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La verdadera justicia
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La verdadera justicia

Actualizado 12/02/2017
Redacción

"Si quieres, guardarás sus mandatos, porque es prudencia cumplir su voluntad". Así comienza el texto del libro del Eclesiástico que hoy se proclama en la primera lectura de la misa (Eclo 15,16). Esas palabras fueron escritas para ser leídas en una comunidad judía que estaba en contacto con la cultura griega o helenista.
En aquella cultura aparentemente tan libre las gentes se consideraban dirigidas por el destino. Así que era necesario recordar el valor de la voluntad y de la libertad humana. El texto continúa de forma más concreta: "Ante ti están puestos fuego y agua, echa mano a lo que quieras. Delante del hombre están muerte y vida: le darán lo que él escoja".
Con razón el papa Juan Pablo II subrayó estas palabras en su encíclica "El esplendor de la verdad". En nuestra sociedad se insiste tanto en los condicionantes de la persona que se niega su libertad y su responsabilidad. Siempre que la persona no sea la víctima de la irresponsabilidad de los demás. Porque entonces, claro que se supone la libertad del que falló.
MANDATOS Y VALORES
Para el mensaje bíblico, lo que importa es ajustar nuestra voluntad a la voluntad del Señor, como canta el salmo 118. Eso nos hará realmente libres. Y esa convicción no ha sido negada por Jesús.
Al contrario. Jesús no vino a abolir los mandamientos de la Ley, sino a ayudarnos a descubrir su sentido más profundo (Mt 5,17-37). El evangelio de este domingo ofrece tres ejemplos, en los que los mandatos desvelan la importancia de los valores humanos:
? No basta con "no matar". Hay que descubrir el valor de la vida. Es preciso respetar la vida de los demás, pero también su honor. Eso nos exige estar dispuestos a perdonar al hermano y a fomentar la fraternidad.
? No basta con "no cometer adulterio". Hay que fomentar el valor de la fidelidad, Para eso hemos de vivir unas relaciones interpersonales que reflejen la limpieza del corazón y promuevan el respeto mutuo.
? No basta con "no jurar en falso". Hay que amar el valor de la verdad. Y vivir de forma tan coherente y diáfana que baste con decir "sí" y "no" para ser creídos por los demás y para promover una cultura que admita la seriedad de la palabra dada.
IMPORTANCIA Y GRANDEZA
Este texto se sitúa en el marco del Sermón de la Montaña, que se abre con las bienaventuranzas de Jesús. Aquellos ideales de vida no se oponen a estos valores éticos. Al contrario. Ambas proclamas indican el verdadero camino de la felicidad.
? "El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres, será el menos importante en el reino de los cielos". La importancia verdadera no la dan el tener, el poder, el placer o la impostura. Conviene no equivocarse.
? "Quien cumpla estos preceptos y los enseñe será grande en el reino de los cielos". La verdadera grandeza se consigue por el aprecio y la promoción de esos grandes valores humanos que son tutelados por los mandamientos. Conviene estar bien orientados.
- Señor Jesús, Tú has querido enseñarnos el camino d

e la verdadera justicia. Es decir el modo de "ajustarnos" a la voluntad de un Dios que nos ha creado para esa felicidad, que es el resultado de la fidelidad. Gracias por tu orientación y por tu luz Amén.

José-Román Flecha Andrés
COMIDA Y COMPROMISO
La verdadera justicia | Imagen 1Como es tradicional, el segundo domingo de febrero se celebra entre nosotros la Jornada Nacional de Manos Unidas. Esa Organización no Gubernamental de la Iglesia Católica trata de promover aquel desarrollo integral al que se refería ya el papa Pablo VI. Un desarrollo para todo el hombre y para todos los hombres.
El lema adoptado por Manos Unidas para este año 2017 seguramente no dejará de llamar la atención al observador más distraído: "El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida".
Ese par de dodecasílados tiene su pizca de provocación. La primera parte nos lleva a cuestionar esos clichés tan habituales sobre el hambre, la producción y la distribución de los alimentos. Ya el papa Francisco había descolocado a mucha gente con una afirmación aparentemente escandalosa: "Existe alimento para todos; el hambre se debe a la mala distribución de los bienes de la renta. El problema se agrava con la práctica generalizada del desperdicio" (La alegría del Evangelio, 191).
La campaña de Manos Unidas se sitúa en la misma longitud de onda al proclamar que "Un tercio de nuestros alimentos acaba en la basura". En la basura o en grandes almacenes, como los que ya denunciaban los antiguos Padres de la Iglesia.
La segunda parte del lema para la campaña de este año no puede dejarnos indiferentes. Faltan personas que se comprometan. Bien sabemos que ese es un mal que caracteriza nuestra época. Hay muchas personas generosas y dispuestas a una ayuda puntual, con tal de que sea pasajera. Los terremotos o un tsunami, los incendios forestales, o una estación de lluvias torrenciales suelen suscitar nuestra compasión. Y hay que aplaudir esa buena voluntad.
Pero en la sociedad actual, todos estamos muy ocupados cada uno de los días de la semana. No podemos comprometernos con obras de promoción y desarrollo. Además, hay otra razón: comprometerse con una causa nos exige "salir" de nuestra indiferencia y nuestra comodidad, como también dice el papa Francisco. Quien se compromete parece estar hipotecando su libertad y su futuro. Y eso nos cuesta mucho a todos.
En el mismo contexto ya citado el papa Francisco nos decía que no basta con "asegurar a todos la comida, o un decoroso sustento, sino de que tengan prosperidad sin exceptuar bien alguno" (La alegría del Evangelio, 192).
El lema de Manos Unidas para este año parece jugar con nuestros actos y actitudes. Estamos dispuestos a realizar un acto noble y generoso, como dar comida o agua, vestido o techo. Pero aún no estamos dispuestos a adoptar una actitud de compromiso y dedicación a la causa del bien y a la lucha contra la marginalidad. Habrá que cambiar el modo de pensar y de obrar.
José-Román Flecha Andrés

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