No te extrañe: nosotros jugábamos de balde, porque la calle, las plazas y cantones, el juego de pelota, las eras, detrás de la iglesia, el porquero y demás sitios eran de todos y para todos. Eran, como se dice hoy, lugares públicos. Los niños andábamos y corríamos por ellos, como Pedro por su casa; lo mismo ocurría con los carros y las caballerías; con las ovejas, las cabras comuneras?, hasta las gallinas picoteaban, en la calle, las boñigas y cagajones en busca del cacho alimento, que enriquecía de albúminas el huevo. Lo compartíamos, porque así lo había dictado y enseñado la madre naturaleza: la gran comunidad de bienes.
Los muchachos nos lo pasábamos pipa en estos sitios; practicábamos cientos de juegos: el palmo, los cuadrines, el tangue, el mahón, las canicas, el peón, la pelota, el jinque, la chirumba, el jeme, el brinquillo, el balón? Nosotros jugábamos al balón, aún no había llegado a nuestra habla la palabreja fútbol: en aquellos tiempos estaban prohibidos los neologismos. Y volvíamos a casa con los pantalones y rodillas embadurnados de polvo o de barro, y nos limpiábamos con la rodilla, porque no se conocía la ducha ni el agua corriente.
Nosotros nunca pagamos un céntimo por jugar, además, porque no lo teníamos. Sólo sisaba a mi madre, de vez en cuando, una peseta para ir al cine de Ruperto. Era lo único, que costaba, el cine, el palo dulce y el regaliz: todo lo demás era de balde. Nosotros no conocíamos la palabra gratis, sólo "de balde".
Y fuimos creciendo y el Ayuntamiento, con la prestación personal de todos los jóvenes, construyó la cancha polideportiva. Con este invento, los muchachos dejamos aquellos juegos viejos, y aprendimos a jugar al baloncesto, al balonmano, al tenis? y aprendimos atletismo y competimos en la comarca, en la provincia y en Salamanca?, y, toda actividad deportiva seguía siendo "de balde".
De pronto, cambiaron las cosas: las calles, las plazas, las pistas, los campos de fútbol, los pabellones y demás instalaciones se privatizaron, o sea, dejaron de ser públicos: y, de un plumazo, se eliminó, del lengua popular, la voz "de balde". Ahora, si quieres practicar cualquier deporte, tanto infantil como juvenil y absoluto, tienes que llevar el monedero, si no, no juegas.
Siempre he considerado el deporte como una faceta básica en la educación de la persona; aparte de su influencia en el desarrollo físico del individuo, ejercita una serie de virtudes que tienen relación con el compañerismo, la convivencia, el esfuerzo, la capacidad de sacrificio y de superación y con el respeto al adversario ante el triunfo y el fracaso. Y todas estas cosas no caben en el programa de "los de la foto", como ha sucedido con la música, la ética y la lógica, eliminadas de un plumazo.
En consonancia con estas últimas materias, saco a colación a la santa Andariega:
"Si no procuráis virtudes y hay ejercicio de ellas siempre, os quedaréis enanas".
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