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Concebido por el Espíritu Santo, nacido de María Virgen 
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Concebido por el Espíritu Santo, nacido de María Virgen 

Actualizado 24/02/2017

Concebido por el Espíritu Santo, nacido de María Virgen  | Imagen 1A raíz de una entrevista hecha a M. J. Caram, el tema del nacimiento de Jesús ha vuelto con pasión (e insultos) a los "mass media". No quiero mediar en la polémica, sino ofrecer unas razones para el mejor planteamiento del tema, que se centra en dos afirmaciones básicas del Credo:

1. Jesús ha sido concebido por el Espíritu Santo. No nace "sólo" de unos padres humanos, sino que ha surgido por obra (por gracia) del Espíritu de Dios, como expresión y presencia definitiva de su amor.

El tema de la concepción por el Espíritu de Dios pertenece a la identidad de los cristianos , pues los que creen no nacen sólo de la carne o sangre (de la pura voluntad humana), sino de Dios, siendo sus hijos (cf. Jn 1, 12-13).

2. Jesús ha nacido de María Virgen, es decir, de una mujer concreta (de una joven capaz de concebir), no es un fantasma, un ser angélico de "apariencia humana", venido directamente del cielo como querían los docetas y los gnósticos. En contra de ese riesgo se introdujo en el Credo la palabra "nacido de María Virgen", de una mujer concreta, de una carne humana.

Así entendido, este dogma no trata de una "virginidad espiritualista" (sin carne), sino de una carne humana concreta, concretada en María, una mujer creyente (cf. "bienaventurada tú porque has creído...": Lc 1, 45).

En ese contexto, antes de desarrollar este motivo, a lo largo de dos días, quiero presentar una cita clave de . J. Ratzinger, Introducción al Cristianismo, cap. 9, comienzo (cf. http://www.medioscan.com/pdf/Introduccionalcristianismo.pdf , pag 107):

Concebido por el Espíritu Santo, nacido de María Virgen  | Imagen 2

"La concepción de Jesús es la nueva creación, no la generación por parte de Dios. Dios no es algo así como el padre biológico de Jesús, y ni el Nuevo Testamento ni la genealogía de la Iglesia han visto en ese relato o en el acontecimiento narrado el fundamento de la verdadera divinidad de Jesús, de su .filiación divina...

La filiación divina de Jesús no se funda, según la fe eclesial, en que Jesús no tiene padre humano. La filiación divina de Jesús no sufriría menoscabo alguno si hubiese nacido de un matrimonio normal, porque la filiación divina de la que habla la Iglesia no es un hecho biológico, sino ontológico; no es un acontecimiento del tiempo, sino de la eternidad de Dios? que atrae a sí mismo la criatura hombre en el hombre Jesús, de modo que él mismo es hombre".

Según eso,la concepción por el Espíritu y el nacimiento de Jesús de "María virgen" no se puede plantear ni resolver en un plano biológico, sino de revelación (presencia) de Dios y de comunicación humana, como seguiré indicando. Buen día a todos. Posiblemente, la visión ontológica de J. Ratzinger (que parte del Hijo eterno de Dios) no es compartida por todos aquellos que insisten más en su identidad histórica, pero ella nos ayuda a plantear mejor el tema, como seguiré indicando.

Concebido por el Espíritu Santo, nacido de María Virgen

Jesús debió nacer el 6 a.C., a finales del reinado de Herodes el Grande, cuando Galilea estaba pasando de una agricultura autónoma de subsistencia a una economía mercantil centralizada, con un inmenso coste familiar y humano. Nació en Nazaret de Galilea, aunque su familia podía proceder de Belén de Judá (cf. Mt 2, 1-8 y Lc 2, 4), siendo portadora de sus promesas mesiánicas (pues de Belén era David).

El NT le llama nazareno, de Nazara/Nazaret (posible asentamiento nazoreo), y también nazoreo, porque su familia creía ser heredera del retoño (nezer) de Jesé, estirpe mesiánica de David (cf. Is 11, 1; cf. Miq 5, 2), como suponen varios textos: Rom 1, 3; 2 Tim 2, 8; Mt 1, 20; Lc 1, 27.

En este contexto debemos evocar la concepción por el Espíritu y la identidad más precisa de su "sagrada familia", tema que ha sido muy importante en la historia de la piedad cristiana, especialmente en el mundo católico, aunque en una visión de conjunto como es ésta no he podido ni querido estudiar los detalles de cada motivo, ni el sentido dogmático de la concepción virginal, limitándome a evocar algunos temas, a fin de que los lectores respondan.

