El escritor venezolano comenta el libro 'La órbita poética de A. P. Alencart', del poeta y filósofo colombiano Jaime García Maffla
En mi viaje en torno a la poesía de Alencart, me ha asaltado, acaso en súbito asociarse de aquello que se niega para una afirmación, una certeza: la de que sólo los callejones sin salida nos llevan al sitio que buscamos. Su poesía, sí, que entrelaza motivos y se deja tejer por el hilo que une a disímiles, pero no ajenas instancias y presencias, a los seres, que superpone en registros del espíritu y de la emoción hacia nuevas imágenes, y en anécdotas que son apariciones de algo antes latente.
Jaime García Maffla
Coeditado por Hebel Ediciones de Santiago de Chile y la Editorial Betania de España, bellamente ilustrado por los maestros José Carralero y Miguel Elías, el filósofo, ensayista y poeta colombiano Jaime García Maffla analiza prolijamente, esmeradamente, cuidadosamente, la densa obra poética que el peruano?salmantino Alfredo Pérez Alencart ha venido desarrollando y perfeccionando a lo largo de las últimas décadas.
En sesudos treinta y un capítulos, y en más de 250 densas páginas el autor decortica, vivisecciona, descompone, fragmenta y recompone la poesía de Pérez Alencart: tarea nada fácil si se tiene en cuenta la variedad y pluralidad de temas que se mezclan, se amalgaman, se integran y se solidifican a lo largo del tiempo en la polisémica obra poética del rapsoda en estudio.
Es que Alencart gusta de la antonimia para lograr la sinonimia. En efecto, su obra es en apariencia dicotómica, pero no maniquea. El poeta trata y asume por igual la esencia y la existencia, a Cristo el Redentor y al prójimo múltiple que labora, emigra, sufre el destierro, llora, gime y añora el paraíso perdido. Es un poeta dual: intimista y amoroso; montaraz y urbano, amazónico y salmantino. Se solaza en la exaltación de los amigos ? los presentes y los pasados, los evidentes y los arcanos -, y rinde homenaje a sus múltiples querencias. Ama con fruición a su mujer ? a Jacqueline, su Princesa ? y sucumbe de amor familiar, al evocar cariñosamente a todos sus ancestros, los vivos y los muertos que todavía no lo están porque el poeta los revive en versos familiares que son verdaderos viáticos de la eternidad de los suyos. García Maffla bien lo expresa:
"En Alencart el poetizar no está hecho de sucesivas estaciones en y de la vida, o su 'allí' ya en el mundo, sino de dimensiones superpuestas, de un estremecimiento, de un estar conmovido, que desde aislados momentos va a ese invisible superponerse en un solo plano de la creación toda. Entonces van dándose sus poemarios por sus paisajes interiores: ¿Qué savias vas dando? ¿Qué otras luciérnagas te rondan? Así se abrazan poemarios distantes, los poemarios nacidos en espontáneas explosión y contención afectiva, dentro de una convicción, y sólo por las condiciones de su personal suscitación en la anécdota vital, pues no es sólo esa seguridad de un estar allí para ir a un fijo en su mente: 'allá', sino de los exilios, de la extrañeza, de las separaciones que hacen posible todo darse en unión por la atención a lo más inmediato. Estas 'otras' luciérnagas alumbran bajo un igual cielo de tensión afectiva, tan visionaria como solidaria y real para sí en un solo y único recibir la belleza, la lucidez, y a través de toda esa tensión darse al decir que transmuta y es ya creación de algo que, en el lenguaje, antes no existía".
La mujer, su mujer de siempre, es además de amante, esposa, cómplice, compañera solidaria en las buenas y las malas, la madre del ansiado unigénito, de ese hijo amado y loado que está llamado a seguir siendo Pérez Alencar, esta vez sin T.
Poesía social y religiosa, de pensamientos y sentimientos, de razones y emociones, de elogio y denuncia, de reconocimiento y advertencia, de silabas y onomatopeyas, de metáforas y parábolas, de ritos y de mitos, la finitud y la eternidad, van de la mano - en yunta y sin yugos - en la poesía del peruano -salmantino. Una vez más el estudioso y laborioso caleño lo deja claramente en evidencia:
"Pérez Alencart crea lo diverso poético ?o sólo lo muestra como posible a un pensamiento nuevo de lo histórico y de lo atemporal?, al recrear todo aquello que desde lo "humano" nunca debiera haberse dado, de donde su auténtica postura crítica y de denuncia que para salvarse de la inmediatez se convierte en otro protagonista del Retablo de Maese Pedro, que la política de nuestros días reproduce en el mundo, en obediencia a la orden de Platón de expulsar de la República a todos los poetas? Lo pasado no es lo cancelado, sino aquello que está allí para toda forma de las cancelaciones".
Mucha enjundia, mucho saber, muchas pertinentes referencias, son utilizados para analizar el especial ámbito que tiene la órbita poética de Pérez Alencart en las sabias y certeras reflexiones de quien mucho ha visto y enseñado, escrito y glosado, leído y disfrutado.
Jaime García Maffla, con la humildad que otorgan los años y con el entendimiento y el corazón abierto, sin tapujos, melindres o alfeñiques confirma su admiración por el poeta iberoamericano. Así sentencia y reitera:
Repito: Leer a Alencart se asemeja al ascenso a una cumbre nunca alcanzada, pero siempre avistada desde cualquier paraje de la emoción o de la urgencia viva de estar en movimiento siempre hacia sí.
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