es su mar,/ su tibieza y su Machu Picchu ... Perú es una gotita de aceite de ballena donde los parados/ se quedan sin dedos y los que afloran la/ barrena fabrican la dulzaina de nogal y de 'cazurros' / Los burgueses amos y amas mientras tejen la criba/ se anuncian con Pizarro a la memoria de que la/ literatura es su pueblo...".
El Grupo Amauta de Estudiantes Iberoamericanos logró que las dos universidades de nuestra ciudad realizaran de forma conjunta una serie de actividades. El Grupo de estudiantes realizó semanas culturales dedicadas a varios países latinoamericanos, a las que asistieron algunos embajadores y agregados culturales de los mismos. Contando también con la colaboración de la Universidad Iberoamericana de Postgrado.
En Quiero pensar lo que he muerto (1987) recuerda otra vez a Perú cuando le dedica el libro a Alfredo Pérez: "Te dedico este grito que desea sincero la prisa de volver a ser principio. ¡Viva Perú! Remigio González 'Adares'.
Después de aquel verano teníamos parada obligatoria en el Corrillo para conocer los proyectos poéticos del bardo del Corrillo. También pudimos degustar de sus historias cuando emigró a Francia. Fuimos testigos de su construcción. Él siempre se acordaba de Perú, como señala en esta dedicatoria que nos hizo en su libro La tierra esfuerza cal, de 1988: "Desde Salamanca. En la cornisa de los Andes de Perú / Allí fue la paloma hacer su nido. 18-4-1988. Firma Remigio González 'Adares'. En ese mismo libro dedica un poema a Aníbal Núñez:
PARA ANÍBAL NÚÑEZ
Esta goma de cordera Lys para su carpetón.
¿Qué es la muerte?
¿Dónde se sienta la muerte?
¿En qué frío se arropa?
¿En qué vejez?
¿En qué banquillo?
La muerte es la primera piel
y el beso siempre nuevo.
La muerte.
Mi muerte.
Tu muerte.
¿Estará tranquila?
Núñez le había escrito el prólogo de su libro La barrila (dedicado al Lazarillo de Tormes), publicado por vez primera en 1982:
"Gracias, Remigio, por pedirme un prólogo. Si me hubieras pedido una razón, una opinión o una moción, a lo mejor me lo hubiese pensado y tu mejor recuerdo lo tendría atrapado en cualquier subterráneo donde lucen consignas y claridad sin llanto. Pero me has pedido un prólogo para tu autobiográfico. Y accedo. Lo primero que quiero celebrar es cómo sigues -a pesar del engorro de la tradición picaresca y de la vergüencilla de la dedicatoria- en tu engranaje surrealista. Por fin un surrealismo de hogaza (como aquel de Vallejo) que no huela a cortada académica. Veo en tu libro cómo fue el pasto con Adares. El pacto con el pasto. Utilizas un género. La primera persona ama de muchos amos que los pierde al final en una escarcha. Tu abuela ciega haga que veamos en este torbellino para que la palabra siga distribuyéndose, sembrándose y perdiéndose. Sueños...
Aníbal Núñez"
Adares elogiaba a otros poetas, lo demuestra con Aníbal Núñez, Lorca, Quevedo... A estos dos últimos les dedica dos de sus criaturas: Granada, hierba azul (2000) y A Quevedo y tierno amor de lilo... (1980). Y a Tirso de Molina, a Charles Chaplin, a Jesucristo... A Octavio Paz le dedicó un poema del que cito un fragmento: "... lagunas son tus versos langostinos/ te quiero reparar de lo más largo/ y siento en tu cantata una leyenda/ amigo Octavio Paz luego un silbato./ México de lo bello bien hablado/ tu vida me ha vivido nunca antes/ y Dios sepa de quién fuera mi vida,/ de qué caballo o pájaro oceánico ... / Me sangran ya tus versos por el nombre/ levadura o soldados nebusqueos/ en la bravata el lino de la fuente/ aquella lila que esperar ya ha sido/ querido Octavio Paz, mi lucha lucha".