1. Hombre, un ser natal

Quiero destacar desde el principio el carácter natal del evangelio y, en sentido más amplio, de la vida humana. El hombre es "familia" por el deseo de amor que vincula a los esposos (cf. cap. 11), pero, al mismo tiempo, y sobre todo porque es un ser "natal" que surge a través de un largo engendramiento, que empieza por la concepción y el embarazo uterino (nueve meses), culminando en el extra-uterino (varios años, hasta que el niño sea viable).

El ser humano no nace sólo por apareamiento sexual, sino porque los padres lo quieren (lo acogen y educan) después de nacer, como hoy se sabe bien, pues los medios de control de natalidad y de paternidad responsable son cada vez más precisos, de manera que varones y mujeres engendran los hijos que ellos quieren (no los que "quiere" un tipo de naturaleza prehumana, como en los animales).

Según eso, Dios ha puesto el despliegue de la vida en manos de los mismos seres humanos, que engendran ya no sólo a partir de su "potencia sexual" sino, y sobre todo, a través de la "palabra", la acogida y el cuidado.

Ésta es quizá la mayor novedad que aparece ratificada por la "ciencia" moderna, y pienso que ella nos ayuda a entender el nacimiento de Jesús y el sentido de su familia, en una línea que era insospechada en los tiempos anteriores, cuando el tema se planteaba de un modo casi exclusivamente biológico, quedándose en el plano físico de la virginidad de María y de la acción del Espíritu Santo.

El tema de fondo es la colaboración entre Dios y los hombres, y de un modo especial la presencia y acción de Dios en cada nacimiento humano.

Ciertamente, Jesús ha sido un caso especial y paradigmático, y así podemos y debemos afirmar (desde una perspectiva cristiana) que es "Hijo de Dios", nacido de María Virgen, dentro de una familia especial, creador de un tipo de familia diferente. Pero, al mismo tiempo, podemos y debemos añadir que cada ser humano es hijo de Dios, presencia suya, nacido por obra de su Espíritu, de manera que todo nacimiento, bien entendido, es "nacimiento virginal".

2. Nazoreo, de la familia de David, hijo de José

La relación de Jesús con la "promesa" de David, y su identidad de "nazoreo", portador de una tradición mesiánica, es un elemento importante de su origen, y le vincula de un modo especial con José, su padre oficial, a quien la tradición presenta como "hijo de David" (Mt 1, 16; Lc 1, 27), aunque todo nos permite suponer que Jesús ha cambiado (rechazado o superado) después la visión mesiánica de José.

La escena anterior (Mc 6, 1-5) tal como ha sido recreada por Lucas 4, 16-29, supone que los nazarenos han distinguido entre José (que sería un nacionalista mesiánico), y Jesús, que habría rechazado/transformado ese nacionalismo de sus familiares (cf. cap. 8). Según vengo diciendo, Jesús ha fracasado en su entorno más cercano, pues no ha sido capaz de convencer a su familia, pero ese mismo fracaso puede interpretarse como principio de nuevo y más alto mesianismo.

1. Posible enfrentamiento con José, visión de Lucas. Como indicaré más tarde, el evangelio de la infancia de Mateo supone que José tuvo que "convertirse" para superar su visión patriarcal del mesianismo. Pues bien, el evangelio de Lucas que, a diferencia de Mateo, ha planteado de la concepción e infancia de Jesús desde María, recoge una tradición muy importante (cf. Lc 4, 16-29 en la que se supone que Jesús ha debido oponerse a la visión mesiánica de José, su padre.

Ese pasaje supone que Jesús ha entrado en la sinagoga y ha leído el testo de Is 61, 1-3 (e Is 58, 6), recogiendo la parte relativa a la promesa mesiánica activa (liberar a los presos, proclamar el "jubileo", cf. tema 4), pero ha suprimido lo relacionado con "el día de la venganza" y/o destrucción de los enemigos. Desde ese fondo le contestan y critican sus paisanos:

Todos daban testimonio sobre él y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: ¿No es este el hijo de José? (Lc 4, 22).

