Evidentemente, Cataluña tiene capacidad económica para ser un Estado independiente. Cataluña, y muchos otros territorios sin Estado diferenciado. En el caso del Principado, por ejemplo, éste no es más pequeño que Dinamarca ni tiene un PIB muy inferior al de los daneses.
Claro que todo eso sería posible en abstracto, sobre el papel y no sobre una realidad llena de condicionantes. La primera, que Cataluña ya pertenece a un Estado (España) y a unas organizaciones supranacionales (la Unión Europea y la ONU), situación que no se daba cuando la independencia danesa. La segunda es que, en el mundo globalizado e interrelacionado de hoy día, las decisiones no las toma uno solo, sino todo un conjunto de protagonistas exteriores.
Hace muchos años, cuando Jordi Pujol aún era President de la Generalitat, me explicó que la ruptura o la secesión de un país podía hacerse de un modo pacífico: "Ahí tiene usted la separación de Chequia y Eslovaquia". Siendo eso cierto, una aversión aun mayor que la de checos y eslovacos es la de flamencos y valones, pero Bélgica no se ha partido en dos porque pertenece al corazón de la UE y sin ella quedaría reducida a la mera existencia de dos paisitos.
La importancia del contexto internacional la conocen mejor que nadie los promotores de la segregación de Cataluña y por eso le dedican los mayores esfuerzos, con Raül Romeva al frente, a la vez que minimizan sus efectos, sabedores de la práctica imposibilidad de conseguir su colaboración.
Ejemplos de esa frustrante realidad para los independentistas los hay de todo tipo. Kosovo, por ejemplo, es un exiguo territorio musulmán en medio de Europa, empobrecido y subsidiado, convertido en Estado propio por presión armada de la OTAN y al que no reconoce la mitad de la comunidad internacional, España incluida.
Otro caso es el de Taiwán, próspero Estado producto de la guerra civil china y que fue miembro del Consejo de Seguridad de la ONU. Marginado y reclamado por Pekín, sufre hoy día un aislamiento exterior que propicia problemas internos. ¿Y qué decir de la República turca de Chipre? Mientras el Estado chipriota goza del reconocimiento internacional y la ayuda de la UE, el tercio norte a la isla vive un ostracismo absoluto y mitiga su pobreza como un protectorado turco.
Los independentistas catalanes no desconocen estos precedentes, al igual que saben que un veto de Madrid dejaría una Cataluña segregada en el limbo internacional, sin pertenecer a organización alguna, condenada a un empobrecimiento paulatino y creciente. Las cosas, se quiera o no, son así, y pretender ignorarlas supone una huida hacia adelante, a costa de los crédulos convencidos de que la secesión es tan fácil y tan cómoda como ir de camping-playa.
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