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Sones evocadores en un íntegro pregón que viaja a la esencia de la Semana Santa
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Sones evocadores en un íntegro pregón que viaja a la esencia de la Semana Santa

Actualizado 02/04/2017
Redacción

PEÑARANDA | Reproducimos como ha sido el discurso al completo de Virginia Sánchez

Es para mí todo un honor dirigirme a ustedes como Pregonera de la Semana Santa 2017 de esta ciudad, mi ciudad. Cuando recibí el encargo de don Moisés Pérez, presidente de la Hermandad de Cofradías de Semana Santa ?a quien agradezco que pensara en mí para tal menester?, no pude evitar sentir asombro y mucha ilusión, además de una gran sensación de responsabilidad debido al privilegio que esto supone para una cofrade peñarandina, sin olvidar el buen hacer de mis predecesores como pregoneros en años anteriores. Desde entonces, mi cabeza comenzó a reflexionar sobre qué podría yo aportar sobre la Semana Santa y sobre la fe. Desde el primer momento, tuve claro que mis palabras debían reflejar mi identidad, algo que tiene que ver, más allá de mi perfil como Doctora en Musicología, profesora universitaria y pianista, con otras parcelas que exceden lo profesional y que configuran el alma. Por eso, estas palabras incluyen también mi sentir como creyente, como cofrade peñarandina y como organista de la Parroquia de San Miguel Arcángel desde el año 1999.
Tenía 12 años cuando empecé a tocar el órgano en la Misa de las 8 de la tarde en la parroquia de San Miguel. Esa circunstancia ha determinado mi participación activa en las celebraciones semanales de la Eucaristía como organista siempre que me ha sido posible, así como en otras festividades, incluyendo los Oficios del Jueves y del Viernes Santo. Esta relación musical con la Eucaristía y con la Semana Santa me ha permitido aumentar mi fe y comprender la religión ligada a la música. Y es que la música también puede contribuir a la oración y a la devoción. Como decía San Juan Pablo II recordando a San Agustín: "Quien canta, reza dos veces". Esta es una visión que comparto plenamente, pues mi pasión por la música y mi fe están íntimamente ligadas. Incluso, cuando doy clase de Historia de la Música a mis alumnos de la Universidad, no puedo evitar hacerles referencia a lo íntimamente relacionada que ha estado la música desde los orígenes del cristianismo.
Importancia de la música asociada a la religión
Los primeros cristianos tomaron como ejemplo el empleo de la música en la época de Jesús, desarrollando el canto declamado de los salmos y de los himnos de nueva composición. Desde entonces, además de integrar los cantos en la Liturgia Católica, un elevado número de filósofos y Padres de la Iglesia han valorado, junto a su belleza, la finalidad práctica de la música. San Agustín (354-430) fue uno de los primeros en abordar la dicotomía entre el valor estético y la función devocional del arte musical en sus Confesiones:
Cuando evoco las lágrimas que he vertido ante las canciones de Tu Iglesia, en el principio de mi fe recobrada y cómo aún ahora me siento conmovido no por el canto, sino por lo que se canta, cuando se canta con una voz clara y hábilmente modulada, entonces reconozco la gran utilidad de esta costumbre. De esta suerte, vacilo entre el peligroso placer y la pureza a que aspiro y antes bien me inclino (aunque no pronuncio una opinión irrevocable acerca de este asunto) a aprobar el uso del canto en la iglesia, pues de ese modo, en virtud de las delicias del oído, las mentes más débiles pueden sentirse estimuladas hacia un marco de devoción .
Es decir, San Agustín señala que la música puede producir deleite en aquel que la escucha, aunque esa no sea la finalidad más importante y siempre que persiga glorificar a Dios y que exista la constricción de nuestros sentidos. Precisamente, uno de los sentimientos más profundos del cristiano es rememorar los acontecimientos de la Pasión y Muerte de Jesús que conmemoramos estos días, unos momentos en los que, tal como se señala en el Nuevo Testamento, también hubo música.
La visibilidad de la música en torno a la Semana Santa
La Última Cena concluyó con cantos entonados por Jesús y sus discípulos antes de dirigirse a orar al huerto de los Olivos, tal como se refleja en los Evangelios del siguiente modo: "Después de cantar el himno salieron para el monte de los Olivos" (Mt, 26: 30 y Mc, 14: 26). Dicho himno consistió en la entonación de los Salmos 115 al 118, que se cantaban como acción de gracias al final de la Cena Pascual, unos poemas oracionales que no solamente eran entonados en un tono de recitado o de cantilación, sino que presentaban un ritmo propio determinado por la prosodia hebrea.