Los nazarenos parecen admirarse, pero en el fondo condenan a Jesús por "sus palabras de gracia" (porque no incluyen la condena de los adversarios), y preguntan «¿no es ese el hijo de José?». No le llaman "hijo de María" (como en el paralelo de Marcos), sino de José, y lo hacen en un contexto de crítica (terminan queriendo de lincharle). Ciertamente, los nazarenos saben que Jesús es hijo de José (en un plano legal, nacional). Por eso, su pregunta (¿no es éste el hijo de José?) no es para que respondamos "sí o no", y para que así ratifiquemos su origen familiar, sino para que distingamos a Jesús de José, que, según los nazarenos, parece haber sido un luchador nacional, partidario de la separación entre los buenos israelitas y los malos extranjeros.

Esa pregunta, vinculada a las palabras de gracia de Jesús, parece sonar de esta manera: «¿Cómo, siendo hijo de José, Jesús puede comportarse así?». Se supone así, veladamente, que entre José y Jesús se ha dado un "ruptura".

(a) José había sido nazoreo "nacional", en la línea de una ideología israelita que, partiendo de Is 61, 2, vincula "el año de gracia del Señor para sus fieles" con el día de venganza contra los infieles.

(b) Jesús, en cambio, ha roto (ha superado) esa división (entre israelitas e infieles), abriendo así un camino de liberación para los pobres y excluidos, pero sin reivindicación nacional ni condena contra los paganos.

Entendida de esa forma, esa pregunta supone que Jesús ha debido oponerse a su mismo padre José, reinterpretando el mesianismo israelita. Él no se ha enfrentado sólo con sus paisanos nazarenos, sino con la tradición de su familia, de manera que su opción mesiánica le ha separado en algún sentido de su mismo padre (y de su madre y hermanos, como sabemos por Mc 3, 31-35; cf. cap.10).

2. Cuarto evangelio, una visión igualmente discutida.

El Cuarto Evangelio (=Juan) ha presentado a Jesús como "encarnación del Logos de Dios" (Jn 1, 14), desvinculándole así de las tradiciones mesiánicas que estarían representadas por José, su "padre". En esa línea, de manera muy significativa, a diferencia de Mateo y Lucas, Juan no apela al signo del "nacimiento sagrado" de Jesús para interpretar su nueva familia, aunque ha dado mucha importancia a María, su madre, cuya figura presenta simbólicamente, en línea eclesial (como iniciadora y madre mesiánica), aunque no cite su nombre, tanto al inicio (Caná: Jn 2, 2) como al fin de su mensaje (en la Cruz: Jn 19, 25).

Es muy posible que el evangelista conociera la tradición del "origen virginal" de Jesús, por obra del Espíritu Santo, pero no la cita, ni la necesita (y quizá se opone a ella). A su juicio, Jesús no es Salvador (y creador de una nueva familia) por haber nacido "virginalmente", sino por ser Hijo eterno de Dios. Más aún, en esa línea, él amplia a todos los cristianos el tema del "nacimiento por el Espíritu", y así lo que Mateo y Lucas atribuyen a Jesús se cumple a su entender en todos los cristianos de manera que, en un sentido muy profundo, siendo hombres y mujeres de carne y hueso (hijos de padre y madre), todos los creyentes nacen (o renacen) a través de una "concepción" virginal, por obra del Espíritu de Dios, como destaca Jn 1, 11-12 (cf. tema 14). Desde ese fondo cobran importancia dos pasajes donde Juan presenta a Jesús como "hijo de José" en un contexto humano (israelita):

Felipe encontró a Natanael y le dijo: Hemos encontrado, a aquel de quien escribió Moisés en la Ley, y también los profetas: es Jesús el hijo de José, el de Nazaret (Jn 1, 45). Los judíos murmuraban de él, porque había dicho: Yo soy el pan que ha bajado del cielo. Y decían: ¿No es éste Jesús, hijo de José, cuyo padre y madre conocemos? ¿Cómo puede decir ahora: He bajado del cielo? (Jn 6, 41-42).

Estos pasajes podrían tener un sentido irónico, y destacarían el "desconocimiento" de Felipe y de los "judíos", cuando piensan que Jesús era hijo de José, siendo así que de hecho no lo era. Pero resulta más probable pensar que el evangelio de Juan está suponiendo que, en un plano biológico, Jesús era hijo de José, de manera que su novedad mesiánica no se sitúa en ese plano, sino en un nivel de filiación divina, pues él era Palabra de Dios encarnada (como pondré de relieve en tema 14). En una línea semejante debería interpretarse la discusión sobre Belén:

Unos decían: Este es el Cristo. Pero otros replicaban: ¿Acaso puede el Cristo venir de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de David? (Jn 7, 41-42).

