Ha habido un tiempo, aún cercano a nosotros y del que hemos participado y del que se ha expulsado a no pocos sectores de la población, como si de la expulsión de un paraíso se tratara, caracterizado por el hedonismo, la despreocupación, el bienestar en buena parte irresponsable..., en el que no pocos intelectuales ?como no pocos segmentos de la población? miraban para otra parte.
Tal actitud ha hecho que, tanto en Europa como en otros ámbitos del mundo occidental, se haya debilitado el llamado pensamiento crítico, que, en nuestra cultura, hunde sus gérmenes en la modernidad ilustrada y romántica.
Unos pocos intelectuales, sin embargo, no han querido mirar para otro lado, desentendiéndose de la compleja dinámica de nuestra contemporaneidad, y han asumido esa responsabilidad crítica, con respecto al mundo en que vivimos, que se le supone a cualquier intelectual que de verdad lo sea.
Entre estos pocos intelectuales se encuentra Tzvetan Todorov (Sofía, Bulgaria, 1939 ? París, 7 de febrero de 2017). Este ensayista y escritor de origen búlgaro, pero nacionalizado francés, ha sido ?como se indica, con ese gusto de los medios de comunicación por las frases llamativas, en algunos de ellos? un "apóstol del humanismo" y, debido a ello, ?como también siguen indicando algunos tales medios? nos hemos quedado "más pobres sin Todorov".
En nuestros tiempos universitarios salmantinos, descubrimos la figura de Todorov, no en nuestras aulas, sino en los veranos en que trabajábamos en Suiza, para conseguir algunos recursos para costearnos los estudios en cada curso. Era un Todorov que componía aquella nómina de intelectuales que estaba creando y difundiendo el estructuralismo, en los diversos campos de las ciencias sociales (Barthes, Lacan, Lévi-Strauss... y tantos otros); él, particularmente, en los ámbitos de la poética, de la narración y, en general, del discurso literario.
Pero su evolución giró hacia un pensamiento responsable y crítico, hacia una lectura lúcida y humanista de la sociedad en la que le tocó vivir. De todo ello, dan cuenta obras suyas, como 'Nosotros y los otros', 'La vida en común', 'El hombre desplazado' o, entre otras, 'Elogio de lo cotidiano'. Y es que Todorov descendió del olimpo estructuralista a habitar en un mundo que era necesario entender y explicar, no desentenderse de su compleja problemática.
De ahí su atención a "los otros". Porque, como él llegó a expresar, "cada uno de nosotros es un extranjero en potencia". Algo que cobra plena actualidad en este presente en el que Europa está teniendo una actitud tan cobarde y, en el fondo, irresponsable, con los refugiados. Las palabras de Todorov, al recibir el Premio Príncipe de Asturias en 2008, están ahí, como señal de esa responsabilidad ante el mundo que le tocó vivir, que Todorov mantuvo, sin mirar para otra parte, y que, en el fondo, ha de tener siempre todo intelectual que de verdad lo sea.
Escuchemos cómo resuenan estas palabras responsables y lúcidas en nuestro presente: "El extranjero no solo es el otro, nosotros mismos lo fuimos o lo seremos, ayer o mañana, al albur de un destino incierto ... Por cómo percibimos y acogemos a los otros, a los diferentes, se puede medir nuestro grado de barbarie o de civilización".
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