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Pequeña aldea con techo de cielo
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'TERESA, LA JARDINERA DE LA LUZ'

Pequeña aldea con techo de cielo

Actualizado 05/03/2017
Redacción

Los componentes del grupo Lazarillo de Tormes recordarán el calor con el que las gentes de Aldehuela de la Bóveda les recibieron

Si imagináramos un bello cielo de verano plagado de brillantes estrellas, y pensáramos que desde una de ellas alguien observaba la preciosa inmensidad del campo charro, quizá estaría fijando la atención en un punto de este paisaje salmantino. En medio de nuestra provincia, y en plena extensión de nuestra maravillosa dehesa, se ubica un pequeño pueblo llamado Aldehuela de la Bóveda. Su nombre nos remite a un emplazamiento de reducidas dimensiones. No resulta extraño si pensamos en la vastedad del terreno, que más que rodearlo, parece absorberlo. Porque contemplando la amplitud de estas tierras de encinas, nos parece estar inmersos en una especie de mar verde, reflejo de la bóveda celeste, pero decorado no con sus estrellas de luz, sino con las maravillosas encinas centenarias, que nos hablan también, del transcurrir de mucho, mucho tiempo. Cielo y tierra se reúnen en el nombre de esta localidad salmantina, donde la Historia empezó a dejar sus huellas hace más de dos mil años, como dan fe los restos betones de la cercana finca de Castro Enríquez, albergue inmejorable de la raza de ganado bovino autóctono como es la morucha.

En una fría tarde de un recién estrenado mes de marzo, los componentes del grupo de teatro Lazarillo de Tormes, recordarán sin embargo, el calor con el que las gentes de este pueblo les recibieron. Su montaje "Teresa, la jardinera de la luz", también lleva su envolvente magia a todo lugar que se complace con su puesta en escena. La de Teresa de Jesús es una historia simple pero a la vez grande, pues nos habla de una mujer sencilla, y sin embargo inmensa. Con los pies bien puestos en la tierra, pero con su corazón absorto en las alturas, marcó la vida de muchas gentes de su época, el siglo XVI, y aún sus huellas tienen una impronta poderosa en nuestros días. ¿Qué ha hecho que tan sólo una mujer, a veces sin otro apoyo que no fuera el del Dios al que amaba profundamente, fuera capaz de alzarse contra todo lo establecido? Quizá precisamente, la convicción de que podía con todo gracias a ese grandísimo amor que le brindó desde casi niña a un Dios hecho hombre, Jesús, a quien sintió en su corazón como el mejor de los hombres conocidos, digno de ella y viceversa. El tiempo en que viviera Teresa negaba cualquier reconocimiento y valor a las féminas, lo cual también, robaba su libertad como seres humanos. Así pues, aliada con el único que para ella merecía la pena, el Hijo de Dios, hombre ante todo, como ella era mujer, le permitió realizar una tarea ingente, pero fructífera que trascendió fronteras y tiempo.

Una prodigiosa metáfora se escribe para nosotros en tierras del Campo Charro. Al igual que los restos milenarios hallados en Castro Enríquez nos hablan de miles de años de vida de otros tantos seres humanos que nos precedieron, y que fueron abriendo camino en las nuestras con la suya, la existencia de la carmelita del XVI, ha dejado también una huella muy profunda en los siglos posteriores. Fue una mujer de raza, con temperamento, como lo es la casta de las moruchas que habitan en esta zona de la provincia, y que parecen dominar el hábitat por el que se desenvuelven con elegancia como formando parte de él. A su alrededor, las encinas hunden sus fuertes raíces en una tierra más antigua aún que ellas, y permanecen inamovibles, viendo pasar generaciones de hombres que de su existencia ancestral se favorecen. En esta finca salmantina próxima a Aldehuela de la Bóveda, se ha creado un Aula de Interpretación para que numerosos niños aprendan "in situ" el valor de esta Naturaleza que ha coexistido con nuestros antecesores y ha conformado su carácter, permitiéndoles la supervivencia. Ellos y nosotros somos fruto de todo lo que nos precede, y hay un espíritu común que se nos transmite a través de la enseñanza de la tierra y los habitantes que la conforman. Porque el escenario es común para todos, y todos tenemos algo que aportar a éste.