Juan deja así que unos y otros discutan sobre el origen de Jesús sin conocerle de verdad. Todo nos permite pensar que, a su juicio, Jesús era hijo de José, y que había nacido en Nazaret, no en Belén?, pero lo que define su vida y su obra como enviado e hijo de Dios no es el lugar de nacimiento (Belén o Nazaret), ni su posible concepción virginal, ni su padre israelita, sino su filiación divina, es decir, el hecho de ser Logos de Dios y su entrega total por el Reino, haciéndose carne, plenamente humano. Pues bien, en ese contexto, Juan deja abierto el modo de generación y nacimiento humano de Jesús, que han desarrollado desde perspectivas convergentes Mateo y Lucas, como seguiremos indicando.

3. Concepción por el Espíritu, conversión de José (Mt 1-2)

A diferencia de Marcos, y en contra de Juan, los evangelios de la infancia (Mt 1-2 y Lc 1-2), han traducido en lenguaje simbólico el sentido y mensaje del origen familiar de Jesús, nacido en Israel, de un modo humano (es hijo de María), como hijo de Dios, por obra del Espíritu. En esa línea, el credo de la Iglesia confiesa que nació de la Virgen María, en sentido más teológico que biológico, (prius mente quam ventre), como dijo de forma clásica San Agustín (Sermo 215.4: "In redditione symboli"), y como recoge toda la tradición posterior.

1. Interpretación del nacimiento, una historia fecunda. Estos relatos (Mt 1-2, Lc 1-2) de tipo simbólico (teológico) han logrado expresar de manera muy honda un misterio de fe, centrado en el más alto origen y sentido "familiar" de Jesús. No son ficción o mentira, sino historia interpretada y valorada desde la fe, y así han de entenderse como principio de una nueva forma de interpretar la familia, que se aplica a los creyentes e incluso a todos los seres humanos, que nacen del Espíritu de Dios (cf. Jn 1, 12-13). Para encuadrarlos mejor, no para definir críticamente el origen de Jesús, quiero situarlos en un fondo histórico, dentro de la tradición del Nuevo Testamento:

‒ Pablo. Hacia el 52/56 d.C., él afirma que Jesús nació de mujer, bajo la "ley" (Gal 4, 4), y que era descendiente (hijo) de David según la carne (Rom 1, 3-4), descendiente de los israelitas (Rom 9, 5), pero su vida y familia "carnal" resultaba secundaria, pues él pensaba que, en ese plano, Jesús había sido un mesías judío "fracasado" (muerto en Cruz, por "gracia" de Dios), y que su novedad mesiánica (salvadora) comenzaba con la resurrección, en el momento en el que Dios le había constituido Hijo suyo, superando así la "ley", es decir, el mesianismo davídico. Por eso, en principio, Pablo no se interesó por la "familia" histórica de Jesús, sino por su muerte y su resurrección. Y, sin embargo, paradójicamente, él reconoció la importancia de Santiago y de otros hermanos de Jesús, a quienes cita con gran respeto, como "hermanos del Señor" (Gal 1, 19; 2, 9; 1 Cor 9, 5; 15, 7).

‒ Marcos. Hacia el 70/74, escribe una biografía mesiánica de Jesús Hijo de Dios, insistiendo como Pablo en su muerte-resurrección, pero añadiendo (en mirada retrospectiva) que él (Jesús) era ya Hijo de Dios en su vida "adulta" (a partir de su bautismo: Mc 1, 9-11), como mensajero del Reino, de manera que ya no vivió ni murió como un "hombre cualquiera" (cf. Flp 2, 6-11), sino como Hijo de Dios. De todas formas, Marcos no ha dado importancia al nacimiento de Jesús, ni a su filiación davídica (discutida y posiblemente negada en 12, 35-37), sino que ha destacado su mesianismo a partir de su misión en Galilea y Jerusalén, tras el bautismo. Él sabe que la madre de Jesús se llamaba María y que tenía varios hermanos (cf. 6, 2-4), pero no ha querido contar su nacimiento, añadiendo además que él tuvo que distanciarse de esos hermanos y de su misma madre (Mc 3, 20-22. 31-35), que no supieron comprender ni aceptar (al menos al principio) el carácter universal (no davídico) de su misión y de su entrega por el Reino.

