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España, la OTAN y Trump
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España, la OTAN y Trump

Actualizado 20/02/2017
Redacción

A mediados del pasado mes de noviembre, con ocasión de la victoria de Donald Trump, hablaba en estas páginas del precio de la seguridad mundial. Estaban tan recientes la elecciones norteamericanas que todo el mundo esperaba las primeras reacciones del nuevo Presidente para comprobar si efectivamente sería consecuente con lo anunciado en la campaña electoral. La verdad es que no han sido necesarios muchos días para constatar que lo que anticipó en su día se corresponde muy mucho con sus primeras decisiones. En la reciente visita a la sede de la OTAN en Bruselas, el nuevo Secretario de Defensa de EE.UU. James Mattis,, ha dejado bien claro el "encargo" de su jefe:

"EE.UU. cumplirá con sus responsabilidades pero, si sus naciones no quieren ver a Estados Unidos reducir su compromiso con la Alianza, cada uno de sus gobiernos tendrá que demostrar su apoyo a nuestra defensa común"? "Los contribuyentes estadounidenses sufragan una parte desproporcionada del coste de la defensa de los valores occidentales"? "No puede ser que los estadounidenses se preocupen más que ustedes mismos por la seguridad de sus propios hijos"?"La indiferencia hacia la preparación militar supone una falta de respeto hacia todos nosotros, hacia la Alianza y hacia las libertades que hemos heredado y que están ahora claramente amenazadas".

Se podrá decir más alto, pero no más claro. Es cierto que en el lenguaje diplomático hay cuestiones que deben leerse entre líneas y EE.UU. busca en Europa una primera barrera de seguridad alejada de su territorio. De ahí su empeño en establecer bases intermedias en otros continentes. Pero también habrá que reconocer que EE.UU. siempre son los menos remisos a la hora de intervenir en los conflictos que salpican las confrontaciones de otros pueblos. Confrontaciones que, por desgracia, acababan en los campos de batalla y USA se cansa de poner siempre los muertos.

Los conflictos bélicos que se dirimen disparando proyectiles con armamentos más o menos sofisticados, casi siempre vienen precedidos de otros enfrentamientos en los que los contendientes han empleado armas que disparan dólares, euros, rublos, etc. Las guerras por defender un ideal, una religión o un régimen político, será muy difícil que vuelvan. Del mismo modo que no volveremos a ver aquellos teatros de operaciones que ocupaban frentes kilométricos y enfrentaban a varias naciones, hoy las acciones son muy focalizadas y, detrás de todo conflicto armado, existe siempre un móvil económico. Estamos asistiendo al exterminio de poblaciones inocentes en territorios pobres y, como no existe posible botín, nadie se da por enterado. Hoy, los conflictos asoman cuando alguien pretende ejercer el control de materias primas que aparecen fuera de sus dominios, o bien colaborar con quien también lo pretenda. Estas agresiones contra los derechos legítimos de alguna nación pueden llevarlas a cabo naciones que, creyendo tener más poderío que el adversario, emplean la fuerza para arrebatarle la zona en que se encuentra esa materia fina. Como una acción de esta índole sería muy difícil de enmascarar, y acarrearía la lógica intervención del resto de países, hoy se acude a otros procedimientos más rebuscados. Esas naciones piratas están detrás de movimientos que, tras el disfraz de idealismos religiosos o populistas, conforman grupos fuertemente armados que, a base del terror, controlan precisamente esas zonas. El problema de estos terrorismos es que suelen estar dirigidos por descerebrados sanguinarios que, una vez tomado posesión de los objetivos, no reconocen ningún patrón, pero siguen necesitando fondos para rearmarse. Cuando la fuente de ingresos no sea suficiente, se acude al secuestro, al chantaje o al acto terrorista que les facilite sus fines.

En este mundo, nadie puede sentirse a salvo de la acción terrorista, y menos que nadie quienes formamos parte de ese mundo occidental y "hereje". Precisamente España está en el borde de ese mundo y, vista la actitud del Presidente Trump, no sería extraño que la OTAN viera restringido el apoyo americano. Hablar hoy de mantener unas FF. AA. dotadas de los medios imprescindibles para asegurar nuestra integridad y colaborar a mantener la de nuestros socios, cuenta con la violenta oposición de aquellos españoles cuyos ideales están más próximos a las políticas de países cuyos presupuestos de defensa son muy superiores al nuestro. Basta de cuentos chinos y de "buenismos". Mientras no se demuestre lo contrario, los ejércitos, los jueces, las policías y las leyes serán siempre necesarios. Y, si se necesitan, habrá que dotarlos de los medios suficientes. Por estar a la cola de los países europeos en presupuesto de Defensa, no creo que seamos los más listos. Bueno, tal vez si hacemos caso de la Sra. Colau y mantenemos un Ejército sin armas, podríamos solucionar este grave problema.

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