Hubo hace cinco siglos una jardinera que regó con luz las semillas que fue dejando en su vida para lograr unos frutos que hoy no se pueden negar. Como la sobriedad de esta tierra y la luz de sus cielos estrellados, consiguió que muchas de sus contemporáneas echaran las raíces suficientes, para que inamovibles, se convirtieran en un testimonio vivo y perenne del magisterio de su madre. Cuando la iglesia parroquial de san Antonio Abad de Aldehuela de la Bóveda se abre, un bello retrato de la Asunción de María, sito en su retablo central, recibe a un grupo de mujeres, que en sus hábitos austeros de monjas del XVI, entran en el recinto cantando. El polvo de sus vestimentas y sus voces monótonas y pausadas parecen llevar consigo toda la eternidad de los caminos por los que han llegado hasta aquí. Nos trasladan a la época de su siglo, pero nos infunden cierto sentimiento de universalidad. Vienen dispuestas a arropar a la madre Teresa en los últimos momentos de su camino personal. La personalidad arrolladora de ésta se desgaja en cada una de sus hermanas, como lo hace la tierra de La Dehesa en cada una de sus arraigadas encinas y bravas reses. Subido a un púlpito que "a priori" le coloca en un ámbito de superioridad, un padre dominico las espera dispuesto a poner a los pies de la Inquisición a aquella que ya nada tiene que perder y sí mucho ganado y por ganar. Las carmelitas de Teresa conscientes de la gravedad del momento, se limitan a plantarle cara con la obviedad más certera, y así exponen ante él, toda una vida llena de humildad, inteligencia, sentido práctico y ante todo amor y fe en el Dios que tanto ha amado y la ha amado.

Quien ya ha disfrutado de "Teresa, la jardinera de la luz", sabe lo genialmente que todo esto está narrado en el guión elaborado por Denis Rafter, que en tan sólo una hora, pone de manifiesto cómo una mujer con su vida, obras y escritos ha llegado a la dimensión de doctora de la Iglesia, doctora "honoris causa" por dos universidades (Salamanca y Ávila), sin olvidar su estatus como santa de la Cristiandad. Pero lo que ya no se puede olvidar a la vista de este montaje ,es su más auténtica dimensión como ser humano y ante todo mujer. Luchó por amor, y se enfrentó a hombres poderosos para librar a muchas mujeres y seres desfavorecidos de su tiempo del yugo de la ignorancia y el desprecio al que estaban sometidos. Y a pesar de sus privilegiadas dotes en cualquier terreno, puso al servicio de todos su intelectualidad, su salud, y tanto tiempo viajando por esos caminos en pos de fundar conventos que revolucionando la orden carmelita, permitieran a sus semejantes vivir con la dignidad que da la libertad de lo elegido.

Con el verde de las encinas que duermen silenciosas en el campo nocturno, la esperanza que transmiten estas monjas nos hacen olvidar que la magnífica interpretación de las actrices que las encarnan, es un gran trabajo de profesionales llevado a cabo por aficionadas. Otro tanto ocurre con un padre dominico que arranca de ellas de forma magistral con sus imprecaciones a Teresa, una fuerza que se deriva de la energía surgida de sus diálogos, y que se transforma en ternura y profundidad cuando le ofrecen los poemas escritos por su genial maestra. Todo esto está arropado por las notas salidas de un órgano que parece el auténtico del maestro Salinas coetáneo de Teresa de Jesús y que toca otro de los actores, interpretando piezas del Renacimiento. La obra se redondea con la elección de los altares de las iglesias como escenario perfecto, que en opinión del productor Javier de Prado, logran la simbiosis perfecta entre público, intérpretes e historia, pues la carga de emociones que estos espacios aportan, es insustituible por cualquier otro tipo de recinto; sin olvidarnos que somos trasladados al convento de Alba de Tormes, un día de octubre de 1582.

Al siglo XVI, pertenecía también, la antigua iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Aldehuela de la Bóveda. No pudo librarse del pasto de las llamas, como por suerte sí hizo Teresa de manos de la Inquisición. En esta tarde, ha sido la de san Antonio, bien restaurada y con un bello campanario en su espadaña que se levanta desde su nave, testigo de un hecho teatral que tanto impacto ha tenido para todos los que lo conocen. Como en el Rosario, cuya advocación lleva la patrona de la localidad, aunque se vayan desgranando sus cuentas con las mismas palabras, con la misma oración, con sus reiteradas letanías e intenciones, cada una de las personas que lo rezan o lo escuchan son siempre diferentes y únicas como cada uno de los momentos en los que se vive. Por ello "Teresa, la jardinera de la luz" sabe convertir también cada lugar y situación en la que aparece en única. Así se sintieron los espectadores de este pueblo que con sus aplausos calurosos y emocionados dieron buena fe de ello.

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