Con el transcurso de los siglos y la expansión del cristianismo, el arraigo de la celebración de la Semana Santa dio lugar al desarrollo de composiciones musicales integradas en la Liturgia, la presencia de marchas procesionales interpretadas por bandas de tambores y cornetas o la interpretación de sonidos de carracas y tambores de arraigo popular. Todos estos elementos quedan vinculados, de un modo definido, a la armonización de la remembranza de la tragedia divina. Pero, dejando a un lado los aspectos más teóricos de la música a lo largo de la historia, el testimonio que quiero compartir con este humilde Pregón es una visión musical de nuestra Semana Santa. Y es que, aunque constantemente recibimos estímulos a través de nuestro oído, algunos sonidos son capaces de desviarse de su camino hacia el cerebro y dirigirse, directos, al corazón.
Una mirada musical hacia la Semana Santa Peñarandina
En este momento todos nuestros corazones están volcados con la Semana Santa de Peñaranda. La gran calidad de sus conjuntos esculturales o "pasos" es una evidencia. Mientras que en algunos casos prevalece el valor artístico de las tallas históricas, en otros casos cabe destacar el valor devocional, integrándose, todos ellos, en la cultura popular gracias a nuestro fervor. Sin embargo, no debemos olvidar que los desfiles procesionales son solo una pequeña parte del significado completo de la Semana de Pasión puesto que la esencia radica en la Eucaristía. Por eso es necesario que llevemos a cabo una admiración a los conjuntos esculturales desde la oración, tal como propone el sacerdote y experto en arte don Tomás Gil Rodrigo en el artículo titulado "Camino de oración con una imagen sagrada" , publicado recientemente en la revista Pasión en Salamanca.
En todo caso, podemos afirmar que la Semana Santa es para el peñarandino una manera de ser y de sentir, cuya conmemoración se circunscribe a la vida de la comunidad bajo las circunstancias históricas, rituales y sociales heredadas de la tradición y que le son propias en la actualidad, en pleno siglo XXI. Sin embargo, la celebración de la Semana de Pasión en nuestra ciudad no es nueva.
Es bien sabido que la Semana Santa de Peñaranda de Bracamonte cuenta con unos orígenes remotos. Además, la música siempre ha tenido visibilidad, como evidencia Claudio Coll en el artículo "La Semana Santa en Peñaranda", publicado en el libro de Semana Santa del año 2015, y donde narra el desarrollo de la Procesión del Santo Entierro en el siglo XVIII con la presencia de música del siguiente modo:
En la Procesión del Santo Entierro, tomaban parte músicos, chirimeros, el hombre del tambor y el de la esquila, cubiertos estos últimos con negras holopandas. Abrían marcha el guión parroquial y los ciriales, los chirimeros y los encapuchados de la esquila y el tambor .
Si bien es cierto que una de las señas artísticas de los ritos de la Semana Santa peñarandina radica en la imaginería, con el pasaje citado queda constancia de que, desde hace siglos, la música ha contado con presencia en la procesión del Santo Entierro en Peñaranda. Y es que el arte sonoro puede otorgar una riqueza cultural y un añadido espiritual que ayuda a mantener viva la memoria colectiva y que contribuye no solo al desarrollo artístico y cultural, sino al incremento de la devoción cristiana y cofrade, que es la esencia de cualquier manifestación popular vinculada con la Pasión y Muerte de Nuestro Señor. Y con la idea de arte sonoro, no me refiero exclusivamente a la existencia de música en los ritos procesionales, sino a todas aquellas músicas y sonidos que, de una u otra forma, configuran la imagen global de la Semana Santa en Peñaranda.
Si prestamos atención a los sonidos de la Semana Santa Peñarandina de la actualidad, podríamos circunscribirnos en torno a 3 vías, tres ámbitos en los que el arte sonoro, junto a la oración y a las tallas, contribuye al sentir religioso y cofrade: el canto dentro de la liturgia, el silencio y la música instrumental procedente de las bandas de tambores y cornetas.
