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Pablo de Unamuno, pajaritas de papel en la Niebla
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ENTREVISTA DE CHARO ALONSO

Pablo de Unamuno, pajaritas de papel en la Niebla

Actualizado 08/03/2017
Redacción

Pajaritas de papel que llevan, rápidas, felices, al Doctor Pablo de Unamuno por las calles de Salamanca. Siempre presto a la charla, a la evocación, a la presencia que no es ausencia del Unamuno que nos recorre aún, las manos a la espalda

Habita en las Casas Museo el espíritu de quienes las vivieron y llenaron de palabras. Ana Chaguaceda, su Directora, lo sabe muy bien y por eso la de Unamuno está dedicada a la visita, a la investigación y en ella no solo vuelan las pajaritas del Rector, sino las de su nieto, el Doctor Pablo de Unamuno, posado en el recuerdo vivo del perfil aguileño de quien escribiera "¿Qué pensarán (mis nietos)/ de un abuelo singular?"

¿Se acostumbra uno como portavoz de la familia a tantas entrevistas, reconocimientos, actos, homenajes?

Pablo de Unamuno: Ahora sí. En el 2012, que fue una locura con el aniversario, había días de dos o más actos, de tantas entrevistas que yo ya no sabía qué decir. Y no, no soy el portavoz de la familia, sencillamente es que soy el único nieto que vive en Salamanca. Mi primo era quien llevaba la representación oficial de la familia, por ejemplo, en temas como los derechos de autor que ?como sabéis? ya han prescrito.

Siempre pienso que los días de Unamuno debían tener más horas que el resto, su enorme producción, su vida docente, social, política, su enorme epistolario, su vida feliz de matrimonio con Concha Lizárraga, sus hijos? ¿Cómo lo hacía?

¡Yo también lo pienso muchas veces! Esa cantidad inmensa de manuscritos en aquel tiempo sin ordenadores, cómo podía trabajar tanto? Yo cuando escribo quito, pego? ¿Cómo lo hacía él? Y ese epistolario que es inmenso y sobre todo, su vida familiar por encima de todo. Yo creo que en la época del destierro lo pasó muy mal por separarse de su querida Salamanca y de su familia: eso fue un trago muy amargo.

Portavoz de la Plataforma por la Defensa de la Sanidad Pública has heredado el ser un hombre de pelea ¿Qué más hay en ti del abuelo?

Muy poquito, muy poquito. Yo he escrito artículos profesionales, científicos, sobre sanidad, sobre enseñanza de la medicina? He heredado el gusto por la papiroflexia, me la enseñaron mis hermanos mayores y la he cultivado siempre.

Miguel de Unamuno cedió en vida su biblioteca a la Universidad, pero vosotros como familia habéis sido enormemente generosos facilitando que todo lo relativo al rector permaneciese unido: objetos familiares que os debían ser muy queridos; todo con una, repito, gran generosidad.

Sí fue un acto de generosidad, yo era muy pequeño cuando se produjo la cesión en los años sesenta. Y es que no tenía sentido que tuviéramos nosotros la propiedad de lo que debía ser de todos. No recuerdo mucho de aquello, pero sí de que estamos seguros de que todo lo relativo al abuelo estuviera en la Casa Museo, y cada vez que va apareciendo algo nuevo estamos encantados de traerlo; además, aquí Ana Chaguaceda y su equipo lo tratan con mimo, con infinito cuidado, no podía estar en un lugar mejor.

Pablo, yo recuerdo que Ana me enseñó la caja donde se guarda el manuscrito de Niebla y fue emocionante verlo.

Hace poco una de mis hijas lo vio y se emocionó mucho también. Es un cuidado exquisito el que tiene Ana con todo lo relativo a la casa, y lo documentada que está. Sabe todo lo relacionado con mi abuelo, conoce cada libro publicado, cada novedad. Para nosotros es un miembro más de nuestra familia y le estamos muy agradecidos así como a los investigadores apasionados que vienen aquí a estudiar la obra de mi abuelo.

Tiene Pablo de Unamuno el gusto por la charla de Miguel de Unamuno. La entrega al trato cercano y entregado, un feliz punto socarrón, afable, pleno de risa y lleno de encanto. La evocación en él es un privilegio cálido de alegría que, de repente, se tiñe de emoción y de nostalgia.

¿Qué sentiste viendo a José Luis Gómez interpretar a tu abuelo en el Paraninfo de la Universidad, con motivo de la presentación de la película La isla del viento?