Incluso le dedica versos a Italia, al limón, a la mujer, a Castilla, a Granada, al emigrante... Y a la Pontificia, al café 'Novelty', a Málaga, Valladolid... Y al Quijote cuando se vuelve uno con él en su poema Quijote 'Adares' (Libro Esperanza, 1981)
Intuyo afectos en sus versos, pasión al decantarse por una temática. La madre ocupa muchos rincones poéticos; o la muerte, la suya en forma de testamento que tiene que cumplirse pues puede llegar como un relámpago. Su casa, Anaya de Alba, siempre es una constante como volviendo a la infancia. Si escarbas entre las palabras encuentras un dejo adolorido del exilio involuntario de una época; y con ella se torna vocero de los desprotegidos, de los presos, de los pobres del campo... En el libro Los romances tropezados por la luna (1990) vemos retratado el duro trabajo del hombre en el campo, pero también repitiendo la hilera de costumbres e instrumentos que no deben olvidarse: carromatero, tralla, reata, petaca, estrinque, cachumba, calzón, carámbano, chivorro, velortas, rastrojeras, besana, esquilín... Nos va haciendo un recorrido por pueblos mostrándonos la geografía humana de la meseta: su padre 'El Piloro', su abuelo, los cabreros, los mesoneros, las mozas, el mayoral, los Lorenzos... Todo aderezado con sopas de ajo, torrezno, la cuerna del tocino, garbanzos cocheros, trigos, pimientos... Viajas por el tiempo mientras nos damos cuenta del eterno recomezar de la tierra. Y de Adares que vuelve otra vez para reencontrarse con el Lazarillo, con su plaza de El Corrillo. Y luego Castilla; y Salamanca, amada desde sus versos.
Me cuentan los versos de Adares acerca de su amor por Salamanca: "desde esta sombra niña/ de mi ciudad de Salamanca/ donde las palomas me conocen...". Y Salamanca lo reconocía desde lejos mientras iba por la calle San Justo, o por 'El Bartolo' de la Usal, donde varias veces lo encontré. O a su paso por la iglesia de San Martín a la que le dedica un poema.
Nos habla de su oficio de emigrante en Francia, las despedidas, el encontronazo difícil con otras fronteras, las dificultades de la lengua, la añoranza de los sabores, del olor a Castilla. Sabía lo que era el exilio. Lo dice en un largo poema: Mi vieja maleta del que apenas cito algunos versos: "... De mis ojos se saltaron/ calientes profundas lágrimas/ debieron llegar al suelo/ para preguntarle a España. / ¿Por qué abandonar los hijos/ dejar la moto y las cabras?/ ¿Por qué subir al desván/ y sacar de la maleta/ los vestidos que guardaba?/ Era morirse de angustia/ y quejarse entre la sangre/ porque en mi maleta estaban/ las mortajas de mi madre./ ... yo soy hombre que emigra./ 'Y el emigrante es limpieza/ que manchó la burguesía/ tampoco la patria es culpa/ que la culpa es de la orilla/ de la avaricia que guía'./ ... Ni a la lengua, ni a mi patria/ tan solo pude encontrar/ pesadas y calles largas./ Que a nadie le surja igual/ y aunque de pan no se arte/ vete grulla a tus terrenos/ que allí tienes a tu parte...". Podéis leerlo completo en el libro Los romances tropezados por la luna (1990).
Libro que publicaba, libro que comprábamos para formar parte de nuestra biblioteca. El primero que leí fue Quiero pensar lo que he muerto, donde en la portada se puede leer su epitafio: "Nací y he muerto /dos oficios en uno/ que dejo hechos. / Solo silencio / ahora / piden mis huesos". Así dice la dedicatoria que me escribió: "Jacqueline: Este grito sincero te dedico en la calle para la libertad de los pies de barro".
Recuerdo cuando un 25 de abril de 1990 le acompañamos en un nuevo homenaje a su obra. Fue un Recital poético-musical "Del lugar de la Plaza del Corrillo", organizado desde la Cátedra de Poética 'Fray Luis de León', donde se leyeron poemas suyos y se presentó su libro Mesa reñida, acto que tuvo lugar en el Aula Minor A de la Universidad Pontificia de Salamanca, gracias al buen hacer de D. Alfonso Ortega Carmona, mecenas de tantos poetas de ambas orillas, quien junto a Alfredo Pérez Alencart le abrieron las puertas de la Universidad. Pérez Alencart difundió ampliamente lo valioso de su obra en los medios de comunicación de esa época. Más tarde, en esa misma sala, y por la 'Cátedra de Poética Fray Luis de León', el poeta chileno Gonzalo Rojas leería sus versos, después que se le concediera el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana. Las palabras de presentación estuvieron a cargo del poeta Alfredo Pérez Alencart, y dieron voces a sus poemas José Santolaya Silva y Antonio Martín Francisco, con acompañamiento musical de Quini Sánchez. Más tarde, en el café 'El corrillo', se realizó un recital y coloquio con el poeta. Allí Adares firmó sus libros.