‒ Mateo y Lucas recogieron algunos años más tarde, hacia el 80-90 d.C., una tradición ya establecida que presenta a Jesús como Hijo de David en un plano judío (como supone Rom 1, 34 y ratifica Rom 15, 8), pero añadiendo que él no es sólo Cristo, Hijo de Dios, a partir de su bautismo (Mc 1, 9-11), sino que lo es desde (a partir de) su mismo nacimiento, por obra del Espíritu, asumiendo y superando su genealogía "física" davídica (que sólo se ha cumplido en un plano de "carne"). Desde ese fondo, con gran finura teológica, Mateo y Lucas afirman que Jesús es Hijo de Dios habiendo sido engendrado por obra del Espíritu Santo y habiendo nacido de María Virgen, de manera que toda su vida puede y debe interpretarse como historia de Dios.

En un nivel, esos motivos (concebido por el Espíritu Santo, nacido de la Virgen María) podrían entenderse en forma mitológica, como si el Espíritu divino fuera un agente físico/biológico, capaz de fecundar a María de manera que ella siguiera conservando intacta su "virginidad" biológica. Pero de hecho, superando ese nivel mitológico/biológico, Mt 1-2 y Lc 1-2 suponen que él Espíritu actúa y engendra por María de un modo "divino", no como sustituto del semen masculino, sino como fuente de vida trascendente, como signo y sentido de todo nacimiento humano (pues cada persona brota de un modo especial de Dios, a través de sus padres y/o educadores).

En ese nivel nos sitúa el concilio de Calcedonia (año 451), cuando supone que todo sucedió en Jesús de un modo humano (fue y es un "hombre" verdadero), sucediendo todo, en otro nivel, de un modo divino. Según eso, lo divino no se añade a lo humano desde fuera, como si el Espíritu de Dios tuviera que cubrir un hueco en el proceso biológico de la concepción de María. Al contrario, el Espíritu de Dios se introdujo (reveló) en la concepción y nacimiento de Jesús como presencia engendradora/creadora de Dios (no como sustituto del semen masculino de su padre humano). Ese Espíritu es el mismo Dios que actúa y se expresa de un modo divino en el surgimiento y en la vida de Jesús, y desde ese fondo entienden y aceptan (aceptamos) los cristianos la virginidad de María.

3. Mateo 1-2, José debe convertirse. Mateo comienza ofreciendo una genealogía masculina de Jesús (de Abrahán a David, y de David, por el exilio, a José, esposo de María), pero introduce en ella cuatro mujeres irregulares (Tamar, Rahab, Rut, Betsabé) que simbolizan y expresan la acción divina (Mt 1, 1-17) que José, hijo de David, debe aceptar:

El nacimiento de Jesucristo fue así: Estando desposada María, su madre, con José, antes que cohabitaran, se halló que había concebido del Espíritu Santo. José su esposo, como era justo, y no quería infamarla, quiso dejarla en secreto. Y mientras pensaba en esto, un ángel del Señor le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella ha sido engendrado es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. Todo esto sucedió para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta: Una virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrás por nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros? (Mt 1, 18-23).

Estamos ante un nacimiento perfectamente humano, siendo totalmente divino. Así se dice en forma simbólica que antes de que José cohabitara con María, su "desposada", ella aparece "encinta", por obra del Espíritu de Dios. José no lo sabe y, lógicamente, siendo justo (fiel a la ley), debe abandonarla, aunque quiere hacerlo en secreto, para no difamarla. Pues bien, en este contexto se introduce el ángel de Dios, que revela a José el misterio, exigiéndole que se convierta y que acepte a María como esposa, reconociendo a su hijo. Solamente así, José, el padre/patriarca, se vuelve verdadero padre de Jesús, en el sentido radical de la palabra, colaborando con María; no es que sea "menos" padre, sino "más", padre en sentido verdadero, humano, colaborando con Dios, que es quien actúa en María, la madre de Jesús.