1) El canto dentro de la liturgia. El canto litúrgico es la primera vía de acceso musical a la Semana Santa. Ya desde la Cuaresma, las canciones entonadas por el Coro Parroquial y por toda la asamblea presentan un perfil específico, además de omitir la música en momentos litúrgicos y otros preceptos, por recomendación de la

Congregación para el Culto Divino. Estas pautas contribuyen a que todos nosotros, como creyentes, nos preparemos para vivir, posteriormente, la esencia más profunda de la Semana Santa en torno a la liturgia.

Las melodías de los Vía Crucis celebrados los viernes de Cuaresma en la Parroquia también inciden en la preparación del espíritu para la Semana Santa a través de la entonación. Así, los sonidos musicales de cada sílaba, de cada palabra, de cada verso, contribuyen a que todos nosotros, al cantar, profundicemos en la gravedad de los acontecimientos que Jesús vivió durante sus últimos instantes de vida, un destino aceptado para la expiación de nuestros pecados y que son narrados por las reiterativas melodías, iniciadas por el presidente de la Hermandad de Cofradías, Moisés Pérez, y que fueron acompañadas instrumentalmente al órgano, durante los años de su sacerdocio en Peñaranda, por don Demetrio Franco Franco (Q.E.P.D. y a quien recordamos con cariño).
Frente al sentir grave del Vía Crucis cuaresmal, la Semana Santa comienza con la jubilosa música de los cantos integrados en la celebración de la Eucaristía el Domingo de Ramos. Por su parte, la música presenta otro sentir el Jueves Santo, donde los cantos acompañan la celebración de la Eucaristía de la Cena del Señor, incluyendo el momento en que el sacerdote repite el ritual del lavatorio de los pies, símbolo de servicio, y con especial atención al momento del Traslado y Exposición del Santísimo, tal como se incide en el documento "La preparación y celebración de las fiestas pascuales" publicado por la Congregación para el Culto Divino.
Por el contrario, la escasez musical en la celebración de la Pasión del Señor del Viernes Santo es una muestra del luto y del dolor ante la Crucifixión de Jesús, un grave sentimiento que queda contrarrestado por el protagonismo de la música y de los cantos de júbilo en torno a la Resurrección de Jesús, que se celebra en la Vigilia Pascual, culmen que también tiene reflejo con los himnos propios del Domingo de Resurrección.
2) El silencio. La segunda vía de sonoridad prototípica de la Semana Santa en Peñaranda se produce en torno al silencio. En momentos de silencio como éste, somos capaces de reencontrarnos con los sentimientos más profundos de nuestro ser aunque, en realidad, el silencio es un elemento puramente musical puesto que no es más que la ausencia de sonido. En Peñaranda contamos con el silencio como signo distintivo de numerosos momentos, como es el caso de la Vigilia y Adoración al Santísimo en la noche del Jueves Santo, expuesto y visitado por los fieles, así como de la oración nocturna ante la venerada talla del Santo Cristo de la Cama, expuesto en la iglesia de San Luis.
El silencio también cuenta con extensión en algunas de las procesiones más populares de nuestra Semana Santa. Tal es el caso de la Procesión de Penitencia de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno y de su Madre la Santísima Virgen de la Misericordia, que se celebra la noche del Miércoles Santo y cuyo rasgo distintivo estriba en ese silencio como penitencia que sobrecoge durante el acompañamiento a las tallas de Jesús Rescatado (Medinaceli), la recuperada talla de Jesús Nazareno esculpida por el peñarandino Miguel García en el siglo XVII y la Virgen de Nuestra Señora de la Misericordia. Del mismo modo, la ausencia de sonido es el elemento distintivo de la Procesión del Silencio, en la que la Santísima Virgen de la Soledad, titular de la Cofradía homónima, desfila por las calles de Peñaranda en la soledad y el silencio de la medianoche, tras los hechos acontecidos y narrados, minutos antes, en la Procesión del Santo Entierro en la que el paso desfila, junto con el resto de testimonios imagineros. Al fin y al cabo, el silencio es necesario también para acoger y comprender, con devoción y plegarias, lo que representan el Santo Cristo de la Agonía (San Luis) y el Santo Cristo de la Cama, dos de las tallas de mayor calidad artística y que cuentan con una gran devoción en nuestra ciudad, cuya representación debe ser acogida en torno a un silencio contemplativo. Por tanto, el silencio forma parte del sonido, forma parte de la música, y contribuye a recrear la realidad adecuada para la oración.