A Ortega Carmona le dedicó estos versos:
Chaleco Charro
A D. Alfonso Ortega
Ya no nos quedan charcos ni que beber
palomas.
Me atrevo a ser palabra porque siempre he creído en el
silencio.
Porque siempre necesité ayuda y la palabra es el único grito que es capaz de atravesar la noche y llegar al socorro del otro hermano mío aunque lejano.
La palabra es la voz que soporta el dolor y cuando se hace quejido sus lamentos se suicidan a solas.
La conquista del amor es la palabra, el precioso beso que siempre llega a tiempo y en el tiempo alterna su reinado.
La palabra es de Dios y es el prodigio donde la música
canta la palabra. Es el timbre que llega al corazón de todos los latidos. Es la ley de la ciencia
todo lo que vivimos es hablado. Todo lo que escuchamos nos lo dice la noche y el peligro está en ella.
Todo lo que vivimos es un viaje. El que escucha habla y el que habla escucha porque sabe ayudar.
Me atrevo a ser palabra porque quiero vivir en las alturas y romper cerrojos. Para hablar está esperando un niño
y el que culpa y oscurece la palabra es un traidor.
Él era poeta y punto. El poeta nace, no se hace, dijo: "Porque Dios es milagro cada año/ y en sus obras a veces llueve y canta,/ el prodigio de hacer así al poeta...". He ahí un poema que sirve para retratar la poesía y, por ende, al poeta:
La cruz es la poesía
La poesía es la cruz. La cruz es un árbol. La rosa una puerta abierta, y la sombra y el sendero un azadón.
Los clavos, y el martillo, cobardía.
Los golpes, repugnancia golpeando a través de un corazón de piedra.
Aquel que machacó la cruz machacará a la poesía.
La sangre fue un cuerpo de Judas
lacrado y oscuro por la traición
ya que su lanza también tropezó con el costado,
y también por Judas manaste agua.
De tal fuente
crecieron las espinas al pie de la cruz, creció la carne, creció el hambre, el telón y la cadena.
Menos mal que entre avatares de Marta y Magdalena enjugaron en el agua las santas heridas.
Pero siete meses más tarde
la intención de los brazos del mundo
ya no pudieron defenderse,
y hubo muerto la cruz y la poesía.
... Hasta que el marco del sepulcro se levantó radiante atropellando a guardias jurados y sorprendiendo a levitas, cuando en pleno combate al cielo se elevaron, en plena Resurrección, la Cruz y la Poesía.
Poeta que escribía para sí y para todo lo que le rodeaba. No se sentía al margen de su realidad: "Dedicado a todos los presos del mundo/ y de los mundos/ del tercer mundo raza color/ o movimiento humano./ A todos los ejecutados que por la barbarie/ de este mundo atropellante y avasallador/ recibieran choque o golpe y hasta martillo/ de la soledad sufrieran muerte./ A todos los desamparados que indefensos/ padeciera persigo tortura o letra injusta o vil/ por los que se dejan llamar/ los servidores de los buenos y de los pensados. / Desde donde esperan los que esperan/ que se reparen y se retengan los algunos. / ¿Dónde están los infalibles? (De su libro Patíbulo, 1991).
Solamente me importa no dejar de ser niño, dijo. ¿Para entrar en el reino de los cielos? Él sabía que había uno que ponía a los niños en alto, los engrandecía. No se olvidó de Cristo en sus poemas. Allá por el año 1991 dijo en el poema Recompensa incluido en el libro ... Cinco días sin mí: "Quiero tocar tus brazos Cristo yerto / y tropezar la sangre que has mentido // Quiero silbar al sol que me responde / metido en ti primero sol segundo. // Quiero romper del hombre la ignorancia / y los laureles que destila el viento. // Revolución de Cristo en los olivos / Libro que hiciste a los demonios cuervo...".
