Recientemente se ha hecho pública, armándose cierto revuelo en nuestra sociedad y sobre todo en el seno del catolicismo, la propuesta que ha lanzado Podemos para que se elimine de la programación de La 2 la misa dominical.
Personalmente, me parece una tontería que a lo único que responde es a un afán anticlerical, que intenta esconderse tras la trinchera de que se está en un Estado aconfesional. Una ocurrencia que es más tirar piedras sobre su propio tejado por parte de Podemos que otra cosa, ya que no se puede pretender gobernar un país planteando desafíos y órdagos a la confesión religiosa de la mayoría de sus ciudadanos.
Y es que el hecho de que no haya una religión oficial del Estado no implica necesariamente que la religión deba ser excluida como condición sine qua non de los espacios televisivos públicos. Así, además de los programas sobre la fe católica, hay que sumar los de Shalom (dedicado a la fe judía), Medina (dedicado a la fe musulmana) o Buenas Noticias (dedicado a la iglesia evangélica), los cuales, por cierto, nadie ha pedido que sean eliminados de la parrilla televisiva, por mucha aconfesionalidad que se le presuponga al Estado.
Por otro lado, siguiendo la argumentación esgrimida para pedir que se quite la misa, cabe preguntarse por qué hay programas sobre fútbol en la televisión pública, si no es el deporte oficial del Estado según la Constitución. Y es que un ataque directo al derecho a ver fútbol, como primera 'religión' de este país que es a día de hoy, sí que traería verdadera cola, y ahí sí que se podría decir que con la iglesia (aunque sea futbolera) hemos topado.
Desgraciadamente, y de manera frecuente, algunos sectores de la izquierda de este país parecen centrarse más en hacer anticlericalismo que en difundir o exigir con más fiereza la justicia social y la mejora de las condiciones laborales de los trabajadores, que es lo que se le presupone como centro de acción a la izquierda.
Con ello no quiero decir que tenga que eludirse cualquier tipo de crítica a la Iglesia Católica. Obviamente, se puede y se debe seguir señalando lo que en ésta se haga mal y pedirle mejoras (al igual que al resto de la sociedad), se puede recordar el dinero público que entrega el Estado a la Iglesia, la exención del pago del IBI por parte de ésta, o la apropiación de bienes ajenos que gracias a una legislación hipergenerosa se le permitió a la Iglesia escriturar como propios. Aunque en sentido opuesto se debe aplaudir la gran labor que lleva a cabo Cáritas en la lucha contra la pobreza y la exclusión social.
Pero una cosa es criticar lo que se haga mal, y otra muy diferente prohibir que cada uno pueda ver lo que le dé la real gana si un programa no ataca a nadie y da unos datos de audiencia decentes (la misa tiene el doble de cuota de pantalla que la audiencia media de La 2). Cuestión aparte sería si éste nos estuviese costando un ojo de la cara a la ciudadanía, pero no es el caso.
Por otro lado, y antes de que lanzasen la propuesta, considero que deberían haber tomado en consideración otros factores que, fuera de la política y exclusivamente por cuestión de fe, hacen de la misa dominical de La 2 algo a tener más en estima. Me refiero a todos esos mayores nuestros que, cargados en su fe pero impedidos físicamente para asistir a los templos, se plantan frente al televisor para vivir un acto que a ellos les motiva y les carga las pilas.
Y es que, antes de enredarnos en cuestiones políticas, hemos de fijarnos en las personas, en sus necesidades y, sobre todo, en aquello que les motiva para poder seguir adelante. Por ello es necesario que respetemos los cultos religiosos de todos nuestros paisanos, así como en el derecho a no creer en ningún dios de muchos otros.
Al final todo se reduce en algo tan sencillo como que, el que quiera ver la misa de La 2 que la vea, y el que no quiera que no la vea. Y si nadie la viese, ese sería el indicativo de que no ha de emitirse, pero no un capricho político o una ocurrencia mañanera que podríamos calificar como 'una bobá que le dio a uno pahí'. Más izquierda y menos anticlericalismo gratuito es lo que le pediría a Podemos, especialmente en estos tiempos de precariedad laboral.
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