Una emoción muy grande. Me encantó, fíjate, me pareció que estaba viendo a mi abuelo. Fue impresionante ese silencio escuchando a José Luis Gómez. A mí me gustó mucho esa película, el interés y el conocimiento de mi abuelo que tiene el director, Manuel Menchón. Yo esperaba que tuviera más reconocimiento, que lo merece, y una candidatura a los Goya para José Luis Gómez. Fue impresionante.

¿Qué recuerdas de lo que te contaba tu padre de él? Naciste nueve años después de la muerte de Unamuno.

Muy poquito porque mi padre murió cuando yo tenía diez años. Pero sí me acuerdo de que de niño, iba con él por la calle y la gente nos paraba y me decía cosas de mi abuelo, entonces yo pensaba que mi abuelo tenía que ser alguien muy importante, un sabio.

Está muy presente, incluso su figura. Siempre supo reflejar muy bien su imagen, le gustaba la fotografía y toda su vida está excepcionalmente documentada.

Sí, tenía su punto de vanidad, se dejaba pintar, se dejaba fotografiar? Yo pienso que sabía que iba a pasar a la historia.

¡Incluso tú mismo le has representado!

Sí. Fue en el 2012, hicieron un paseo teatralizado por Salamanca en el que mi abuelo conversaba con Beatriz Galindo. Fue un trabajo de García Encinas que escribió el guión y lo dirigió. Me costó trabajo decidirme y cuando por fin acepté sufrí muchos nervios, aunque luego lo pasé muy bien. Mi compañera, la actriz Elena Román, era la que me infundía tranquilidad. Fue una experiencia que me gustó mucho, cinco o seis representaciones que se hacían por la calle ¡Nos seguía mucha gente!

Alguno se preguntaría que qué hacía su médico en semejante paseo. Salamanca es Unamuno, pero Unamuno y los Unamuno también nos pertenecen a Salamanca.

Es verdad, pienso que la familia se ha asimilado a la ciudad y que Unamuno está presente en la vida de Salamanca, se identifica con Salamanca aunque mi abuelo nunca renunció a su origen vasco ¡Y a su boina vasca!

Yo recuerdo, de pequeña ?interviene Carmen Borrego- que me sorprendió saber que Unamuno nació en Bilbao ¡Tan convencida estaba de que era de Salamanca! ¿Qué novela te gusta más de tu abuelo, Pablo?

Me gusta mucho precisamente Paz en la guerra porque habla del cerco de Bilbao, es su autobiografía. Y me gusta también por eso Recuerdos de niñez y mocedad.

Unamuno no es solo la ciudad de Salamanca, también el campo, el paisaje y el paisanaje, su búsqueda de los pueblos, de las rutas, su admiración por las cumbres de Gredos?

¡Y sus paseos por Traguntía que a ti y a mí tanto nos interesan! Él escribió en París algo así como "Aquí en Gredos, donde tiene Dios su trono", fíjate si no le gustaría para situar ahí el trono de Dios. Recuerdo una travesía que se organizó partiendo de un lugar próximo a Aliseda hacia el pico Almanzor. Una ruta importante, yo la hice y pensaba: "¡Por aquí mi abuelo no vino! ¿Qué calzado llevaría?" Yo iba preparado y me costaba, pero sí, parece que sí, como la hizo Eduardo García Denterría, que era bien mayor y la hizo. Era muy andarín mi abuelo; él de jovencito salía muchísimo por los alrededores de Bilbao. Incluso hizo un recorrido por Las Hurdes en 1913 de varios días en los que, bueno, quizás le dejaran a él una cama, pero las condiciones eran bien malas.

¿Qué anécdota te emociona más de tu abuelo?

¿Sabéis que casi todas sus anécdotas son falsas? La mayoría son mentira, se las inventaba Pío Baroja, como lo de Shakespeare. (Se cuenta que Unamuno pronunció, en una conferencia a la española, el nombre del dramaturgo inglés y ante la recriminación de alguien del público, continuó la charla en un perfecto inglés) Mi abuelo leía en muchos idiomas, pero sólo hablaba español y francés y quizás algo de vasco. Pero hay una anécdota que me la contó un señor y tal y como me la contó yo me la creo. Me dijo que había coincidido su padre con mi abuelo en una comisaría o puesto de la Guardia Civil porque el señor iba a hacer la revisión de un arma. Entonces, Unamuno sacó un lápiz y dijo "Esto sí que hace daño y no eso". Conociéndole estoy seguro de que esa anécdota es cierta. Con un lápiz se pueden hacer muchas cosas, hasta daño.