Pasaban los años y pasar por la plaza del Corrillo, incluso con prisas, requería detenerse, parada obligatoria porque Adares nos veía a lo lejos, sin posibilidad de despiste... Siempre afectuoso, incluso después con nuestro retoño, a quien le prodigaba alguna caricia, simulando a algún abuelo ausente. Un día de nuevo libro pasamos y cogimos como de costumbre un ejemplar para que se lo dedicara: "Dedicado a José Alfredo, nombre de los nombres, vida de dos patrias, unión de sangre salmantina de Perú, hecha con flores para una sola paloma. Te deseo libertad".
Cómo olvidar que en las calles de 'Roma la chica' fuimos encontrando parientes ancestrales. El año 1994 me dedicó un poema que va en imagen. Y también escribió uno para una tía llamada Alexia, que visitaba Salamanca por segunda vez, seguro que ella lo guarda como un pequeño tesoro. Y es que América Latina tenía ocupado un lugar en su corazón, abierto cuando un grupo de estudiantes del otro lado del charco se acercaron a él y entendieron sus versos y le tributaron el primer reconocimiento en su ciudad.
Su librería ambulante siempre estaba concurrida de gentes llegada de todas partes que lo veían como un personaje emblemático más de la ciudad, que no podías dejar de visitar durante tu estancia salmantina, ni dejar de llevarte bajo el brazo por lo menos un poemario del poeta Adares. Adares no viajaba físicamente, pero desde su atalaya divisaba todos los continentes; era el poeta más universal que cualquiera. Todos los idiomas pasaban volando por sus estanterías de piedra. Aún nos preguntan por él los que una vez estuvieron de paso por Salamanca.
Un poeta que también le dedicaba tiempo y lo valoraba fue Raúl Vacas. Él le hizo el prólogo de su libro "doce cartas a París" (1999) con ilustraciones de Tomás Hijo. Pareciera que es una pequeña biografía de su palabra poética. Cito un fragmento del mismo: "[...] Aquí tenéis un trozo de París, la llave de sus verjas, el zumo de sus tiestos, el mar de sus pasiones. Y tenéis también el frío de Castilla, con su explosión de campos y tejados, su festival de encinas, su silencio. [...] Los poemas hierven como vatios en la gorra de Adares y le hablan de zapatillas y se resisten a amar las paredes. Un émbolo de risa los empuja a salir y a salpicarlo todo de ternura. Una emoción de válvula que asusta a los vencejos. Esta docena de cartas nos recuerdan que el tiempo no existe para la poesía. Las palabras se resbalan, gota a gota, hasta tocar los dientes y aprovechan el truco de la ola y se agarran al hilo de la voz y se hacen madeja en el papel. Una tras otra, vertiginosas, remontando las ondas y los sueños, escapan del ovillo con el rabo en llamas. Y mientras ocurre este milagro el brazo de Adares baila su rumba y la mano derecha dice adiós a los campos, un adiós de gamuza que termina en los dedos. Y entonces suena el cascabel y canta la rana, cucú. Así nacieron estos doce pañales que enviamos a Francia y así ha nacido nuevamente Adares, el piloto del verso, el domador de metáforas, el empresario de sueños. Cada palabra de este libro así lo justifica. Todas han sido escritas a dictado, sin armadura alguna. Del fuelle de la imaginación al papel, sin matasello, sin vuelta de hoja, sin marcha atrás, como la gota del ojo. Este es el prodigio y el mérito que las contiene; la espontaneidad. Adares ha construido esta baraja sin planos de colores, sin patrones, sin cartilla de escuela, sin mapas descosidos. Todo cuanto aquí veis está en el aire y el instante, untado con la urgencia y la emoción de sus recuerdos, con la disculpa de amar. Todo está sobre la red del tiempo, sin huellas, sin escombros, sin cuadrícula. Este es el curso de su poesía y este es el curso de la vida, ¡siempre adelante! Así es la imaginación de Adares, recta en su andar, redonda en su fuerza, como la luna de arriba, y así son estas cartas sin herrar, este cartel de lluvia y de recuerdos, este pueblo de hule con la saliva apretada. Abre tus manos París, que Adares está cerca, e inventa un acerico para tanta palabra. Raúl Vacas, Salamanca 18 de septiembre de 1998".
