Parece que todos hablamos mal unos de otros mientras en la escuela siguen los que aprueban y los que suspenden, en la sanidad los que son mejor atendidos y los que menos y en la justicia, ni que hablar tiene que no sufren igual los grandes ladrones que los raterillos desahuciados.
De verdad que no estoy en contra de nadie, pero me duele la impotencia y la injusticia. Esta semana se despedía un niño de catorce años en la asamblea diciendo que nos quería mucho y que éramos su familia, todos aplaudían y yo no. Pero no pude negarle los dos besos que me pidió a la salida. A mí me molestaba que no hubiera aprovechado las oportunidades que le hemos facilitado como derecho de estudios, mimos, viajes, juegos, ? Pero quién soy yo para juzgarlo, que no lo hago, su cuna no fue buena, sus marcas imborrables y no nos rendimos hay seguiremos para él que tiene como meta volver.
No puedo dejar de enojarme porque a pesar del buen trabajo de la policía no se pueda evitar en Salamanca la facilidad para el tráfico de drogas, ni los adultos que se acercan a los niños en la calle para aprovecharse de ellos e incitarlos a la delincuencia o prostitución. No exagero, la droga y la delincuencia es clasista, destroza a los excluidos y ensalza a los poderosos, la droga que dicen inspira a algunos artistas y enriquece a otros, destroza a los nuestros. Los robos de Rato no lo han llevado diez años a la cárcel, ni a la heroína como a un exalumno que acaba de llamar a nuestra puerta y que desde pequeño cargó la cruz de sus mayores.
Necesitaba un dinero que no se le dio sin trabajo, trabajó la semana para conseguirlo y luego pidió que si podía seguir trabajando por la mitad pero sintiéndose útil. Él mismo dice que su historia no ha acabado y enseña a algún niño sus más de veinte cicatrices en el pecho para que no siga su camino y aproveche las oportunidades.
No tenemos la poca vergüenza de dejar de intentarlo. Estamos obligados sin quitar ni un mínimo peso a la ley de seguir abrazando a niños que incluso pudieran haber matado porque es la única forma de desactivar al homicida como leí al juez Calatayud.
Empezamos otra semana, apostando por las clases y los sueños. Nos creemos otra leyenda con unos peces Koi que con un sobreesfuerzo saltan una enorme cascada obstaculizada incluso por demonios y a los que lo consiguen los dioses los convierten en dragones celestiales como el que hay marcado en la fachada de Santiago Uno, es una moraleja oriental de superación como las que perseguimos desde Salamanca a Marruecos pasando por nuestra propia familia.
La sociedad partida se compone de corazones partidos y puentes derribados por fronteras artificiales que se están convirtiendo en reales. No podemos afiliarnos, debemos mirar a los ojos de todos los niños del mundo y sobre todo de los que no han tenido las oportunidades de nuestros hijos. Los adultos tocamos a más de un hijo cada uno, aunque no sea biológicos y creo que es una responsabilidad ineludible para dejar el mundo un poco mejor de lo que lo hemos encontrado.
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