La realidad ha demostrado que no era política ficción. La posibilidad de que dos candidatos del fuste de Alfonso Fernández Mañueco y Antonio Silván, ilustres miembros del aparato del partido, se disputaran en un mano a mano la presidencia del PP en Castilla y León era una opción que casi nadie consideraba verosímil y, desde luego, por la que nadie apostaba. Y seguramente no se hubiera producido si Juan Vicente Herrera no hubiera estado hasta el último momento mareando la perdiz.
Fracasada su primera opción, que era la de promover la candidatura de Pablo Casado, a mediodía del pasado lunes Herrera se reunió en la sede de la calle María Molina con Mañueco y Silván. Les anunció que estaba dispuesto a no presentarse y les sugirió que alcanzaran un acuerdo para concurrir juntos en una sola candidatura. Pero solo uno de ellos podía ser presidente y no hubo lugar a la negociación, máxime cuando la primera premisa -que el todavía presidente dejara vía libre- en ese momento no acababa de estar clara. Herrera seguía apurando los plazos esperando en vano una llamada de Mariano Rajoy.
Sometido a una presión extrema desde su entorno político-mediático para que tirara la toalla, de hecho Herrera no tomó la decisión definitiva hasta la misma tarde de ayer. Cuando ya no había tiempo ni posibilidad de evitar el mano a mano entre el secretario autonómico y el vicesecretario de Organización. Ante la eventualidad de que Herrera se echara hacia un lado, Mañueco y Silván ya habían movilizado a su afines en el primer asalto a librar: inscribir al máximo número de afiliados en el censo que el próximo día 17 votará en una urna al candidato a la presidencia del partido y en otra elegirá a los compromisarios al congreso del 1 de abril, que por cierto son los que al final tendrán la última palabra.
Conocido el talante de ambos candidatos, que nadie espere que se vayan a despellejar públicamente. De ninguno de ellos saldrá la menor descalificación hacia el rival. De puertas hacia fuera será un duelo de guante blanco, pero por debajo el juego subterráneo entre los partidarios de uno y otro no va a haber tobilleras ni espinilleras que lo amortigüen. Por supuesto, Fernando Martínez Maillo y Juan Vicente Herrera van a ser exquisitamente neutrales, faltaría más.
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