Sí, todo estaba untado con la urgencia. Ese año 1999 otro recinto emblemático de la ciudad le abre sus puertas, es la Biblioteca de la Casa de las Conchas. La Sociedad de Estudios Literarios y Humanísticos 'Alfonso Ortega Carmona' lo homenajea dentro de su Programa de Homenajes a Escritores Europeos y Americanos 1999-2003.
Alfredo Pérez Alencart le dedica unas palabras en el tríptico del homenaje, titulado 'Tiempo de Adares': En la plaza del Corrillo existe una resonante danza de palabras que vibran con la agilidad de la luz y cuyo latido es un redondo mordisco tatuado con el beso de la mirada. Es, ciertamente, un extraño alfabeto creado por un marino estepario que por las noches destapa sus espejos ciegos y deja vagar los fluídos allí contenidos para que al amanecer retornen con la miel de la memoria más fresca. El hombre que inunda los corrillos de sueños movedizos y del fuego de la verdad no es otro que el poeta Adares, nacido en Anaya de Alba, sobreviviente invicto de las mutaciones y sacudidas que, cíclicamente, asfixian el roquerío salmantino con el humo de su gastado abolengo. La bruma también se instala por calles y soportales, por mentes que no consiguen reordenar el desastre ni la prosapia. Pero ahí está la poesía que mana de este arroyo ardiente del vigía de sintaxis vallejiana, de ese vate que borda sus palabras con la peligrosa tinta de la verdad. Él anota todos los agravios contra su ciudad y contra sus canas; y lo hace sin tomar en cuenta ni a los académicos desdenes, ni la mirada esquiva de los paseantes, ni las impertinencias de fatuos tontorrones que dicen 'perder' su creación etérea. [...] Adares se limita a crear bellos artilugios que luego le hacen sombra y le sirven de antídoto... Pero nada le impide declarar su amor a la ciudad donde ha instalado su antigua estampa que nunca sale en retirada: 'Salamanca te amo porque tú amas al sol. / Porque tú te dedicas a quedarte". (Fragmento)
Y ese mismo año sale publicado Mi barca ya está hecha, una edición de Raúl Vacas Polo. Libro editado en homenaje al poeta Adares bajo el sello del Centro de Estudios Ibéricos y Americanos-CEIAS al reconocimiento que la Sociedad de Estudios Literarios y Humanísticos 'Alfonso Ortega Carmona' hizo de su importante obra. La foto de la portada es de Ángel Almeida (El Adelanto). Diseño de la colección: Javier Torre Pérez. Imprenta Kadmos. Se presentó en la Casa de las Conchas y le acompañaron Rául Vacas, Alfonso Ortega Carmona, Alfredo Pérez Alencart y José Luis Giménez Lago. Y todos los que le apreciábamos.
Son tantos estos modestos recuerdos, pero prefiero que busquéis a Adares a través de la lectura de sus versos, que son su verdadera autobiografía. Sólo Adares conoció muy bien a Adares. Nosotros estuvimos solo de paso por la Plaza del Corrillo.
Pero antes de partir dijo en su poema Sin pinos ni tablones... soy calavera seca: "No quiero caja ni cartón/ ni tabla alguna,/ que solo recibir/ quiero a la tierra/ con mi propia figura. // Sin pinos ni tablones/ yo quiero ser entierro,/ entierro origina,/ palabra y clavo/ desnudo entre la tierra,/ crudo y hueso calavera seca/ sin cuerdas ni mortaja,/ con un hueco en el centro/ que recuerde/ un corazón. // Ahora ya, cuanto antes,/ lo más próximo al fondo,/ como a una mosca pocha/ en este después último". De su libro Llegó la lealtad, 1999.
Todavía lo vemos al pasar por la plaza del Corrillo, llamando para que no nos olvidáramos de la poesía, su combustible para resistir los fríos inviernos de la meseta, aun en su acogedora plaza Mayor de nuestros cálidos encuentros. Era su luz: La poesía es la luz / de la mejor ventana, dijo y se fue, pues su barca ya estaba hecha. Lo cual me recordó a Pablo de Tarso quien con autoridad pudo decirle a su Dios: "He acabado la obra que me diste que hiciese".
Su obra ya está hecha. Cada uno tiene la suya y no debe mirar otra. La de Adares fue su barca.
Texto: Jacqueline Alencar
Fotos: Luis Monzón, Ángel Almeida, A. Pérez Alencart y Jacqueline Alencar