Siempre me emociona su amor a la familia, a su esposa, a sus hijos, eso está muy presente en sus dibujos.

Es cierto, en su casa la que mandaba era ella. Y era un padre entregado, jugaba sentado en el suelo haciendo sombras chinas, figuras de papel, palabras encadenadas? Yo recuerdo que mi tía María, que era de los más pequeños, decía con mucha pena que jugaba "Sobre todo con los mayores". Seguro que con mi padre, que era el segundo? Con los menores ya tenía muchas obligaciones, compromisos? Pero siempre fue un padre dedicado.

¡Y tenía tiempo para todo! ?Insiste Carmen maravillada? ¡Y lo mantenía todo en riguroso orden!

Lo ordenaba todo muy cuidadosamente, sí, lo guardaba todo y después de su muerte se siguió el mismo sistema. Cuando se hizo la sala de investigación de arriba hubo que revisar unos baúles que había y cuando los abrí había cientos de telegramas de estos azules que recibió la familia cuando murió el abuelo. Unamuno no tiraba ni un papel. Por eso siguen apareciendo cosas, incluso este Diario de viaje que ahora va a publicarse ¡A ver si dejan de aparecer cosas y me dejáis en paz!

Pablo ¿Tu abuelo murió de pena?

Murió de una hemorragia cerebral masiva, Carmen. Que tenía pena no te quepa duda, estaba recluido en su casa, sin salir, asistiendo al inicio de esa guerra incivil, entre los hunos y los hotros.

Poeta, dramaturgo, filósofo, profesor, novelista, político? ¿Sentimos más necesidad ahora del Unamuno político, por la situación crispada en la que nos hace falta un hombre de contradicción y de pelea?

Yo creo que siempre quiso pasar a la historia como poeta y finalmente, lo ha conseguido: ha sido reconocido como tal. Quizás en su época no lo fuera tanto. Y en política, ¿podéis imaginar lo que diría en este momento de corrupción, de fraude generalizado en todos los niveles de la vida?

Diría muchas cosas muy necesarias, diría lo mismo que has dicho tú defendiendo la Sanidad Pública ¿Se ha guardado su voz? ¿Cómo era?

No era una voz bonita, está en una cassette que me costó mucho encontrar. Es una lectura en la que empieza algo nervioso, es muy evidente, se traba varias veces, pero luego ya lee tranquilo. Sorprendente porque era alguien que hablaba mucho en público, que daba clases. Es curioso, y es curioso que nunca parara quieto, que viajara en tren a Portugal, que paseara tanto por los alrededores de Salamanca, que dibujara, hiciera tantas cosas con las manos en sus ratos quietos? ¡Hasta moldeaba a menudo migas de pan!

¿Te emociona venir a esta casa que es la vuestra? ¿Qué objeto de tu abuelo te toca el corazón cuando lo ves?

Claro que sí, yo conocí esta casa antes de la reforma. Venía a ver a mi tía Felisa que fue la primera guardesa y que vivía aquí. La casa se mantenía como la dejaron al trasladarse a la de la calle Bordadores, donde murió. Yo recuerdo las habitaciones, el pasillo? Me gustaría encontrar un plano de la casa tal y como era entonces. El dormitorio y el despacho estaban igual que ahora? De niño, aparte de venir a ver a mi tía, entraba en el despacho y me sobrecogían los libros, los objetos, su letra? Y veía su mesa, la pluma, sus cosas. Sí, sobre todo la pluma, me impresionaba. Escribió poco y mal con una máquina que era de Quiroga, su yerno. Sí, la pluma?

Recorre Pablo de Unamuno las estancias de la memoria, sabidas, amadas, evocadas. Se inclina ante el último dibujo encontrado de su abuelo y nos indica el retrato de pinceladas suaves que le pintó su madre al adusto suegro de perfiles pétreos a quien no imaginamos tirado en el suelo, haciendo amor y pedagogía, plegando las dobleces del corazón como ahora atrapamos la pajarita del recuerdo. Pablo de Unamuno está en su casa, la de todos, la que custodia la sabiduría del 98 y la personalidad apasionada de un hombre irrepetible. El atardecer de invierno se cierne sobre la parra de sus muros a la que hizo verso este Unamuno que quiso ser Dios y logró ser eterno. Pajaritas de papel que llevan, rápidas, felices, al Doctor Pablo de Unamuno por las calles de Salamanca. Siempre presto a la charla, a la evocación, a la presencia que no es ausencia del Unamuno que nos recorre aún, las manos a la espalda.

Charo Alonso

Fotografía: Carmen Borrego.

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