‒ José, hijo de David (Mt 1, 20), un padre convertido. Naciendo de María, Jesús rompe el orden patriarcal (=nacional) de Israel, de forma que en un nivel antiguo su origen resulta irregular: No es "mesías" por genealogía física (davídica), como anunciaban las tradiciones nacionales, sino por "promesa" y acción salvadora de Dios (cf. Rom 9, 8). Por eso, José debe renunciar a su paternidad mesiánica impositiva (en clave israelita), superando el nivel de la generación biológica (que convertiría a su hijo en una propiedad suya), para aceptar de un modo "personal", por fe (como don superior de Dios), al hijo de María, convirtiéndose de esa forma en padre verdadero, no en menos, sino en más, en línea verdaderamente humana.

‒ Más que la colaboración materna de María (que se da por supuesta) a Mateo le interesa la transformación paterna de José, de manera que él aparezca como verdadero padre, superando el nivel biológico y patriarcal, para situarse en el nivel de la palabra y del servicio humano. José debe transformarse así en nuevo esposo y padre creyente, superando el nivel biológico/patriarcal, para volverse "marido y padre creyentes", un hombre que confía en su mujer. a quien acepta como portadora de un mensaje de Dios, y confía también en su hijo, a quien recibe, educa y acompaña como don y presencia de Dios.

‒ María, madre del Hijo de Dios. De ella no se dice nada, sino que ha concebido por obra del Espíritu (cf. Mt 1, 18-25), para añadir que los magos, viniendo de Oriente, para adorar al Rey de los Judíos (Mt 2), le descubrieron en sus brazos (Mt 2, 11). Por encima de todo posible argumento, esta imagen de la madre con el niño nos sitúa en el centro de una más alta dinámica familiar, en la línea de la "profecía" del Emmanuel (Is 7, 23), cuyo cumplimiento ha destacado el evangelista al afirmar que todo sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el profeta: "La virgen ha concebido y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel" (Mt 1, 23). Ésta es la palabra esencial de la nueva revelación de la familia (centrada en la madre y el hijo) según el evangelio de Mateo. José no puede ya actuar como "señor" de la familia (patriarca), sino como protector y amigo de la madre, y como educador humano de su hijo, al que introduce en el camino de la filiación davídica, que Jesús recreará, superando (rechazando) la visión antigua de su mismo padre.

José aparece así como custodio y garante de una palabra que le transciende, es decir, de la vida de Dios que se expresa y despliega a través de María, su prometida. El texto (Mt 1-2) no dice cómo ha sido, no se detiene a precisar la forma de colaboración que se ha dado entre el Espíritu de Dios y María, pues ello pertenece al misterio superior de lo divino, pero afirma que María pertenece al despliegue generador de Dios y que se encuentra así en el centro de la nueva familia mesiánica, con Jesús en sus brazos. Pues bien, en ese contexto, José resulta necesario para guiarles a los dos (María y Jesús), de modos distintos, acompañando a María y educando mesiánicamente a Jesús, hasta que supera los peligros de la infancia, la persecución de Herodes, y vuelva a Nazaret (Mt 2, 1-23). De esa manera actúa y se convierte en verdadero padre humano.

Mateo no insiste en el aspecto biológico de la generación de Jesús, limitándose a decir que María había concebido por obra del Espíritu Santo, superando así el nivel de una paternidad patriarcalista de José, que habría encerrado a Jesús dentro de los límites de una genealogía israelita. José ya no es padre-patriarca, sino padre-humano, acompañando a María, escuchando a Dios, y situando a Jesús en un camino de vida que él podrá luego actualizar y matizar (superando la misma visión mesiánica de José). Ésta es la novedad fundamental de los evangelios de la infancia de Jesús, aquí se sitúa la inmensa aportación de José a la visión del matrimonio (¡confía en María!) y de la paternidad (¡educa a Jesús desde la perspectiva de Dios, en libertad creadora!).

En ese contexto, el mensaje más hondo de Mateo está vinculado no sólo a la superación de una paternidad puramente biológica de José, sino al descubrimiento y despliegue de un nuevo camino esponsal y paterno, en libertad creadora. Esta "conversión" de José, que "cree" en su esposa (confía en ella) y acepta a su hijo como don de Dios, para cuidarle y hacer que "madure" como persona humana, en libertad, capacitándole incluso para tener ideas y proyectos distintos de los suyos, constituye la mayor aportación de José a la visión de la familia (y a toda familia), en un contexto israelita. Ser padre es mucho más que actuar como varón engendrador patriarcalista, y eso es lo que ha debido aprender José, y debemos aprenderlo nosotros.

(Tema tomado de La Falimia en la Biblia, VD. Estella 2005)

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