3) Música instrumental de carácter procesional. La tercera vía de sonoridad prototípica de la Semana Santa Peñarandina pivota en torno a la música de carácter procesional. Resulta habitual la presencia del penetrante y claro timbre de las formaciones de cornetas y tambores en toda la geografía española. Lo mismo sucede en Peñaranda de Bracamonte, donde la música de banda también es un signo distintivo a través de la Banda de Tambores y Cornetas de la Hermandad de Cofradías, la única superviviente en la actualidad, fundada en 1954 por don Agustín Martínez Soler, a quien tanto debemos agradecer sus contribuciones a la Semana Santa y, en general, al sentir religioso en nuestra localidad.
Además, las marchas entonadas contribuyen a recrear unos acordes que acompañan otros sonidos presentes en nuestras procesiones, como las campanitas que tintinean pendidas del palio de Nuestra Señora de la Esperanza o los toques del llamador en los pasos portados a costal o a varal. Todo este sonido instrumental se lo debemos a los abnegados músicos que han formado y que forman parte de las bandas oriundas de nuestra localidad, que son una seña de identidad de nuestra Semana de Pasión y que son posibles gracias a su esfuerzo, a las numerosas horas de dedicación previas a sus interpretaciones, a pesar de las inclemencias del tiempo, y a su ilusión y trabajo en cada una de las procesiones en las que participan.
Lo que está claro es que la presencia de música instrumental puede contribuir al sentimiento que todos nosotros experimentamos como creyentes, como cofrades o incluso como seres humanos ante el significado de los pasos. La música interpretada por nuestra Banda de Tambores y Cornetas de la Hermandad de Cofradías representa el regocijo a través de las marchas que acompañan el paso de Nuestro Padre Jesús en la Borriquilla en la procesión del Domingo de Ramos. Del mismo modo, la gravedad de los toques de corneta y el eco de los tambores son un acompañamiento habitual en la procesión del Martes Santo del Traslado del Santo Cristo del Humilladero y de Nuestra Señora de las Lágrimas hasta la iglesia de San Luis. Por su parte, las marchas procesionales son silenciadas por el canto del Vía Crucis de los fieles que acompañan, en la mañana del Viernes Santo, la talla de Nuestra Señora de la Piedad, Virgen titular de la Cofradía Vera Cruz (San Luis). Asimismo, el relato de la Pasión y Muerte de Jesús, ilustrado por todos los pasos peñarandinos en la Procesión del Santo Entierro, en la tarde del Viernes Santo, incluye el acompañamiento más profundo y conmovedor generado por los toques de tambor y las melodías procedentes de los instrumentos de viento, todo ello en las abarrotadas calles de una Peñaranda entregada.
Asimismo, la música instrumental también ilustra encuentros a través de la confluencia sonora de diferentes focos sonoros, como se puede comprobar en la procesión del Encuentro del Jueves Santo, en la que procesionan Nuestra Señora de la Esperanza, Nuestro Padre Jesús Rescatado y Jesús Flagelado, custodiados por el paso de La oración en el huerto desde nuestro templete, o en la procesión del Domingo de Resurrección en la que Jesús Rescucitado, representado a través de la talla peñarandina, se reencuentra con su madre, representada por la advocación de Nuestra Señora de la Soledad, y cuya alegría es acompañada por todos los cofrades, descubiertos, y por las marchas con un tempo y espíritu más jubilosas.
Tras este recorrido por los sonidos presentes y distintivos de nuestra Semana Santa, doy por concluido este Pregón. Cuando, semanas atrás, me planteaba qué podría yo aportar con mis palabras en este inicio de la Semana de Pasión, cerré los ojos y rememoré todas las sensaciones que me han acompañado, desde mi niñez, en estos días tan importantes para todo creyente. No tardé en notar que la música me ayudaba a recordar esos momentos de recogimiento y por esa razón quise compartir, con todos ustedes, esa agradable sensación. Es posible que, a veces, hayamos pasado por alto la riqueza sonora propia de estos días en nuestra ciudad. Por ello, al pregonar humildemente la Semana Santa 2017, les invito a que la descubran como si fuera la primera vez y empleen, para ello, todos sus sentidos. Solo de ese modo, seremos capaces de disfrutar de la riqueza que encierran nuestros testimonios imagineros, de percibir las esencias del incienso y otros aromas presentes, de saborear las especialidades gastronómicas de estos días en las que Peñaranda destaca y de sentir la presencia de aquellos con los que compartimos estos momentos tan emotivos. Porque lo importante, casi siempre, nos es oculto y solo convirtiendo el recogimiento en un sentido más lograremos vivir, intensamente, la Semana Santa.
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